Su necesidad de construir un modelo que cada vez capte la mismidad como nación, sin perder de vista las confluencias e interinfluencias con lo exógeno

Los desafíos de los acercamientos al debate sobre los medios de comunicación, la identidad cultural y la recepción de noticias nos remiten a: generar trabajos que permitan al grupo descubrir y hacer evidente el lugar que ocupa la radio y la televisión en la vida diaria de los consumidores y el valor simbólico que estos representan.

Además, urge confrontar a la radio y la televisión con otras formas de entretenimiento, información y cultura con el fin de ayudar a sacar a la luz los mecanismos mediante los cuales se da reconocimiento con actores, situaciones, historias o personajes que visualizan o escuchan.

 

De igual modo, resulta necesario descubrir los ejes narrativos en las series y producciones, abriendo espacios experimentales, donde los receptores puedan construir sus propias historias, y confrontarlas con las que vienen de los medios masivos.

La televisión ha conjugado desde sus orígenes la construcción de un imaginario social configurado desde los cimientos tangibles o al menos notorios (dígase guión, iluminación, imagen, sonido, movimiento de cámara, dramatizados, etcétera).

El imaginario colectivo de las familias se conforma actualmente con la irrupción de las imágenes y con la impresión que estas hacen sobre nosotros. Al espectador no le importará el caos televisivo en el cual está sumergido un equipo de realización, pero sí le interesa el impacto en pantalla, ante un espectador que cada vez es más crítico y activo a la hora de establecer los vasos comunicantes entre imagen, sonido y vida cotidiana, impresiones que varían de acuerdo a la dinámica del entorno que viva un determinado individuo.

De ahí que la dinámica de la televisión es más evidente desde el espacio de los receptores, y lo que el horizonte de los sentidos de estos decide sobre lo que se visualiza y se escucha, lo cual sitúa la propia creación de la producción televisiva en una situación movilizadora.

En esa dinámica, la televisión de la Cuba actual se ha insertado en esas diatribas identitarias culturales1, donde nuestro empeño debe ir encaminado a construir un modelo televisivo que cada vez capte la mismidad como nación, sin perder de vista las confluencias e interinfluencias con lo exógeno, pero sin entrar en el concierto ingenuo de la televisión como contenido cultural del poder hegemónico de Occidente y sus transnacionales televisivas que moldean lo que se ve y se escucha por sus públicos.

Una de las travesías identitarias a la hora de abordar los derroteros vigentes en nuestra televisión, la definió la investigadora Mayra Fraga Echegoyen, al situar las coordenadas de la acepción programación:

En la búsqueda de un acercamiento al concepto de programación se constata la gran variedad de elementos que se subrayan para definirla como, la actividad mediadora que se realiza para ajustar la oferta comunicativa y los intereses políticos e ideológicos del emisor, a las disponibilidades (recursos, tiempo social), particularidades y preferencias de los diferentes públicos. Como fenómeno complejo la programación va unida a la cultura y a los hábitos sociales que en ella se generan en determinado contexto económico, político, social y cultural.2

Tales claves teóricas las empleó el estudioso Gerardo Calderín Gaínza, para recrear en su libro la siguiente movilidad televisiva actual: “[...] durante los últimos 8 años se ha producido un voluminoso crecimiento de canales al surgir los dos Canales Educativos, el Canal Habana, 17 Canales Municipales como un hito en el desarrollo televisivo, surge el Canal Multivisión las 24 horas y CV pasa a transmitir las 24 horas al día”.3

Pero ante este crecimiento cuantitativo y cualitativo que tiene la TV nacional, el cual es meritorio, el citado investigador Gerardo Calderín nos anuncia deficiencias que aún persisten en el escenario televisivo actual:

Se aprecia la alteración de la oferta que impone al ritmo televisivo la constante violación de los horarios y cambios continuos en la parrilla; decrece el equilibrio entre los programas de carácter informativo, formativo y de entretenimiento.

Sobresale el incremento considerable del por ciento de reposición, por ejemplo desde las 6:30 a.m. y hasta las 12 m que se tomó como muestra, se contaron 36 espacios, comprobándose que la cuarta parte de estos se reiteran.

La producción nacional se reduce y se hace más extensa la presencia de productos extranjeros. Se observa una tendencia a la homogeneización de la oferta televisiva, a través de una disminución de la variedad de los formatos utilizados.

También es significativo en la parrilla el uso de nombres con cierta similitud para programas diferentes.4

De ahí que nos urge revisitar las convergencias y divergencias del imaginario social en las urgencias de la televisión cubana contemporánea, la cual atraviesa de manera irreversible por el reclamo del reconocimiento y la legitimidad de los actores sociales desde la óptica de su representación simbólica en los corrimientos identitarios y los proyectos mediáticos que se elaboren, donde se recurra a un espacio de debate cultural y artístico examinado por los públicos.

