Aun hoy,  muchos insisten en que solo las disciplinas, manifestaciones o géneros artísticos tradicionales integran el universo cultural.

Tal enfoque ideológico contiene un carácter clasista en tanto solo considera a la Alta cultura, tradicionalmente al acceso de sectores con mayor poder adquisitivo y de igual forma,  es reduccionista porque ignora otros modos de hacer de la cultura popular desarrollados históricamente en la sociedad.

Entre los excluidos, se destaca la producción mediática, que desde esta perspectiva; por su alta proporción de  creaciones y  por su acceso a las grandes audiencias, es despojada del valor intrínseco de su creación  artística-cultural.  

 

La gestión de los medios de comunicación se nutrió desde su origen de los géneros, prácticas y productos vinculados a la narración oral, la escritura, la representación y la información y en monumental transculturación: los reformula mientras crea sus propios valores en función de las  singularidades del soporte tecnológico y su respectivo lenguaje. Así, construye una alianza conceptual-expresiva entre lo popular y lo clásico; lo foráneo-universal y lo nacional se forja una las mas novedosas expresiones de la cultura masiva.

Vale recordar hoy que,  la radio y la televisión de la etapa mercantil cubana devinieron por las peculiaridades de nuestro entorno,  en excepcional plataforma de proyectos educativos, culturales y formativos que combinaron lo mas elitista con lo mas popular.

Hoy les propongo realizar un sucinto periplo histórico sobre el rol de la televisión en la expansión de las manifestaciones artísticas más diversas:

La televisora fundadora, URTV (Canal 4) comienza su programación original desde octubre de 1950, con representaciones y escenificaciones de los payasos españoles Gaby, Fofó y Miliki; que por su orientación a los niños, resultan historias sencillas plenas de recursos y códigos del  humorismo y de la actividad circense.

El Canal 6, CMQ-TV, estreno el 18 de diciembre de ese año,  a las ocho y treinta de la noche de su primer día de sus transmisiones experimentales, “La muerte de Charles Martin” original de Marcos Behmaras, para Tensión en el canal 6, donde inaugura en la pantalla iberoamericana,  el género del suspense,[1]  inspirado en las series norteamericanas.

El primer espacio del video cubano que realizo y difundió en directo desde los estudios televisivos obras teatrales,  fue Teatro del lunes o Teatro en TV, a partir del 12 de marzo de 1951, donde Celia Sara Ponce de León, asumió la concepción y dirección integral de obras como: Sherzo de Eduardo Manet, protagonizada por Manolo Coego; La cruz, de  Douglas Bronston [2] y La carta de Somerset Maughman. Le siguen allí, otros espacios habituales dedicados al género como Pantalla dramática, Retablo del hogar y Fotocrimen RCA Victor.  

Ya desde el 28 de noviembre de 1951, el Canal 6, CMQ-TV, le “roba el show” al Canal 4, en el Gran teatro lírico Esso, creado por Antonio Vázquez Gallo, que gana muchos adeptos. Así se inaugura la representación de zarzuelas / operas y operetas nacionales y extranjeras. La progresiva diversificación del quehacer teatral incluyo, entre otros, la reproducción de famosas obras del teatro bufo-vernáculo. Ello no impidió que  dramatizados unitarios o seriados que se distinguían claramente de los teatrales se dedicaran por completo al vernáculo o incluyeran escenas  donde sus personajes tipos enriquecieron los más variados formatos del sistema televisivo nacional.

La pantalla fundacional fue profusa en dramatizados no teatrales. Algunos rebasaron los proyectos genéricos específicos y se insertaron en otros tipos de programas. El ejemplo más significativo lo hallamos en aquellas primeras revistas musicales que combinaban cancionistica, números de ballet clásico o moderno, actividades circenses, coros y  escenas dramáticas o humorísticas.  

Estas representaciones en vivo durante nuestro primer decenio audiovisual,  alternaban diversas frecuencias de emisión e hicieron convivir argumentos concebidos expresamente para la pantalla con adaptaciones de fuentes diversas: Productos literarios,  cinematográficos  y radiales, obras de teatro e incluso, evadieron la ficción en algunas propuestas que replicaban casos de la vida real.

La narrativa electrónica seriada abarcaba un amplio espectro. El ejemplo mas recordado es el de la telenovela, inaugurada con originales de Mario Barral desde 1952, y muy pronto diversificada en  todo el sistema con versiones de famosas obras de la literatura universal-nacional o de la radiofonía.

La telenovela cubana, no solo tiene la primacía del formato continuo entre lunes y sábado o instaura el modelo dramaturgico-comunicativo expandido casi de inmediato a la Región sino que  inaugura las disímiles vertientes temáticas y ambientales que hoy integran las practicas comunes de la producción en América Latina; a saber, la rural y citadina, la pro-social, la histórica y hasta la llamada exótica.  

