Para la presentadora Jhenni Lay, Palmas y Cañas es un programa que forma parte del ambiente sonoro de la familia cubana

“Mejías es quien me propone, en junio de 2019, hacer junto a él la conducción del Concurso de Música Campesina Eduardo Saborit, lo hice y me divertí muchísimo, la pase muy bien. Aunque estaba muy nerviosa, lo disfruté mucho y cuando terminé, que bajó todo el equipo de realización, empezaron a felicitarme y a decirme que me quedaba como sustituta de Mejías. Yo acepté sin pensarlo dos veces, porque a mí el programa realmente me gusta mucho, luego estuve sustituyéndolo en sus vacaciones durante el mes de agosto, y cuando regresó, la dirección del programa decidió dejarme como su pareja”.

La joven, pero popular presentadora, conocida por otros espacios como la revista Ya Amaneció o más recientemente Estación Caribe, confiesa que integrarse “al guateque” le causó mucha alegría. “Palmas y Cañas es un programa que lleva casi 60 años en el aire y que a mí me gusta desde que era una niña, por tradición familiar, por mis abuelos”.

Sobre su relación en escena y fuera de ella con su par Pepe Mejías comenta: “Él y yo nos conocemos desde hace tiempo, hemos compartido programas de fin de año en la televisión, una emisión especial de Ya Amaneció, que a él lo trajeron para que hiciera el programa conmigo, y más recientemente en el Canal Caribe también compartimos espacio, siempre nos hemos llevado muy bien, tanto en el informativo como en los musicales.

“Es muy ocurrente y divertido, y a mí me complace mucho seguirle en todas las ocurrencias que tiene, irle buscando el doble sentido a lo que él dice, porque sé que lo va a responder bien, y le va a sacar buen partido, y eso el televidente yo pienso que lo agradece”.

Dueña de un sello muy personal, marcado por un desenfado y naturalidad que le acercan mucho más al espectador, alejándose de los cánones tradicionales de la unidireccionalidad comunicativa, Jhenni Lay es una presencia que agradece sin duda el público fiel de Cubavisión, los domingos a las 7:00 p.m. Pero para la presentadora, más allá de saberse continuadora de una gran obra o disfrutar de la popularidad que le otorga la pantalla, lo más importante es el sector al que va dirigido el programa.

Palmas y Cañas, además de tener una tradición muy fuerte de grandes locutores, va dirigido a un sector que digamos es el que está más alejado de las nuevas tecnologías de la comunicación”.

¿Qué se siente al saber que estás llegando hasta a lo más intrincado del campo para llevar un poco de alegría a esa gente con tu manera tan propia de conducir?

-Al principio no estaba totalmente consciente, incluso en el primer programa traje un tablet y le pregunté a la productora si podía o no usarlo, y ella me explicó que era mejor la tarjeta, el papel. Comencé con tarjetas, pero luego memorizamos todo, aunque no respetando textualmente lo que dice, respetamos las cifras, los nombres, lo que no se puede cambiar.

“Pero la esencia de lo que hay que decir, se le cuenta a la gente. Lo que yo hago es contarles a las personas, como los abuelos que cuentan una historia para que la gente que está en el bohío más alejado, lo reciba de esa manera, con mucho respeto para un público muy especial”.

Si algo tiene bien claro la carismática conductora es que toda obra artística, por grande que sea, tiene que ir acompañada de la humildad de su creador. “El público que recibe esta música es humilde y sencillo, tiene una manera de ver la vida –tal vez– diferente a la nuestra por vivir en la capital, y eso se respeta en la manera de decir, en la manera de contar, eso se respeta desde el corazón.

“Para mí es tan importante el programa como un noticiero con temáticas internacionales, porque un tema tiene tanta importancia como el otro. Ah, la música me permite cierto nivel de desenfado, me da la posibilidad de ser mucho más coloquial, de reírme cuando lo estoy diciendo, de hablar de una manera más abierta frente a las cámaras, pero siempre desde el respeto que merece nuestra audiencia”.

Respeto es la palabra que más usó mi entrevistada, un sentimiento manifestado en su manera de referirse al público, pero que sobre todo se evidencia cada domingo en pantalla. “Yo lo estoy diciendo desde otra postura, estoy en la ciudad, rodeada por un ambiente que no es el suyo, entonces le tiene que llegar a ellos que están lejos. Uno tiene que sentirse parte de eso, y ellos tienen que sentir que yo sé se lo estoy diciendo de verdad, que me importa, porque de veras me importa. Nos reímos, nos divertimos, pero tratamos que el campesinado sepa que respetamos lo que él o ella hace donde quiera que esté”.

Lay comentó sobre la presión que le genera tal incondicionalidad y sobre los cambios que le haría o no al espacio. “A mí me genera presión cualquier programa que haga frente a las cámaras, siempre me pongo nerviosa, tanto que incluso comienzo a temblar, aunque no se note. Me tiemblan el abdomen las manos, la voz, me tiembla todo. A veces pienso que se me va a olvidar lo que tengo que decir, pero cuando salgo a escena lo recuerdo todo y lo digo. Pero con este programa, que tiene un público súper fiel que lo espera, lo que hago es disfrutarlo, porque es una gran responsabilidad.

“Sobre los cambios: es la primera vez que pienso en eso, como está yo lo disfruto y me gusta hacerlo. El equipo de dirección le está incorporando mucha sangre nueva al programa con la inclusión de nuevas generaciones de repentistas, entre ellos, los niños de la Casa de la Décima de Mayabeque. Se mezclan los poetas consagrados con los nuevos que están saliendo. Los jóvenes vienen al programa. Creo que lo que necesita el programa es esto que se está haciendo, la incorporación de nuevos artistas”.

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