La televisión cubana, al poseer además la actividad cinematográfica, tiene la misión de brindar un servicio público a la población, mediante un camino de reformulaciones sistemáticas que permitan mejorar y desarrollar los criterios para la selección de las películas; ante la encrucijada de poseer filmes de producción extranjera que, por supuesto, reconfiguran los horizontes de sentido del imaginario colectivo de las familias cubanas.

El proyecto cultural televisivo cubano no puede acometer una cruzada contra las producciones extranjeras, diseñadas a la circulación y reproducción de la actividad de consumo, sino que debe establecer estrategias discursivas que establezcan el necesario equilibrio entre una posición crítica de las audiencias sobre lo que se brinda por la televisión, la creatividad y la potencialidad artística de nuestros realizadores y la identificación-diferenciación con las situaciones y necesidades de nuestras familias televidentes de manera concreta.

De ahí que constituya una urgencia en la agenda televisiva actual el juego dialéctico con el recurrente entretenimiento, siempre solicitado también por la población cubana, pero desde la óptica de sólidas propuestas estéticas y éticas.

En el terreno televisivo, el espacio cinematográfico debe renovarse atendiendo a: la  capacidad crítica de los espectadores y a su autonomía para interpretar los contenidos de los mensajes; a la educación cinematográfica desde los recursos de una educación para la comunicación, como variable estratégica en los procesos de educación ciudadana.

También debe atender a la alteridad u otredad de los receptores, desde una mirada holística e integradora que asuma los referentes de construcción de la ciudadanía como base de la sociedad civil; así como a la propuesta de una estrategia cultural que cuente con las condiciones sociales e individuales en las que se produce el consumo.

No es, por tanto, casual el desarrollo de los estudios acerca de la programación cinematográfica por parte del Centro de Investigaciones Sociales del ICRT. Dichos análisis -la mayoría de carácter exploratorio- brindan una panorámica general del público cinematográfico y evidencian un problema científico desde la presencia de asimetrías funcionales que pueden crearse entre las demandas de los públicos y las intenciones de los emisores.

Quizás una de las causas de las bajas audiencias en los espacios cinematográficos destacados sea la presencia del consumo audiovisual alternativo como emergencia cultural, lo cual se convierte en una de las paradojas que posee el universo mediático contemporáneo, donde el cuestionamiento de la legitimidad televisiva atraviesa un horizonte cada vez más contradictorio.

Los análisis sobre lo alternativo son a veces ambiguos y denotan posiciones extremas, desde los que están a favor, como los que lo satanizan y se aterran, tan solo con pensar en su existencia. Es imposible agrupar bajo un molde rígido y esquemático la pluralidad de posiciones existentes en la actualidad en los acercamientos al impacto del consumo alternativo o informal.

Sin embargo, una mirada al conjunto de propuestas nos permite determinar como tendencias generales: enfoques críticos de orientación marxista; enfoques de carácter instrumental, tecnocrático; estudios socioculturales5.

La primera propuesta, basada en la teoría crítica de orientación marxista, pretende dar respuesta a interrogantes tales como: ¿Posee o no, el consumo alternativo, en su interior alguna transformación?

De ser así, ¿qué transformaciones sociales genera esta novedosa variante de producir, promocionar y compartir saberes? ¿Qué nuevos imaginarios simbólicos se construyen en los sujetos?

Las respuestas apuntan que lo alternativo reproduce no solo el imaginario individual y colectivo en el interior de las familias cubanas, sino también sus paradigmas de movilidad desde las lógicas del valor del mercado y con los dispositivos de poder de las estructuras de expansión de la globalización neoliberal.

Es meritorio destacar la disparidad de posiciones, desde la crítica pesimista que imposibilita la conformación de una propuesta teórica y práctica ante esta nueva mediación cultural y su impacto social. Por otra parte, esta corriente se basa en el razonamiento de carácter reflexivo e interpretativo, con poca investigación empírica.

En el campo de la propuesta de corte instrumental y tecnocrático, se tiende a ver lo alternativo desde las ventajas o desventajas y las aplicaciones que los sujetos le dan desde el uso de los distintos soportes, como los USB, MP3, CD, DVD, entre otros, y las encrucijadas en que se encuentra la propuesta audiovisual formal, cada vez más amenazada.

La propuesta de los Estudios Culturales es más integradora, ya sea desde su visión norteamericana o desde la perspectiva de los estudiosos latinoamericanos, pues se busca un equilibrio entre las posiciones teóricas y las investigaciones de corte empírico.

