Los personajes provenientes de los medios de comunicación representan, para la infancia, sólidos patrones de identidad y conducta.

Mucho se ha escrito y debatido acerca del alcance social de las tramas y los personajes mediáticos.

En el caso de las niñas y los niños esta influencia audiovisual se torna mucho más poderosa, toda vez que aún están en formación los rasgos psicológicos y emocionales de su personalidad.

 

Entre las decenas de personajes a los que diariamente están expuestos los niños de hoy, sobresalen muchos que, sin haber sido concebidos para la infancia, ocupan un lugar preponderante dentro de sus preferencias.

De esta manera, muchos actores, cantantes, presentadores y modelos devienen ídolos de culto entre los más pequeños.

Habría que preguntarse hasta qué punto estas figuras mediáticas representan a los que están del otro lado de la pantalla. ¿Por qué alcanzan estos altos niveles de popularidad? ¿Qué encuentran los niños en ellos? ¿Cómo intervienen en la construcción de su imaginario social?

Para la reconocida especialista internacional Maya Götz, “cuando se les pregunta sobre sus personajes favoritos, los niños y niñas tienden a preferir personajes de su propio sexo, si bien algunas niñas seleccionan personajes masculinos como sus preferidos. Los niños y jóvenes, por lo general, escogen personajes de su propio origen étnico”.

Sin embargo, numerosas investigaciones sobre el consumo audiovisual en la infancia señalan, cada vez con más fuerza, la elección de figuras y familias caucásicas como modelos mediáticos de belleza, distinción y buena conducta.

Obviamente este es un asunto cuyo epicentro son las identidades personales y colectivas, las cuales son reflejadas, interpretadas y resemantizadas en los medios de acuerdo con múltiples causas artísticas, comerciales, políticas, ideológicas, etc.

En 1996 la investigadora Cynthia Hoffner realizó un valioso estudio con 155 niños entre siete y 12 años de edad, a los cuales les pidió que mencionaran sus personajes favoritos y precisaran los rasgos que más admiraban en ellos.

De modo general las características más citadas fueron el atractivo, la fortaleza, el humor y la inteligencia.

En este sentido resulta provocadora la interrogante de Maya Götz: ¿cómo podemos medir lo que es realmente importante para los niños sin volver a definir los programas que se ofertan?

Es aquí donde yo me pregunto: ¿en qué medida la programación cubana dirigida a niños y jóvenes realmente los representa? ¿Hasta qué punto se estudian los intereses y demandas de este público antes de escribir los guiones y hacer la propuesta?

En los últimos meses hemos sido testigos de la retransmisión de buenos productos comunicativos como ¡Mucho ruido!, Los pequeños fugitivos y Adrenalina 360, entre otros.

Sin embargo, aún es insuficiente la variedad y calidad de programas destinados a los niños y jóvenes cubanos, en su más alto espectro de edades, razas, grados de escolaridad, preferencias y motivaciones.

En estas etapas de la vida los personajes televisivos, cinematográficos y los procedentes de los videojuegos constituyen fuentes de diversión, experimentación y autoconocimiento y, además, devienen medios para comprender el mundo.

De ahí la necesidad de diversificar esos patrones visuales, con el objetivo de hacer más inclusiva y más cercana al espectador la realidad propuesta en la pantalla.

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