Como seguidora de la historieta conocí a Yeyín, antes que a su padre Ernesto Padrón. Con él hablé por primera vez cuando era director de la revista Zunzún. Es uno de los estudiosos del comics más serio que conozco, con un nivel teórico para respetar. Luego Ernesto pasó a dirigir la Editora Abril, sin dejar a Zunzún, hasta 1998 en que llegó al lugar que le correspondía: los Estudios de Animación del ICAIC.

 

Entre una tarea y otra estuvo unos veinte años sin poderse dedicar a su gran sueño: un largometraje de ficción. En una entrevista dijo: “Por eso mi ópera prima en el cine de animación fue bastante azarosa, porque la empecé en el Frente de Divulgación (de los Pioneros) y la terminé comenzando la dirección de la revista. Ahora la veo y me parece horrible, pero aprendí mucho realizándola, sobre todo por los errores”. Se refiere Yeyín y la Ciudad Escondida.

Fue un buen jefe de la Editora Abril y en especial con el colectivo de El Caimán Barbudo. ¡Si lo sabré yo, por los dolores de cabeza que le dimos!;pero con esas responsabilidades tenía muy poco tiempo para la creación.

Magnífico dibujante y humorista; conservo un original suyo sobre el amor porque en la historieta y el cartón es muy bueno también. Claro que ser el hermano de Juan, el tambor mayor del dibujo animado en Cuba, lo ha relegado a un segundo plano.

Con Meñique, estrenado en el aniversario 125 de la Edad de Oro, Ernesto demuestra que desayunó con la misma poción mágica que Juan. Y ya se la han dado a sus hijos…veremos en el futuro si todos son tan buenos como los Padrón que corrían de niños por el central azucarero Carolina —después Granma—, en la provincia de Matanzas.

—¿Dónde se ha quedado Yeyín? ¿Cuántos años vivió?

—Yeyín todavía vive. La tengo de vacaciones. Ella nació como dibujo animado en el año 1979, cuando trabajaba en el Frente de Divulgación de los Pioneros. A unas cuadras de este lugar estaban los Estudios de Animación del ICAIC y allí propuse el guión de Yeyín y la Ciudad Escondida. Pero el proceso de producción duró tanto, que terminé esa obra dirigiendo la revista Zunzún. Incluso publiqué en la revista, antes de salir la película, la primera historieta del personaje, de una página.

La vida de Yeyín en historieta, en Zunzún y en libros, duró dieciséis años, desde 1982 hasta el año 1998 que pasé a trabajar a los Estudios de Animación del ICAIC. Ya en los Estudios realicé la segunda película, con una duración de trece minutos, Yeyín y el cazador androide. En la obra empleé la animación 3D en los sets del cosmos, en las naves interplanetarias y en un robot. Esta película ganó el primer premio del Primer Festival Internacional del Audiovisual para Niños y Adolescentes, organizado por el ICAIC en el 2004.

Después, en ese mismo año, comencé la producción de una tercera película, Yeyín y los Ecopiratas, la cual quedó inconclusa, porque no me gustó la calidad del acabado de algunas escenas en 3D y los dibujos de las animaciones. Propuse hacerla totalmente en 3D, pero me dijeron que no había presupuesto. Y la obra se ha quedado en el limbo, porque al año siguiente me concentré de lleno en Meñique. Quisiera retomar la idea de los Ecopiratas y hacer un mediometraje o un largometraje.

—¿Qué otras experiencias tienes en el audiovisual?

Desde que comencé a trabajar en el Frente de Divulgación de los Pioneros, realicé guiones, diseños de personajes y escenografías, y otras colaboraciones, para los filmes de mi hermano Juan y para los de otros directores. Y cuando dirigía Zunzún cree la primera serie de dibujos animados en computación de Cuba, La Video enciclopedia de los ¿Por qué? Esta serie la realicé junto a Jorge Oliver y cuenta con cien capítulos. Fue una coproducción entre Zunzún e Imágenes SA, una empresa de la Corporación CIMEX.

Estando ya en los Estudios de Animación, también colaboré en los largometrajes de mi hermano —en Más Vampiros en La Habana fui director asistente—; y dirigí las series Para Curiosos, Conociendo a Martí; las películas SOS Mercurio y SOS Plutón; dos series para la campaña de ahorro de electricidad —una de ellas, Historias con Hipo, fue mención en el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano—, así como spots promocionales, videos de propaganda política y muchas otras obras.

