Entrevista con la carismática actriz y locutora

Si tuviéramos que definirla con una palabra elegiríamos, definitivamente, comunicativa. Aunque nuestra cita era ya una deuda pendiente aplazada por esos azares y contratiempos de la cotidianidad, bastaron unos pocos minutos de conversación para percibir que la espera había merecido la pena.

Enseguida se percibió el cariño, la admiración y el tono entrañable. Locuacidad, sencillez y carisma se unen en esta joven actriz y locutora que se define a sí misma como una persona perfeccionista, autocrítica e inconforme.

Ariana, con su naturalidad y desenfado, se dispuso a compartir sus reflexiones sobre su vida profesional y personal.

¿En qué momento supiste que estabas ligada al arte?

- Yo no quería ser actriz. De niña practicaba ballet y gimnasia. Recuerdo que mi papá me preguntó si quería actuar o estar en algún grupo de teatro y yo le dije que no porque no me gustaba. Fue a los 15 años aproximadamente que me empecé a interesar por el tema, para ese entonces ya estaba vinculada a la locución radial.

“Entré al grupo de teatro Olga Alonso donde estuve tres años y aprendí mucho porque es una escuela teatral de categoría nacional para jóvenes actores. Luego entro a la televisión con el programa musical A moverse, como presentadora me sentí muy cómoda pues ya tenía cierta experiencia como locutora y dominio escénico, conocimientos de lingüística y dicción.

¿Cómo fue ese primer salto al medio televisivo en la telenovela “Destino prohibido”?

- A Jesusa [el personaje] le tengo mucho cariño porque, además de ser mi primera experiencia como actriz en televisión, tiene mucho que ver conmigo, nos parecemos. Exigió mucho de mí, tuve que ir aprendiendo sobre la marcha cómo se hacían las cosas en este medio.

“Mi formación teatral me permitió alcanzar un nivel de concentración alto para representar a este personaje que tenía un drama muy fuerte y una psicología bastante complicada. En ese momento yo también estaba atravesando por situaciones sentimentales que me ayudaron a involucrarme mucho más con el personaje y el público”.

¿Cuánto puede aportarle una carrera como la que estudiaste (Ciencias de la Información y Bibliotecología) a tu actual profesión?

- La Bibliotecología te brinda herramientas para manejar la información, te da mucho acceso a ella y tanto para la actuación como para la locución es fundamental porque te ayuda a buscar, investigar y clasificar la información.

“Por ejemplo, a la hora de montar un personaje utilizo muchos métodos que estudié en mi carrera: la observación, la búsqueda, el análisis y a partir de ahí puedo darle forma a mi interpretación y comprender mucho mejor a la persona que voy a representar”.

Hay conductores que impostan una actitud que los hace desprenderse de su propia personalidad. ¿Tiene la locución un poco de actuación también?

- Los locutores no son personajes. Yo creo que un locutor es esencialmente de la misma forma en todos los ámbitos, o así debería ser. No creo que haya que inventarse un personaje para llegar a la gente. Mientras más natural, espontánea y comunicativa seas, más objetivos logras en los oyentes.

“Ambas profesiones tienen puntos de contacto pero no me gusta mezclarlas. En la actuación tengo que dejar de ser yo misma para convertirme en otra persona a través de psicologías y características determinadas. En la radio, haciendo locución, soy Ariana, converso con familiaridad.

“No obstante me obliga a perfeccionarme cada día más en cuanto a la dicción, la improvisación y a tener un bagaje cultural lo más amplio posible que me permita poder entrevistar a gente de todas las ramas. Me siento segura en ambas profesiones porque una le aporta a la otra”.

¿Qué te haría rechazar un personaje?

- Un mal guion. Si mi personaje está bien fundamentado, tiene motivaciones, intereses propios, altibajos dentro de la trama, características que lo hagan creíble… no lo pienso dos veces. Sin embargo, está la cuestión económica que nos afecta a todos y obliga a veces a pasar por alto algunas cosas. Por suerte me han tocado personajes carismáticos con los que el público se identifica y bien escritos. Eso lo he sabido aprovechar.

¿Temes al encasillamiento?

- Me aterra ser víctima del encasillamiento. En las telenovelas (“La cara oculta de la luna”, “Polvo en el viento” y “Bajo el mismo sol”) me han tocado roles con muchos puntos de contacto, todos tienen valores un poco distorsionados. Tanto Yamina (“La cara…”), Mónica (“Polvo en el…”) como Roxana (“Bajo el…”), podrían verse como personajes marginales, sin embargo yo nunca los vi así. Tuve que comprenderlos para poder defenderlos.

“Descubrí que cada uno tenía sus razones para ser como eran y hacer las cosas que hacían. En Tras la huella también me han tocado mujeres con trastornos del comportamiento. Por eso tengo miedo de que me estén encasillando en ese tipo de personajes y que me ofrezcan siempre roles conflictivos, carentes de valores, con bajo nivel cultural. Me gustaría que los próximos proyectos televisivos que me propongan no tengan puntos de contacto con los anteriores”.

¿Lo que más disfrutas?

- Estar a solas conmigo misma, la tranquilidad, soy una persona un poco ermitaña. Disfruto ser sincera aunque en ocasiones me traiga problemas, adoro los niños y los perros. Me encantan los retos profesionales. Y me gusta mucho conversar. Ya se habrán podido dar cuenta de eso.

Un proverbio español reza: “Nadie salió actor de una academia si no lo era cuando entró”. ¿Crees que el actor nace o se forma?

- Según Humberto Rodríguez, uno de los mejores profesores de actuación que he tenido, el actor tiene que nacer actor… La experiencia me ha demostrado que es cierto. La actuación se lleva dentro, la escuela solo te ayuda a perfeccionar las técnicas e ir moldeando ese talento natural. A veces me doy cuenta cuando camino por ahí, que hay grandes actores por la calle que no saben que lo son.

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