Aquí podemos apreciar el consumo alternativo como una nueva expresión de la sociedad civil, un nuevo estilo de vida cotidiana, una nueva mediación cultural que atraviesa por las marcas identitarias de gustos, preferencias, niveles de escolaridad, género, zonas geográficas, entre otras en el universo de las familias.

Otra problemática del consumo alternativo es la velocidad con que se expande en los corrimientos del imaginario social actual; la descentralidad con que opera, pues es desde las prácticas de la vida cotidiana de los receptores-consumidores, a partir de la espontaneidad de los sujetos y los vínculos afectivos entre amigos, conocidos, familiares, que se construyen las vías informales de circulación de los productos audiovisuales.

La proliferación del consumo alternativo reconfigura los códigos identitarios del sentido de la ciudadanía. Si recordamos que “las identidades se forman, pues, en virtud de procesos discursivos, entendidos como lugares de producción y reproducción de experiencias, es decir, aquellos lugares en los que los textos y los contextos se vuelven a articular en relación con el conjunto de las actividades sociales”.6

Aquí las disparidades entre la ciudad o lo urbano con lo rural, condicionan un espacio de diversas maneras de ser, expresarse y convivir. Al mismo tiempo, observamos la configuración de una ciudadanía global que expresa inéditos modos de representación y participación colectiva desde las esferas de lo transnacional y lo local.

Con la globalización neoliberal el modelo de racionalidad sufre fracturas evidentes, apreciables en la pérdida de valores tradicionales y de las maneras de expresarse el sujeto, donde en muchos casos la enajenación y la banalidad cuestionan el imaginario colectivo e individual.

La polémica identitaria sobre el consumo alternativo y su incidencia en el seno de las familias en la Cuba actual, no debe centrarse en llevar a cabo una campaña contra el fenómeno, que parece que llegó para quedarse, sino en buscar las estrategias comunicativas que permitan la construcción de sentidos, de experiencias enriquecedoras y saberes.

En tal sentido, la familia y la escuela juegan un papel primordial a la hora de educar las maneras de seleccionar lo provechoso para los individuos y sus capacidades de discernir entre lo banal y lo productivo para su crecimiento espiritual.

Las diatribas identitarias del consumo informal deben someterse a debates y contrapunteos a través de la creación de espacios de discusión para la población, quizás desde el escenario de la comunidad y sus variantes de interacción entre los receptores-consumidores, sin olvidar nunca la libertad de estos para resemantizar su mundo simbólico desde las propias interpretaciones de los mensajes y, por tanto, sus posibilidades para resistirse a las imposiciones de códigos o juicios de valor.

 

Referencias:

1 Véase para profundizar en el tema de la historia de la televisión cubana, los artículos de Mayra Cue Sierra, publicados en el Portal Cubarte. También pueden consultarse los estudios sobre los dramatizados de Nelia Casado y Elizabeth Vergara, del Centro de Investigaciones Sociales del ICRT; así como las ponencias y presentaciones de expertos en la temática televisiva como: Magda González Grau, Roberto Ferguson, Elena Palacios, Freddy Domínguez, Ivette Vila, Eduardo Vázquez, Mario Masvidal, Jacqueline Venet, Guille Vilar, Víctor Fowler, Pedro de la Oz, Sahily Tabares, Jorge Molina, Maité Díaz, Carlos Díaz, Dean Luis Reyes y los acercamientos de especialistas como: Mayra Espina, Isabel Moya, Dianelys Santanilla, Yanet Martínez, Paquita de Armas, Norma Gálvez, entre tantos otros imposibles de enumerar en este apartado.

2 Mayra Fraga Echegoyen: “La programación Televisiva del 2008, una aproximación a su análisis y estudio”, citado por Gerardo Calderín Gaínza: La radio y la televisión cubanas en sintonías con sus públicos, Centro de Investigaciones Sociales del ICRT, Imprenta Alejo Carpentier, 2008, p. 68.

3 Gerardo Calderín Gaínza: La radio y la televisión cubanas en sintonías con sus públicos, Centro de Investigaciones Sociales del ICRT, Imprenta Alejo Carpentier, 2008, p. 68.

4 Ídem.

5 Véanse para profundizar también los análisis de estas tendencias con relación a Internet en: Víctor Manuel García y Margarita Alonso. “Internet: objeto de estudio de la Comunicación”, en Colectivo de Autores. Comunicología. Temas actuales, Editorial Félix Varela, La Habana, Cuba, 2006.

6 Roberto Grandi: “Texto y contexto en los medios de comunicación”, Bosch, Barcelona, 1995, en Colectivo de Autores. Comunicología. Temas actuales, Editorial Félix Varela, La Habana, Cuba, 2006, p. 129.

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