—¿Cómo nació Meñique? ¿Pensaste en el tiempo y los recursos que
necesitarías?

Meñique nació de la necesidad que tenía de hacer un largometraje, ya cuando llevaba varios años trabajando en los Estudios de Animación. Tenía los antecedentes de haber realizado, sobre este cuento, los diseños de personajes para un animado que planeó Tulio Raggi allá por los años setenta, y que finalmente no se realizó; y cuatro páginas de historietas que publiqué en la revista Zunzún. Desde niño era fanático a este cuento, pero cuando pensé en un largometraje, tenía en mente a Yeyín, a Meñique y al Camarón Encantado, en ese orden. Mi hermano Juan fue quien me aconsejó hacer Meñique.

Ni en ese momento, ni cuando comenzaba a escribir el guión literario, pensé que esta obra sería una súper producción, y menos que me llevaría tantos años hacerla. Recuerdo que le di a leer a mi hermano la secuencia dos de la película, la persecución de la ladrona por los tejados de la ciudad, y me dijo: “¿Quién te va a producir esto? ¿Disney?”

Después, cuando empecé a realizar el guión dibujado, me percaté de lo complejo que sería la puesta en escena, que debía soñar en grande para realizarla, y que necesitaba generar una capacidad especial para enamorar a todos los que quería sumar al proyecto. Y empecé por Silvio Rodríguez; e involucré a Humberto Junco, quien había trabajado conmigo animaciones 3D, para que me hiciera solo el personaje del Espejo de la Media Naranja; y a pintores de la talla de Tulio Raggi y Reynerio Tamayo; y a un grupo de especial de jóvenes ilustradores, productores y especialistas en la animación 3D (porque también se nos ocurrió hacer la favela de la ciudad en 3D) los quisiera mencionar a todos, pero son demasiados.

Y un especialista proponía a otro, y un diseño espectacular de Tulio o de Tamayo provocaba un modelado y unas texturas espectaculares de estos jóvenes; y un aporte nos llevó a otro y a otro más, y cuando vinimos a ver habíamos pasado de un proyecto en 2D, que solo tenía un personaje 3D, al primer largometraje de animación 3D de Cuba, con casi doscientas personas en su producción.

Finalmente, como estaba soñando en grande, escogimos un elenco de actrices, actores y cantantes de excelencia: Yoraisy Gómez, Corina Mestre, Miriam Ramos, Anabell López, Lieter Ledesma, Aramis Delgado, Carlos Ruiz de la Tejera, Manuel Marín, Enrique Molina; Osvaldo Doimeadios y Ernesto Joel Espinoza; y logramos que la banda sonora fuera de altos quilates, con las canciones originales de Silvio Rodríguez; la música del español Manuel Riveiro; el equipo de Edesio Alejandro; la Orquesta Sinfónica Nacional; el Coro Exaudi, y la participación del maestro Pancho Amat.

— Se dice que tu Meñique es una versión libre de la versión que hiciera José Martí de su creador francés ¿intentaste “cubanizar” la historia?

—En la adaptación que le hace Martí al cuento, él comienza escribiendo: “En un país muy extraño…” Y eso me dio pie para concebir una mezcla de Medioevo colonial cubano en la imagen, y el resto de las mixturas en la música y los diálogos. Era divertido imaginar un dragón surcando el valle de Trinidad; a unos güijes en un bosque europeo y a una bruja que emplea un mamey envenenado.

No se trataba de “cubanizar” la historia, porque hay alusiones a la literatura universal, a películas norteamericanas y japonesas, y a lugares de Latinoamérica, como la isla de Pascua. Es un mejunje donde prima, claro está, el costumbrismo criollo como base del humor.

—La Princesa es además de inteligente, una suerte de Ninja o mujer araña… ¿Querías identificar a los niños con “muñequitos” más actuales?

—Desde el punto de vista dramático, la princesa es la acción base del cuento, y la que le da unidad a la narración. El objetivo final de Meñique no es cortar el árbol y abrir el pozo, sino casarse con Denise y sacar a su pueblo de la miseria. Por eso al concebirla como una heroína, magnifico la premisa de la historia. También quería crear un triángulo amoroso artificial, al concebir a Denise como una figura cambiante: princesa-ladrona. El espejo mágico le dice a Meñique que su media naranja es la princesa, y sin embargo él se enamora de la ladrona. Porque el azar los conecta, y la princesa, como ladrona, le muestra al público que ella comparte los mismos ideales de justicia social.

