Acercamiento a la diversidad de caminos por transitar en un medio de comunicación que sigue cautivando a públicos de diferentes generaciones

Los primeros actores Luis Rielo y Enrique Molina han enriquecido la historia de la televisión cubana

En la dimensión propia de la experiencia de televidente, la familiaridad deviene una ventana abierta al mundo, esta propicia a las audiencias ampliar la cultura, el desarrollo cognoscitivo, el dinámico desarrollo de la sociabilidad y la actitud participante.  De manera progresiva, la TV ha dejado de ser una herramienta de masas para convertirse en un medio de comunicación que se consume en diversas plataformas, de forma personalizada.

El pasado 24 de octubre la Televisión Cubana cumplió 70 años. Junto a Brasil y México integra la trilogía fundadora en América Latina, donde mantienen liderazgo las producciones de telenovelas, series, y su función transnacional. La red digital funciona como mecanismo indicador de la permanencia de dichos productos en públicos identificados con amplios registros temáticos de intereses locales y universales. Influyen en ellos las nuevas tecnologías que repercuten en la calidad artística de los programas, disminuyen los costos y simplifican los procesos productivos.

¿Cómo repercute este panorama en la pantalla televisual? Según Arthur Danto: “La diversidad de obras impide que ahora haya un relato único que englobe todas las posibilidades de hacer arte”. Por esto prevalece el interés de artistas o expertos en audiovisuales por asumir conceptos, puntos de vista, proyecciones renovadoras en dependencia de los saberes adquiridos y la necesidad de inquietar al otro humano.

Una sólida tradición telenovelesca nutre la historia de la TV nacional. Otros productos comunicativos, telefilmes, series, aventuras, teatros, revistas informativas, noticieros, varían estructuras y puestas en la pantalla. De alguna manera esto se debe a los nuevos sentidos que logra el arte en tanto es considerado por los creadores como un espacio de reflexión, búsqueda de identidades, crítica, análisis de problemas que, al ser cotidianos, recurrentes, median la proyección de la realidad, la cual constantemente debe ser configurada.

Ahora el resultado estético involucra al propio artista, sus vivencias psicológicas y conductuales portadoras de significaciones con implicaciones éticas. Si antes nos referíamos a la imagen, hoy hablamos de la visualidad de lo que es preciso ver –no solo mirar– para movilizar a las personas y producir en el intelecto la criticidad cognitiva necesaria, el descubrimiento o redescubrimiento de lo positivo y lo negativo, lo valioso y la hojarasca.

No perdamos de vista que buena parte del mundo ha pasado a ser una sociedad mediática y multipantalla, en ella sigue vigente la prominencia de las prácticas sociales y del universo digital donde lidera el monopolio de la distribución, exhibición, preconizado por Estados Unidos. Tal hegemonía impide que las producciones del continente latinoamericano lleguen a públicos diferentes. Incluso, es difícil mantener en la TV la supremacía de filmes recientes, debido a normas, regulaciones y transformaciones tecnológicas aceleradas del cine que instaló sofisticados procederes, lo cual demanda utilizar equipamientos novedosos.

¿Existe un método para hacer televisión en la época en que somos audiencias, lectores, internautas? Guionistas y realizadores son conscientes de la diversidad de caminos por transitar, depende de la visión de cada uno cómo hacerlo. En opinión del primer actor Enrique Molina: “ningún personaje se parece a otro. Cada uno requiere estudiarlo a fondo. Presentar la psicología, la vida, las actitudes de personas ajenas a uno mismo es una responsabilidad tremenda”.

En este aspecto coincide otro primer actor Luis Rielo: “A veces, ni uno mismo se imagina qué pasará cuando el personaje entre a los hogares. Por eso todo lo que hagamos o digamos tiene que estar muy bien justificado en la historia”.

Una rápida mirada al concepto de programación en los diferentes canales denota el interés por ampliar el universo cognoscitivo de los públicos. En ocasiones, repensar la ubicación de determinado espacio propiciaría una mayor audiencia, cautivar a destinatarios no previstos. Entretenimiento y cultura no deben ser un par antagónico. Preponderan, en ocasiones, reclamos de valores per se, entre ellos lo lindo, lo atractivo, sin estimar que cada puesta debe ser un grupo de valores en sí misma, por tanto, requiere una evaluación en su conjunto del producto-mensaje televisual.

El propio desarrollo de la sociedad y la complejidad de los artefactos permiten la concreción de formas diversas de comunicación, en particular las referidas a códigos, canales, por esto hay que seguir diseñando en la teoría y la práctica espacios sugerentes y fomentar posibilidades de lecturas para que las mayorías aporten inteligencias, sensibilidades e ideas como instrumentos indispensables del pensar. Pensemos en esto.

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