Temas sustanciales y loables como el de los jóvenes en la radio y la televisión  presidieron los debates de la Convención de Radio y Televisión que a finales de este octubre, tuvieron por sede al Palacio de las Convenciones.

Festival nacional de radio y de televisión, concurso internacional en ambos medios y feria de exposiciones, fueron los tres factores que nominaron al reciente evento como una convención. Sólo el hecho de soñar un encuentro de tales magnitudes merece el aplauso. Son muchos los años que llevan los teleastas y radialistas imaginando un festival internacional.

Cuba fue el segundo país de las Américas en tener televisión y en la radio fue pionera en muchas disciplinas que marcaron la América Latina. El derecho de nacer se impuso no solo a los cubanos, sino a todos los países del área; como también fue un éxito la serie policiaca Chan Li Po, de Felix B Caignet.

 

De ahí que a los ojos de la lógica resultaría más coherente que los cambios telúricos de la Revolución potenciaran la radio y a la TV, como lo hizo con el cine, que a menos de una década de la erupción volcánica de 1959, produjo cintas como Memorias del subdesarrollo y Lucía.

Ya veo las caras de algunos lectores: el cine es arte, la Radio y la TV no. ¿Dónde están las fronteras, quién dice: esto es arte y esto no? ¿Acaso no son artísticas las actuaciones de Silvia Águila y Héctor Noas en La vida en  rosa, teledrama de Ernesto Daranas y lo son en Conducta, filme del mismo autor? ¿Por qué?

Tampoco niego que luego de una reducción de emisoras y canales televisivos —se llegó a tener sólo dos— las instituciones gubernamentales se encargaron de crear de unas y otros en todo el país. Pero en mi opinión nunca se ha mirado el potencial artístico de ambos medios, han sido (son) sobre todo, vehículos informativos y propagandísticos, y esta mirada lleva a actitudes prejuiciosas hacia las tres formas masivas de transmitir un mensaje, sea con un empaque artístico (¿alguien  piensa todavía que existe la expresión artística pura, sin ningún interés hacia los destinatarios?) o a pulso, que generalmente al ser reiterativo se convierte en un boomerang.

Por solo esa razón aplaudo la celebración de la reciente convención: 350 delegados, especialmente de los telecentros, unos cien expositores nacionales e internacionales, que representaron a entidades de casi treinta países.

Aunque los congresos de este tipo no resuelvan por si mismos los grandes problemas, sí son importantes para mover las neuronas.

Conferencias como las de Bernard Cassen (Francia), Omar Rincón (Colombia), y Alfredo Adum (Ecuador), entre otros especialistas de diferentes países, instaron y obligaron al intercambio de experiencias y opiniones. Los debates tanto en radio como en televisión demostraron que en los dos medios hay talento suficiente para, con las escaseces actuales, realizar mejores programas.

Otro aspecto que se debe destacar es la producción de buenos espacios en el resto de las provincias, como es el caso de la TV de Las Tunas. Tal hecho demuestra que sólo incluyendo esas propuestas en las ofertas de los canales nacionales estos mejorarían.

La dedicatoria de esta convención a los jóvenes abre el camino para que en el futuro inmediato sean los protagonistas de los mundos radiofónico y audiovisual. En ese sentido, fue muy interesante el Taller Internacional de Infancia y Comunicación que sesionó durante cuatro días.

La presentación de la Red de Emisoras y Canales en Defensa de la Humanidad, fue otro momento vital de la cita pues de una unión fraterna entre los medios que defienden los derechos ciudadanos, puede salir una fuerza a tener en cuenta en el combate contra el poder hegemónico de las transnacionales.

Pero como primer gran intento —sólo había experiencias de festivales nacionales de radio y tv, separados— hubo deficiencias fácilmente eliminables.

El ambiente festivo de cada stand, con  buenas iniciativas, no puede coincidir con los debates que se desarrollaban en las diferentes salas. Incluso a la hora de organizar estos “topes conceptuales,” es bueno tener en cuenta que no coincidan temáticas similares.

Se debe buscar una mayor  participación de obras de otros países en el certamen, principalmente de América Latina, para que todas las especialidades tengan una fuerte confrontación. En  este sentido se impone una elaboración más clara de las bases y que incluso, los jurados puedan insertar buenos programas no enviados por los canales o telecentros.

Para próximas ediciones es imprescindible  una premiación con más vuelo artístico y que los lauros, sin ser metálicos, por lo menos estén avalados por diplomas que tengan valor por sí mismos.

Si se quiere lograr un futuro encuentro competitivo, reflexivo y multinacional, ahí está la experiencia del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano: no hay un día del año que se deje de trabajar por la cita de diciembre. Se termina una edición y comienza la otra. De similar forma funcionan con buenos resultados los festivales de Cine Pobre de Gibara y el de documentales Santiago Álvarez, de Santiago de Cuba. Imitar lo bueno no es pecado.

Hay una sola posibilidad para que la televisión y la radio continúen  como grandes medios de comunicación: que el hombre siga viviendo en la faz de la tierra, porque al paso que vamos…

Por esa razón, la segunda Convención de Radio y Televisión estará dedicada en 2015 a preservar la historia y el cuidado del Medio Ambiente. En la declaración final de la primera, realizada en La Habana, se afirma: “Fueron los frutos de la inteligencia humana los que paulatinamente transformaron el planeta Tierra en el mundo que habitamos y en el cual el hombre ha escrito paso a paso su historia. El mismo mundo, hoy sometido a un creciente deterioro medioambiental que ha sido provocado por la inconsciencia  humana. No habría que regresar a los orígenes de nuestra especie para volver a disfrutar de una atmósfera descontaminada y de una naturaleza en plenitud, si la humanidad acometiera su incesante desarrollo con responsabilidad y sensatez, para no atentar contra su entorno, que es atentar contra sí misma. A las radioemisoras y teletransmisoras públicas de todas las naciones corresponde instruir y sensibilizar a sus receptores sobre la apremiante necesidad de proteger el medio ambiente, y evitar a toda costa la expansión de epidemias. De la misma manera, no se concibe el respeto a la identidad de nuestros pueblos sin un conocimiento objetivo de la historia. A través del audiovisual, nuestras audiencias deben recibir por nuestra propia voz de dónde venimos. A la difusión de la historia y la protección del medio ambiente en el audiovisual estará dedicada  la Convención de Radio y Televisión Cuba 2015, que habrá de celebrarse en el mes de  octubre del venidero año.”

(Tomado de El Caiman Barbudo)

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