Los animadores también magnificaron la caracterización de la ladrona, con los movimientos felinos y su destreza para el combate cuerpo a cuerpo. Cuando me presentaron estas propuestas tuve mis dudas, porque podíamos estar exagerando, pero finalmente se quedaron; y pienso que le dan una dimensión especial al personaje; y los niños la aman tanto como a Meñique. 

—¿Por qué la Princesa “se inclina” a besar a Meñique y él no se sube en algún banco?

—Confieso que en el guión era el espejo mágico quien, con una magia de efecto especial, elevaba a Meñique y lo ponía a la altura de su amada. En la investigación inicial muchos niños pedían que al final del cuento Meñique creciera, un poco más alto que la princesa. Pero con ese final se pierde la esencia del cuento, porque el asunto es que ella debe amar aMeñique por sus valores y no por su físico.

Más tarde, cuando probamos la Tira Leica —un boceto animado y con voces de la película—, con alumnos de primaria y secundaria, uno de los niños me dijo que la princesa bien podía bajar los escalones.

Y entonces se me ocurrió que ella primero jaraneara un poco, y luego le rindiera pleitesía a Meñique. Baja los escalones mientras le hace una reverencia. Pero fíjate que después es ella quien lo jala y lo besa, para reafirmar que hay un equilibrio entre estos dos caracteres. La princesa es de armas tomar; y por eso Meñique la quiere con locura.

—¿Qué anécdotas tienes de los pequeños espectadores en el cine?

—He recopilado historias lindísimas. Una mamá que llevó a sus jimaguas de diez años de Nicaro a Holguín, para ver la premier; ellos nunca habían ido al cine. Esa historia me la hizo saber Silvio Rodríguez. Con su estreno, Meñique descubrió a una cantidad de niños que iban al cine por primera vez, por la cultura que hemos adoptado de ver las películas en DVD o en la computadora.

Yo estuve en varias oportunidades en los cines Chaplin, Yara, 23 y 12 y Riviera, y allí en la sala escuché a niños que repetían el filme y ya se sabían los diálogos. Sé de una niña que cuando los padres la regañan canta como el gigante “Nadie me quiere, nadie me ama”.

En estos días estamos haciendo proyecciones en las salas de pediatría de varios hospitales en La Habana, y la conexión de los niños con la historia es inmediata; incluso obviando que la imagen o el sonido no sean los ideales. La experiencia en el centro La Pradera, con niños venezolanos y de otros países, fue igualmente gratificante; porque se reían con los chistes costumbristas y disfrutaron de lo lindo las aventuras de Meñique.

Los niños son los críticos más espontáneos y terribles. Si les gusta se apropian de la obra, y si no, se levantan o se quedan dormidos. No hay diplomacia ni nada por el estilo.

—¿Es propio de los hermanos Padrón crear clásicos (Elpidio Valdés y Vampiros en La Habana de Juan, y el Meñique tuyo? ¿Con qué desayunaron y crecieron ustedes de niños?

No sé si Meñique será un clásico, pero ha logrado una muy buena comunicación con el público, y eso me llena de felicidad, felicidad compartida con el equipo que me siguió en esa odisea.

¿Cómo es que se logra esa comunicación? Creo que en nuestro paso por el Bosque Encantado tenemos a nuestra disposición, como Meñique, muchos objetos mágicos. Si los sabes recoger, te servirán para alcanzar con tu obra esa felicidad compartida.

Para mí esos objetos mágicos son el legado de nuestros padres, el estudio, la capacidad de asombro, la pasión por alcanzar un sueño, los tutores, el trabajo en equipo, y no creerse nunca que uno se las sabe todas.  El talento sin oficio es un talento perdido en el llano. Los maestros del oficio que tuve me dieron experiencia concentrada, de calidad; me ahorraron descubrir la sopa de ajo, y me mostraron mis objetos mágicos. En Meñique está también el ADN artístico de ellos.

Y finalmente, aquí entre nosotros: nuestro desayuno de niños tenía una poción mágica. Pero no te la puedo decir.

(Tomado de El Caimán Barbudo)

 

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