Acercamiento al guionista y director de radio y televisión Alberto Luberta Martínez, Artista de Mérito del Icrt

Tal vez la avidez por la escritura y el amor por la dirección de actores, heredados de sus padres Alberto Luberta y Caridad Martínez, (ambos Premios Nacionales de la Radio), fueron los primeros y más importantes motivos que encontró Alberto Luberta Martínez a la hora de adentrarse en la magia de la radio y la televisión. Lo cierto es que para el recientemente galardonado Artista de Mérito del Instituto Cubano de Radio y Televisión (Icrt), luego de una experiencia de 12 años en la radio, la televisión abre para él un camino de aprendizaje y disfrute.  

Sí, después de este tiempo en la radio llego a la televisión, luego de presentar un proyecto de telenovela que nunca se realizó, pero motivó a que me invitaran a un curso de guion de televisión con el profesor Juan Losada. Luego me eligieron para escribir a ocho manos una telenovela junto a José Víctor Herrera, Serguei Svoboda y Eurídice Charadán, un proyecto que salió al aire tiempo después con el nombre Tiempos de amar y en el que aprendí muchísimo.

“Paralelamente a esto, a raíz de mi trabajo en el policiaco radial, me convidaron a escribir para el espacio Tras la huella, me inicié en él y con ello también llegó la dirección, pues ya me había graduado en la Facultad de Arte de los Medios de Comunicación Audiovisual (Famca) en el año 2000. El decano de esa institución por entonces era Jesús Cabrera, que luego fue director general de Tras la huella y me dio la oportunidad de insertarme en el equipo de dirección. Así comencé a dirigir mis propios proyectos”.

Y nunca más ha podido decir adiós a la dinámica de la cámara, la fotografía, la edición, a las largas e intensas sesiones primero de búsqueda de locaciones y, por supuesto, a las jornadas de grabación. De estos días que parecen interminables el mejor sabor que le queda es su propia definición de lo que para él significa la tv: “para mí la televisión es algo totalmente apasionante. Cada proyecto es un aprendizaje, un reto, por eso a cada uno me entrego con la idea de disfrutar el proceso, y procuro encontrar un equipo que pueda y sepa disfrutarlo conmigo, a pesar de los inconvenientes que surgen. Un equipo en el que, independientemente de las diferencias, todos seamos capaces de llevar adelante una misma obra y tener un mismo discurso. Ese es el criterio con el que enfrento cada proyecto que asumo”.

Al enfrentar tales experiencias, en muchas oportunidades Luberta Martínez ha alternado el oficio de ángel (el de escritor), con el de director, dos aristas indispensables de un mismo fenómeno y sobre el cual opina: “Conocer el oficio de escribir, como me dices, lejos de ser un desafío a la hora de dirigir es una ventaja. Siento que me ayuda muchísimo ser guionista en el momento de montar una escena, de analizarla, de editarla incluso. O sea, que no dejo de ser director cuando escribo ni viceversa, los dos oficios influyen el uno en el otro, afortunadamente, sin interferir”.

Respecto a sus proyectos inmediatos, el realizador y guionista explicó: “De momento, lo primero es esperar que pasen estos días difíciles que nos ha tocado vivir y cuando todo se normalice parece ser que trabajaremos en una comedia de situaciones escrita por Amílcar Salatti, que se titula Al habla con los muertos. Estamos en estos momentos en proceso de factibilidad y, si la situación lo permite, empezaremos la pregrabación en julio. Son 12 capítulos de 27 min y espero que al público le guste porque siempre asumir el humor y la comedia es algo muy serio, pero esperamos poder llevarlo a buen puerto. 

“Otro proyecto que había quedado detenido antes de la pandemia es Preguntas, con Eduardo Vásquez como guionista y Osvaldo Doimeadiós en el rol de conductor. Es un docudrama sobre la historia, de 12 capítulos también de 27 min. Ya hay una parte grabada, esperamos a que todo se restablezca para saber cómo continúa”.

Y mientras estos proyectos se reubican en el calendario, hay otros que se fijan en el orden de los anhelos de Alberto Luberta con tal fuerza que ya parecen tangibles. Uno de ellos es poder adaptar y dirigir obras de la literatura universal como Crimen y castigo, de Dostoyevski, o La ciudad y los perros, de Mario Vargas Llosa. Tampoco se perdonaría dejar de emprender una serie de ficción sobre el béisbol cubano. Ambas propuestas las imagina para la televisión, porque este medio que le ha acogido con respeto le devuelve tras su sonrisa, a veces caprichosa, la gratitud por contar con su talento e invención.

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