Cumplido 70 años de edad, con qué orgullo hablo de los primeros 70 años de la Televisión cubana. Y tanta satisfacción se debe porque esta ha sido una fiel compañera durante todas las etapas de mi vida.

No me van a negar quienes más o menos están cerca de esta edad, que no conservan en lo más recóndito de su memoria afectiva aquellos animados americanos, específicamente los “muñequitos de palo” con el espantapájaros y el cuervo o aquellos otros donde una bolita iba saltando de una palabra a otra en el texto de una canción. Otros recordaran con idéntica añoranza aquellas Aventuras protagonizadas por Miriam Mier y Frank Negro o hasta la puesta en escena de Mil Leguas de Viaje Submarino, episodios de Aventuras que hoy en día, nos preguntamos cómo fue posible esa capacidad para hechizarnos sin la utilización de ordenadores de última generación, para llegar a recrear en nuestras mentes, la mayor fantasía audiovisual posible de aquel entonces. Pero lo hicieron. Y así los recordamos.

Esta breve cita con la remembranza, nada más que la traemos a colación para reiterar que en cada uno de los millones de cubanos, cada cual tenemos un pedacito de nostalgia tomado de la Televisión al quedar profundamente prendido en los corazones. Incluso, hasta en los montes más intrincados, el campesinado cubano con el triunfo de la Revolución, constató la certeza que, desde ese instante, la televisión se hace también pensando en ellos.

De la misma forma que veían por primera vez en sus vidas los clásicos de la cinematografía universal o nuestros gustados espacios dramatizados, a la Televisión cubana le cabe el honor de haber sido el vehículo comunicacional de mayor trascendencia para hacer llegar al pueblo las alocuciones del Comandante en Jefe Fidel Castro desde los gloriosos momentos del triunfo revolucionario. Así, junto con la radio y los diferentes órganos de la prensa plana de nuestro país además de los noticieros del ICAIC, los archivos de la Televisión cubana constituyen un referente obligado para quienes quieran acercarse no solo a la historia de la épica revolucionaria sino también para descubrir sencillamente como éramos los cubanos desde los distintos ángulos de la vida en aquel memorable pasado.

No obstante, en esta especie de sincero homenaje a un medio que, como adulto mayor de siete décadas de edad, pues merece nuestro mayor respeto, vale el intento de tratar de distanciarnos emotivamente para responder a quienes solo la critican, aunque así y todo, no se sientan capaces de apagar sus telerreceptores.

Quizás lo primero que debamos de reconocer en consonancia con los principios éticos y estéticos revolucionarios, es que posiblemente la Televisión cubana constituya uno de los pocos canales de la televisión pública en el mundo, donde uno puede disfrutar de cualquier programa favorito, bien sea de una película o un concierto sin que estos sean interrumpidos cada quince minutos por una letanía de anuncios comerciales, hábitos propios de televisoras en la sociedad de consumo, que realmente para quienes no estamos acostumbrados a semejante práctica, nos molesta bastante.

Por otra parte, para el que ha viajado, descubre, por ejemplo, que hay canales europeos con una programación tan refinada desde el punto de vista artístico que, para cualquier cubano promedio, es casi seguro que le resulte sumamente aburrida y por lo tanto extrañe mucho más la suya. Pero también existe el otro extremo, como es el caso de la televisión en español que se hace en los Estados Unidos, específicamente en la Florida. Entonces ahí si es de verdad cuando nos percatamos, que la nuestra, esa Televisión cubana que tanto criticamos por sus defectos además de por todas las ineficiencias que se le quieran añadir, es infinitamente superior. Y no es el caso que analicemos programa por programa de estos canales foráneos, puesto que lo verdaderamente importante de valorar es una tendencia generalizada que impide alzar el vuelo de la creatividad desde semejantes estancos de realización.

Hablamos del acento dominante en el espectro televisivo que sale al aire por dichos canales y este no puede ser otro que todo está sujeto a la orden de ganar dinero al precio que sea necesario. En tal sentido, cualquier atisbo de cultura, estará sometido a los intereses comerciales de los patrocinadores, los verdaderos dueños del medio en cuestión. Por lo tanto, no nos equivocamos al afirmar que casi se permite programar cualquier cosa, sin tener en cuenta el grado de vulgaridad o de agresividad de que estos espacios sean portadores.

En cambio, al regresar a lo nuestro, creemos que la Televisión cubana es como una gran familia, no solo para los que hemos trabajado en ella sino porque es el reflejo de nosotros como nación. Como pasa en una familia donde todos nos llevamos bien, no dejamos pasar por alto ni el más mínimo desliz de unos de sus miembros, como puede ser cuando aparecen mal escritos los nombres en los créditos y armamos tremenda algarabía por dicha falta.

La explicación del alto nivel de exigencia de nuestros televidentes, responde a la misma actitud que asumimos cuando deseamos que un familiar sea cada vez sea mejor en lo que hace y en eso, francamente somos implacables. Finalmente, aprovechamos este jolgorio por el aniversario de nuestra Televisión, para rechazar la tamaña injusticia de alguna que otra crítica donde se afirma que el arte se ha marchado de nuestro entorno televisivo hacia otros medios. Al contrario, hemos sido testigos durante estas largas décadas, de una proyección comprometida con los postulados que animan la política cultural de la nación en su conjunto.

El amplio horizonte de opciones que tenemos la obligación de abarcar, a menudo nos hace difícil alcanzar los favorables resultados de aceptación a que aspiramos, pero para nada esto quiere decir que nos apartemos de la profunda vocación de entregar cultura desde los más diversos ámbitos. Se los digo yo, quien además de ser un animado televidente desde la infancia, llevo más de treinta años al lado de mucha gente, enfrascados en el empeño de estar cada vez más cerca de alcanzar la mejor Televisión que nos merecemos.

 

 

 

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