Victor-Hugo Morales

Mentiría si no confesara de entrada que la pasada semana la viví muy tensa. Por una larga historia que comenzó con el programa televisivo De zurda, de Telesur,  he tenido el placer y el honor de ser amiga vía electrónica de Victor Hugo Morales (VH). Pero él es un uruguayo aplatanado en Argentina, y  casi todos, hayamos leído o no La tía Julia y el escribidor  de ese gran  escritor (y detestable político) Mario Vargas Llosa, tenemos algún prejuicio con la arrogancia atribuida a los argentinos, diría que al  sur del continente. Yo no soy una excepción: mucho más si  ese personaje  tiene el lustre de ser considerado el mejor conductor de fútbol de iberoamérica.

A eso se añade que cada día crece más su producción de libros contra el liberalismo, sus enemigos  (los tiene y muy poderosos) no cesan de inventar infamias,  así que es un interlocutor ideal para conversar de la América toda. También de música, uno de los grandes placeres que disfruta en esta existencia, literatura, pintura…

En vida de Antonio Moltó, mi querido presidente de la Unión  de Periodistas de Cuba, un  día, hablando de temas variopintos,  le comenté por qué VH no había recibido la distinción Felix Elmusa si es un gran  admirador de Cuba y excelente periodista. Me pidió que le hiciera por escrito una propuesta y no vacilé en redactarla. Es fácil escribir una síntesis biográfica de un hombre que tiene más de medio millón de referencias en INTERNET y que ya había entrevistado (vía email) en dos oportunidades. Él lo hizo dos veces conmigo por radio, a raíz de que Fidel pasara a otra dimensión. Fue un diálogo a lágrima viva y ese mismo día recibí decenas de solicitudes de amistad en Facebook desde Argentina. No es un  índice de audiencia irrebatible, pero sí de que VH es muy seguido.

Un  día apareció en mi casa Martín Grifo Ignómata con la propuesta de hacer un documental sobre Cuba luego de la partida de mi gran amor infantil. El conductor sería VH quien le había sugerido que hablara conmigo. Para la fecha prevista no pudo ser y luego cuando ya todo estaba listo, mediante decenas de correo intercambiados,  llegó el Huracán  Irma y paró un proyecto que para mí es muy importante: es mi aporte personal  al CABALLO del que habló, como pocos,  Juan Gelman.

Dos meses atrás reviví lo de la distinción Felix Elmusa. Mis amigos Aixa, Baby y Joel (García), de la presidencia de la UPEC, me pidieron que les reenviara la argumentación de la propuesta. Lo hice y si, lo aceptaron, pero venía lo difícil: la organización gremial no tiene presupuesto para pagar pasajes y hospedaje dirigidos a esos fines. Grifo me decía que VH es un  hombre de gustos modestos y que su gran pasión es la comida.

Recurrí a  otro amigo, Abel, ese escritor  que puso a volar un gato; él le pasó la tarea a Fernando el erudito en cosas de revoluciones, y se resolvió el hospedaje. Le pregunté a VH que deseaba hacer y fue peor “lo que tú dispongas”. Lo único que sugirió fue estar cerca del mar en algún momento. Le transmití que debía hablar en el acto del reconocimiento, y me respondió que padecía de timidez. Al fin lo convencí.

Quería que Abel y él conversaran. El único huequito libre que tenía el primero era el viernes por la noche,  luego de que le impusieran la distinción Felix Elmuza a mi amigo argentino. Así que con cierto terror organicé  una cena,  por aquello que me dijo Grifo de que VH siente devoción por la comida.

Así las cosas llegó el viernes 24, en el aeropuerto Grifo tirando fotos. Hacer registros es su gran pasión y yo molesta, no me gusta, pierdo naturalidad. Saludé a un corajudo luchador contra la opresión y a un amigo incondicional de Cuba. Era la sencillez y dulzura hecha persona, me reí  a lo interno de Vargas Llosa.

En el memorial, donde se encontró con Mateo Grille, también condecorado,  quedó impresionado de la belleza del lugar, habló y un cerrado aplauso casi no lo dejó terminar. Luego de que le pusieran la medalla lo felicité y sí: estaba helado, no es lo mismo hablar a la cámara o al micrófono que en público. Entonces empezaron, grabadora en mano, las entrevistas de mis colegas.

