Desde un tiempo atrás veo Pensando en 3D, uno de los numerosos espacios cinematográficos que exhibe la televisión cubana, que en este caso está dedicado a los jóvenes y más por esa característica que por los filmes que proyectan, me siento (o acuesto) a ver Cubavision, ahora, en época estival, lo transmiten los jueves a las dos de la tarde; los sábados a las cuatro, también en la tarde, el resto del año.

No se trata que  devore  los filmes, es que algunos los he visto y otros se dirigen a una edad que no es la mía, por supuesto. Lo primero que disfruto es la presentación: en época digital título y forma han de mostrarse a la altura del momento.

Yaremis Pérez y Ray Díazson son los conductores, y muy bien que se nombren así porque no son críticos o comentaristas, sino de dos jóvenes siempre vestidos en “onda”, que cuentan sobre el programa como si estuvieran conversando con los muchachos de la casa donde se “colaron” a través de la pequeña pantalla.

Ni uno, ni otra, dicen tonterías, es que lo que aportan de las películas es más sobre el asunto de que tratan que de la manera que se logró el filme, y está bien que así sea porque como al descuido hablan de valores que tienen las cintas.

Pensando en 3D siempre presenta un animado, algún reportaje u otro material fílmico. Quiero detenerme en la propuesta que incluyó el filme La música del silencio, una cinta biográfica sobre Andrea Bocelli.

Por lógica, solo de exhibir esa cinta estuvo  garantizada la calidad de la música que es la interpretada  por el propio Bocelli, un ciego que ha llegado tan lejos como su voluntad le han permitido, de hecho, solo por eso es una buena historia para los jóvenes.

Pero tiene otro ingrediente: si se quiere que un ser humano con una discapacidad sea feliz, déjelo, empújelo a hacer lo que viven sus contemporáneos. Con un glaucoma congénito, el hoy famoso tenor terminó ciego por un accidente que sufrió jugando futbol ¿y no podía hacer eso? Si, tenía que jugar o no pertenecería al grupo de adolescentes con los que compartía su vida.

Su progenitor lo dejaba montar a caballo, empezó a cantar en bares y llegaba borracho a la casa, sus padres despiertos, en silencio, hasta la madrugada, no lo ayudaban a subir la escalera, incluso le facilitaron vivir solo.

Estudió abogacía, se impuso a los profesores y vistió la toga, para luego, por fin encontrarse con  el gran tenor Franco Corelli  que le educó la voz y le impregnó la disciplina que necesitaba.

Viendo la cinta pensé en mi amigo, el Dr. Joaquín Borges Triana, “un pobre cieguito” como se autodefine con sorna, porque él también ha hecho todo lo que puede y quiere, primero de niño, luego de adolescente y después de adulto.  Cocina, hace café y ha viajado solo por el mundo.

Los padres del Joaco tuvieron que ver en que hoy sea un profesional autosuficiente (suficiente) con varios libros publicados, respetado como crítico de música, reconocido en universidades de diversas latitudes y eso fue posible porque su madre, Elga, lo dejó montar ómnibus, beber, cocinar y sencillamente vivir.

Pienso que películas de este tipo que como cine pueden no ser  la octava maravilla, pero como lección humana valen mucho, son vitales en un programa como Pensando en 3D, espacio que puede diversificar su oferta con piezas filmadas en diferentes naciones y también, sin perder la frescura de Yaremis y Ray transmitir, aún más, elementos que contribuyan a elevar la cultura audiovisual de su público, para que sepan un poquitín de cine.

 

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