La sal del paraíso – primeras impresiones

Las novelas cubanas no logran equilibrio entre el ‘qué’ y el ‘cómo’. La que presenta buena cara en lo dramático, es un desastre en la realización y la que se realiza mejor, cojea en su contenido, tratamiento y otros aspectos. Variables y combinaciones sobran. Así como opiniones en pro y en contra.

La sal del paraíso, estrenada el martes pasado en Cubavisión, está en ese caso. Con diálogos orgánicos, una cámara un tin más viva que la anterior e historias que pueden parecer inquietantes, tiene la peor escenografía posible y una línea temática poco definida, al punto que en dos capítulos no queda claro a dónde va la historia.

 

 Las guionistas Yaíma Sotolongo y Emilia Liñero presentaron una ensalada de problemas, no un relato y su secuela.

Si al menos el equipo nos diera una pista. Pero no. La mala moda de ‘no adelantar nada’ no sólo va en contra de la lógica promocional del mundo, sino que no ayuda a explicar productos generalmente mal narrados.

La veta ‘periodística’ parecía erradicada del horario. Pero volvimos a ese estilo de telenovela demasiado preocupada por el cotidiano en detrimento de la diversión.

El pobre dominio de la gramática novelera no sólo transforma el espacio en el gran saco en que no sólo caben todos los temas, sino que arropa todas las formas. En el pasado, eso llevó a híbridos genéricos, que causaron un mar de turbulencias en el público.

Esta parece ir por el mismo camino. Falta esa pisca de ‘sal’ que sazona toda buena telenovela y una mirada femenina – sin caer en sexismos bobos – sobre asuntos tan escabrosos.

La sal... abre con bellas tomas de La Habana y un texto filosófico bastante impostado, pero acto seguido decae ante la precariedad de su imagen. Es demasiado fuerte el contraste entre las transiciones y los colores en escena, que van de tenues a opacos.

Para una ficción que pinta sombría sería coherente... si no fuera resultado de una obvia carencia de recursos.

El agromercano – al parecer un personaje fijo del melodrama a la cubana – ¡¿en estudio?! ya es demasiado...

Como demasiado es ver otro medio-vidente haciendo predicciones sin ton ni son (Roque Moreno, aquí escandalosamente teñido de rubio) y un elenco casi copiado de ofertas previas.

Parece que trabajaran por turnos. Caras de Cuando el amor no alcanza descansan, mientras están las de Latidos compartidos al aire.

Y aun así vemos en reiteración inmediata a Jorge Martínez, Fernando Echevarría y Claudia Álvares, cuya inmadurez histriónica quedó evidenciada en la anterior y ahora la vemos ¡de protagonista!

Las competentes Yerlín López y Beatriz Viñas vienen de La otra esquina. De 'allá' viene el propio Moreno y algún que otro nombre.

Es un reparto más que abultado, para reconocerlo sólo por los créditos (curiosos y al mismo tiempo ‘raros’).

60 actores para apenas 65 episodios es un exceso no sólo de índole económica, sino artística.

Ante asesoras tan ‘exigentes’, cuyo preciosismo roza la exageración, errores así de garrafales no son nada tolerables. A su alto poder de decisión y no siempre sustentada competencia, se debe la mayor parte de todos estos baches que, para nuestro pesar, no son salvables.

 

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