Le había prometido a Iroel que VH le concedería la entrevista para La pupila asombrada, allí en el memorial.  Este ingeniero por graduación, ideólogo por naturaleza, hombre de un solo discurso,  publicó,  para descargarlo digitalmente,  el libro Mentir a diario: Despidos, estafa  mediática y entrega del país en la Argentina neoliberal de Mauricio  Macri. Victor Hugo Morales en contrapunteó con Mateo Grille.  Allí Iroel, en ese lugar lleno de símbolos,  estaba embobado mientras Karen hacía las preguntas con el Che y la Plaza de la Revolución de fondo.

Luego la cena: modestia a un lado, estuvo bien. Participó Lily, la encantadora esposa de Abel, que hizo frente femenino común conmigo. Las torrejas y la ensalada recibieron aplauso unánime,  yo realmente lo que más disfrute fue comer un pedazo de lechón asado con lechuga, faltaba el casabe para un sándwich taíno. Abel, VH, Mateo, Grifo que trajo wisky y vinos, Lily, todos hablamos como sucede en estos casos: de lo divino y lo humano

El sábado un  gran amigo, Joel, me facilitó su carro para ir a Varadero. Enrique el experimentado chofer, manejó como los dioses.  Aparecieron buenos puros, como le dicen al mejor tabaco del mundo, el cubano. VH no resistió darse un chapuzón. Yo, ¡ni muerta!,  en noviembre  hasta en Varadero el mar se encrespa.  Le comenté a VH que su tocayo en  ese monumento literario, Los miserables, ofrece una definición  que me impactó sobre el mar: lo compara con lo insondable  que es el alma humana. El mar puede  acariciar, rugir, arrasar,  cantar, gritar… y yo lo venero como seguidora de Yemayá (no de Poseidón), pero lo respeto.

La noche fue de jazz, a sugerencia del vidente 20/20 Joaquín, que en música y noches habaneras es un experto. En L'Elegante del Hotel Riviera disfrutamos de la descarga de Osdalgia, una mujer que gusta  cantar números pocos conocidos, sabe hacerlo, lo explica con gracia y sensualidad,  acompañada  por  Emilio Martini Trío, un guitarrista de primera línea, además de otros dos músicos, que tocan algo de jazz, con son, y hasta rumba.

El domingo día de elecciones. VH visitó dos colegios, le expliqué nuestro proceso y de ahí fuimos a La Habana. La galería de Ares, identificada por Grifo, ¡Ares, mi gran amigo!, el Dr Aristides Hernández,  un excelente siquiatra y tan buen caricaturista, que  con su obra sedujo a VH. Fue una lástima que el tiempo resultara tan poco porque nos invitó a ir a su casa pero seguimos… en busca de un mojito en La bodeguita del Medio. Lleno a tope, y muy temprano para tomárselo, lo compartimos.  Y como en el restaurant estatal  El patio nos dijeron que se demoraban  (¿por qué?), al doblar en una paladar nos atendieron de maravilla.

VH hizo una llamada que no podía faltar a Natalia Bolívar, su admiradora,  que no pudo ir al memorial, pero quería al menos saludarlo. Luego el debate que nunca falta: la pareja, el matrimonio, la lealtad, la infidelidad,  yo, cubana, que tengo mi opinión sobre el machismo, y ellos, argentinos,  sin entender muy bien esta realidad otra, que vivimos en mi maravillosa isla. ¡Que falta me hubiera hecho Lily allí!.

De nuevo El Hotel Nacional con ese olor a Festival de Cine, a  cantantes, actores, actrices que han pasado por allí, con esa arquitectura singular, algo vetusta, y el mar frente, en apariencias tranquilo.  Los ojos azules de VH no mentían: la pasó bien, fue el objetivo de todos los amigos que unimos  esfuerzos para que así fuera. Pienso que se llevó a  Cuba una vez más en sus ojos.

Llegó Rosa Miriam, una de las profesionales que más respeto, miembro de la presidencia de la UPEC, que  nos llevó hasta el aeropuerto.  Hoy cuando llueve a cántaros, el agua llegó 48 horas después de anunciada, tanto que le sugerí a VH que trajera un buen paraguas, me llama mi amigo Joaquín, un consumidor voraz de la radio,  y me dice que Mateo  le contó anoche a Arleen, en su programa radial, detalles de la cena, de la entrega de la distinción, en fin de todo esto que he querido compartir con los lectores de este sitio. 

Espero que la próxima crónica sea sobre el rodaje de ese documental  que todos los implicados vemos como un homenaje a Fidel. A propósito fue duro estar en el Riviera a un año justo de  que partiera.  Me consuela pensar que de alguna manera estaba allí, en cada buena nota de música y en el recordarlo de todos nosotros sin decirlo.

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