La música, fue otro de los ejes vitales de esa programación donde abundaron los espacios dedicados a lo popular y lo clásico, solos o conciertos de vocalistas de todos los géneros y la ejecución de instrumentistas o agrupaciones bailables.

De esta manera, el  experimentado y polifacético conglomerado de artistas cubanos, hallo en  la televisión, cauce ideal para dignificar y expandir  sus profesiones y que su creatividad llegara a todos los segmentos de la población, muchos de los cuales por vez primera accedían a múltiples manifestaciones de la cultura autóctona o foránea.

Entre los años sesenta y ochenta del pasado siglo, nuestra televisión de servicio público desplazo gradualmente los objetivos de entretenimiento y llevo a un nivel superior la tradición educativa y cultural de la radiodifusión comercial. Entonces, la pantalla nacional se prestigiaba cada semana con el teatro, la novela, el ballet, el cuento, la danza, el circo, los títeres, la cocina y en lo musical; la opera, la zarzuela; todos ellos con producción integral de las televisoras.   

La depresión económica de los años noventa, disminuyo sensiblemente ese volumen y diversidad productiva y aun sin desearlo, el quehacer televisivo se reconfiguro en función de recursos mas limitados.

Desde entonces,  los dramatizados, por ser los programas más complejos y costosos, solo ensayan dos temporadas del cuento o el teatro, algunas aventuras y un reducido volumen de unitarios. En el camino han quedado la regularidad de las ofertas del teatro universal, las telenovelas inspiradas en clásicos de la literatura u otras de época; la  representación de zarzuelas, operas y operetas y se han reducido a una telenovela cada año.

El pasado año, resulto placentero observar como nuestra pantalla retomaba la añeja práctica de los controles remotos, que nos permite disfrutar no solo de la gala de clausura o apertura de los eventos deportivos internacionales sino de variados espectáculos de la cultura.  

Gracias a ella, recientemente,  un caudal inédito de piezas presentadas en el Festival internacional de Ballet de La Habana,  ampliaron sus escenarios originales y llegaron en el momento de su estreno a públicos de toda la nación y durante la pasada celebración del Festival del nuevo cine latinoamericano cubano; numerosos cortos, documentales, dibujos animados y largometrajes en concurso, se difundieron al éter durante el periodo de celebración de este evento; ampliando su consumo a audiencias millonarias.

La grabación de espectáculos organizados en otros escenarios culturales constituye una fuente importante de programación televisiva que no implica erogar los costosos  recursos, insumos y  logística que implicaría su realización desde los estudios televisivos. Por añadidura, deviene estrategia cultural de alto impacto social que expande hacia toda la nación, eventos importantes que de otra manera,  solo disfrutarían los asistentes al escenario en cuestión en una provincia, generalmente,  la capital.

Evidentemente esta estrategia brinda beneficios múltiples en el redimensionamiento nacional de sucesos culturales transcendentes que enriquecen el rol de proyección cultural de la televisión en un momento histórico-concreto con circunstancias económicas adversas.

No obstante, valdría la pena ponderar otras modalidades con el fin de evitar la saturación temática o lo que no es menos importante, la ruptura total de la habitualidad de la oferta televisiva, ya  alterada tradicionalmente durante el verano y el fin de año. La materialización y fortalecimiento de las políticas culturales en los medios de comunicación deben efectuarse de tal manera que su inserción en la programación, no lesione los hábitos   de tele audiencia de grandes públicos con las más variadas preferencias.

Si bien resulta un privilegio que toda la nación, por ejemplo, acceda a las obras que nuestras compañías o las foráneas estrenan o reponen durante el Festival de ballet de La Habana; también es cierto que no todos gustan de esta manifestación artística o las del resto contenidas en otros eventos.

Con esos fines pudiera concebirse,  además de la modalidad de difusión en tiempo real, proyectos regulares insertados a posteriori en la pantalla, donde cada semana, los interesados puedan acceder a ellas. Solo invoco a la mesura, pues vale recordar que además del espacio en cuestión, durante el periodo de realización de cada evento, todo el sistema televisivo se vuelca al conclave o certamen. Esta concentración pudiera reducir, por las razones ya explicadas, la presencia o referencia a esas manifestaciones del arte en un solo intervalo.  

Acostumbrados a soñar,  incluso veo cercana la posibilidad de incorporar a esta estrategia en el futuro,  a los festivales de teatro, música, danza o de la propia televisión,  que tradicionalmente reducen su acceso a unas minorías.

Con ello supliríamos muchas de las carencias de ofertas que constituyen una tradición en nuestra pantalla. La clave esta, como decían los griegos, en mantener el equilibrio. 



[1] Inspirado en serie norteamericana. Experimentó con seriados de dos capítulos y hasta pesquisó la audiencia para conocer la aceptación del nuevo formato. Se mantuvo hasta el 31 de marzo de 1952. Transmitió en ese período 67 obras. Archivo de la autora.

[2] La primera en realizar dos puestas  directas al aire, a solicitud de los televidentes.

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