A principios de los años 80  yo trabajaba en la Revista Somos Jóvenes. Sacaríamos un texto sobre la importancia de realizar ejercicios sistemáticamente y decidimos armar una suerte de foto reportaje con Rosita Fornés.

Sino me equivoco Caridad Carrobello fue quien escribió el texto, lo que sí recuerdo es que Argel Gomez tiró las fotos. Decidimos hacer un afiche y yo fui con Argel por conocer, de cerquita, a la primera vedette de Cuba.

Cuando llegamos por la mañana, Rosita nos dijo que a esa hora no. Lo expresó sin asomo de petulancia y más o menos explicó: “a esta hora aún tengo rastros de las cremas que uso y para una foto en colores se debe estar lo mejor posible. Es mejor sobre las cuatro de la tarde”.

Me enseñó la casa y una sencilla vara, como las del ballet, puesta en la pared, donde ella hacia los ejercicios. Las fotos, en blanco y negro  en ese sencillo equipo, ya estaban hechas, seleccionadas y listas para publicar, pero faltaba la del afiche. A propósito, a voz populi, se decía que Rosa tenía un  imponente gimnasio: nada más lejos de la realidad.

Regresamos dos o tres días después, ella  ya estaba lista y con naturalidad le dijo a Argel “mi lado fotogénico es este, si la tiras al otro quizás tendrás que repetir las imágenes.”

En aquel instante  mi respeto por la profesional creció mucho.  Me di cuenta que Rosita era muchísimo más que una mujer atractiva, era, es, de los artistas que hasta durmiendo inspiran admiración.

Unos cuantos años después de aquel hecho, la actriz me dio otra lección. Mi madre estaba en un círculo de abuelos en Playa, y cuando llegó a la casa me dijo que había actuado para ellos “la rubia esa que tú respetas porque dices que se quedó en Cuba cuando podía haber triunfado en cualquier lugar”. Me tomó un poco por sorpresa,  ya no le creía todo, Mima iba perdiendo la lucidez. De momento no sabía de quien me hablaba hasta que incrédula le pregunté “¿Rosita Fornes?” y exclamó “¡esa misma!, cantó, regaló unas cosas e hizo cuentos de cuando ella empezó”. Desde entonces para mi madre Rosita era “su amiga”.

Averigüé con la directora del círculo  y la gran estrella accedió a ir sin ni siquiera pedir que le mandaran un carro, y mucho menos cobrar un centavo, porque evidentemente Rosalía Palet Bonavia, nacida en Nueva York, en 1923, hija de un catalán y una  madrileña, criada por José  Fornes de quien llevó el apellido, es una grandísima actriz, pero sobre todo un ser humano excepcional que se hizo cubana por decisión propia. Su bondad, auténtica, la ha mostrado en diversos lugares como el leprosorio de San Lázaro.

A los 15 años de edad, triunfó como cantante en La Corte Suprema del Arte, hecho que le abrió el camino a su debut como actriz en el largometraje Una aventura peligrosa (1939) dirigido por Ramón Peón. Pero su primer gran triunfo  fue con la obra  El asombro de Damasco, en 1941.

Fundadora de la televisión cubana, tiene una vastísima obra en dramas, comedias, musicales y conductora. Fue y es una actriz muy querida en México, donde compartió papeles  con Joaquín Pardavé, los hermanos Soler, Luis Aguilar, Jorge Negrete, Pedro Infante, Tin Tan, Resortes, Marga López, Marií Victoria, entre otros artistas.

Se enamoró de Manuel Medel en el hermano país  y tuvo a su hija, Rosa María, también actriz. Su regreso a Cuba le depara un  regalo: el amor y consagración  de un  galán: Armando Bianchi, que la acompañaría en el teatro, cabaret, en  diversos lugares y que, muerto en un accidente,  la deja sola, en los 80. Algunos creían que había acabado su carrera, pero se levantó y siguió su paso de entrega al arte.

En el filme Papeles secundarios, al decir del critico Norge Espinosa “Cuando la Fornés se mete en la piel de Rosa Soto, estrella del Teatro Principal de La Habana, regala un golpe con mano enguantada a los que pensaban que no sería capaz de asumir un rol de carácter. Había probado que era capaz de ello, en los escenarios y en sus apariciones en obras de teatro grabadas para la televisión. Pero ahora se ponía a las órdenes de un joven director, Orlando Rojas, y su personaje en Papeles secundarios era un claroscuro que en la atmósfera viciada de las bambalinas, resistía embates con sus mañas de gran sobreviviente. Rosa Soto es una mujer de infinitos matices, en lidia con los jóvenes que quieren cambiarlo todo y la ven como una reliquia, pero también con otros que quisieran desplazarla por motivos aún más mezquinos. Su actuación es brillante. Dejó a los predispuestos con la boca abierta”.

Durante una larga entrevista con Amaury Pérez Vidal, en  el programa Con dos que se quieran, nace este diálogo:

Amaury Pérez. Cuando Rosita se acuesta por la noche y se levanta, ¿de qué país es?

Rosita Fornés. Te voy a decir una cosa. Yo he recorrido casi el mundo entero, al menos una gran parte y siempre voy como artista cubana. No voy como artista americana ni hago alarde de nada de eso. Voy como una artista cubana y así me conocen en todos los países que he visitado.

Amaury Pérez. Y es que has vivido en todas partes.

Rosita Fornés. Claro, he vivido además en todas partes. Viví en México y la declaré mi segunda patria porque México me dio mucho, muchas cosas artísticamente. Me nombró la primera vedette de México. Era la primera vez que hacían eso. Después me nombraron la primera de América, eso se lo debo a los mexicanos. Y vaya, estoy agradecida a todos esos lugares y puedo decir que sí, que he pertenecido a unos y a otros, pero soy artista cubana, aunque no haya nacido en Cuba. Porque aquí fue donde me crié y aquí fue donde me formé.”

Merecedora de numerosos premios y distinciones, en Cuba y en el extranjero, entre ellos: Premio Nacional de Teatro en 2001, Premio Nacional de Televisión en 2004, Premio Nacional de Música en 2005, Orden Félix Valera en 2005, Orden del Mérito Civil de España, otorgado por el Rey Juan Carlos en 2011, Rosita tiene el premio que mas anhelan los artistas: la admiración de su pueblo.

Por eso  este sencillo homenaje: unas líneas cuando en el 2019 se cumplen 80 años del debut artístico y faltan menos de cuatros para que llegue a la centuria, no  Rosalía Palet Bonavia, sino Rosa Fornes, Rosa de Cuba.

 

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