Aurora Basnuevo siempre está risueña; lleva la alegría como estandarte. Entre todas las cosas que ama se encuentran la familia, el país y su gente. Se siente realizada, su cuerpo vibra y el espíritu renace cuando hace reír a los demás. Todos añoran encontrar un amor así, como el que ella le tiene a Mario Limonta. Él ha sido su compañero, su bastón y fuerza para seguir. El público, la otra.

“Al salir al escenario casi nunca sé lo que voy hacer, la gente me va llevando, más mi manera peculiar de improvisar. Me siento tan satisfecha. Cuando me piden algo no lo pienso dos veces y se los doy. Mi comunicación con ellos es grande; siento que me quieren”.

Y así es. ¿Quién no conoce a Estervina Zuasnábar y Zubizarreta, a la Mulatísima o a la mujer del Sargento Arencibia en San Nicolás del Peladero? Pocos saben que Aurora Basnuevo le dedicó muchos años al magisterio, pero que siempre tuvo la inquietud de ser artista. “Últimamente tengo dolor en las rodillas, pero el otro día alcé los brazos, me doblé y toque el piso. ¡Y son 82 años, imagínate que hazaña! De ellos, sesenta y tantos de trabajo ininterrumpido”.

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-¿Cómo reaccionas cuando todas las miradas están puestas sobre usted?

“Me siento orgullosa, creo que me están atendiendo. Cuando eso pasa siento que lo que hago está gustando. Si no me atienden, bueno, yo no sufro con lo que otro goza”.

-¿Cómo la definen otras personas?

“Yo siempre seré la Mulatísima o Estervina. Ese sobrenombre me lo puso el pueblo”.

- ¿Cómo se define usted?

“Soy una persona muy normal. No me quejo de nada, trato de resolver siempre que tengo un problema. No me gusta acudir a nadie, aunque hay muchas personas que te dan la mano”.

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En su niñez siempre estaba en la casa. Fue una pequeña obediente y estudiosa.  Por eso, no le aburre estar en su hogar, porque así fue su crianza. “Jugaba yaquis y cuquitas en el portal. Estudié piano, me encantaba. Llegué hasta cuarto año del instrumento, siendo casi una niña”.

“Mi papá le alquilaba una casa a una profesora del Kindergarten (Jardín de infantes) y ella me llevaba allí antes de cumplir la edad requerida. Aprendí a leer y escribir con tres y cuatro años, gracias a ella. Fui una niña muy adelantada para mi edad. Mi mamá nunca tuvo que regañarme. Del Kindergarten pasé a la escuela primaria y me acuerdo que me pusieron a escribir la palabra parque, que era difícil por la ere, y lo hice bien. Tenía fama de inteligente desde chiquita”.

Cuando cumplió 12 años, su mamá decidió venir para La Habana y tener otras oportunidades. Sus padres alquilaron una casa y continuó el octavo grado en la capital. “Los espejuelitos se me caían en la mesa de tanto estudiar”, recuerda.

Después estuvo cuatro años en la Escuela Normal para Maestros. “Eran mil y pico de plazas y yo cogí la 24. Me gradúe en el año 57 e inmediatamente empecé a trabajar.  Después del triunfo de la Revolución muchas maestras se fueron, pero yo no. El trabajo se triplicó y tenía un aula por la mañana, otra por la tarde y una última por la noche, en la enseñanza nocturna”.

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-¿Cuál es el fallo más grande que ha cometido?

 “Querer demasiado, porque hay veces y personas que no se lo merecen. Pero, yo soy así”.

 -¿Cómo le gustaría que la recordaran cuando ya no esté?

 “Como una cubana que ha dedicado su vida al arte y a su pueblo. Que adora a  su país y a la Revolución. Soy una actriz que canta, que baila, que actúa, que quiere a su familia y a su hijo con el alma”.

 -¿Cuál es su mayor defecto?

 “La sinceridad. Eso puede ser un defecto o una virtud.  Yo no me puedo aguantar nada. Cuando creo que algo está mal, lo digo, esté quien esté”.

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-¿Cómo llega a los escenarios?

“Me encantaba cantar y todos los alumnos de la escuela Normal, en Infanta y San Joaquín, me embullaban a hacerlo. Cantaba hasta en el teatro del colegio.

“Mi mamá no quería que fuera artista porque en ese tiempo habían muchos prejuicios y ese oficio se consideraba de lo peor. Escondida de ella, con la ayuda de mis amiguitas, me presenté en el programa de José Antonio Alonso. Recuerdo que me prestaron un vestidito y me cambié en el baño del ICRT (Instituto Cubano de Radio y Televisión), que entonces era la CMQ.

“En esa presentación no actué sola. Interpreté una canción compuesta por un hombre que pintaba en ese entonces mi casa. Le había pedido que me la enseñara y lo hizo. Después, él mismo fue conmigo al programa y me acompañó con la guitarra.

“Era en vivo y gané el primer premio. La canción se llamaba Óigame; el coro decía: óigame…yo necesito que me escuches tú…quiero decirle lo que siento aquí…dentro del corazón. José Antonio me dijo: ʻTe quedas tú de Estrella Naciente, pero él no, porque es negroʼ, un color vetado en esa época.

“Después me pusieron a dar clases de repertorio y canto con Isolina Carrillo. José Antonio Alonso le decía: ʻque no cante ninguna canción de las que están de moda en la radio y en la televisión, busca temas nuevos para ellaʼ”.

-¿Y a la actuación?

“No sé ni cómo llegué ahí. Empecé a cantar y cantar. Además de Isolina me daba clases Zoila Gálvez, que fue la primera cubana que estuvo en París. Yo tuve todo para brillar y tenía quien me enseñara bien.

“Después dejé los escenarios por un tiempo. Estaba embarazada y Celia ʻCuquiʼ Ponce de León, que era la directora del grupo de Rita Montaner, me llama y me dice: ʻAurora, ¿ya tú no cantas?ʼ. Le dije que estaba embarazada y que había perdido todas las conexiones. Respondió: ʻsí tú actuaras como cantas, yo te querría en mi grupoʼ.

“Le dije que lo único que deseaba era ser actriz y cantante, y por eso me pidió que fuera de oyente a su grupo.  Iba todos los días, además de la escuela y las clases. Entonces llegó el libreto de Las Yaguas, una comedia musical de Maite Vega, con música de Alberto Vera y Giraldo Piloto, conocidos como el dúo Piloto y Vera. Había que cantar, bailar y actuar. Me hicieron la prueba y Piloto dijo que si yo no hacía a María Regla, él se llevaba la obra. La puesta en escena ganó varios premios.

“Después trabajé con Miguel Montesco en Habitación 406 y en la Sala Arlequín con Rubén Vigón. Todo el mundo me quería, tuve mucho apoyo de Esther Borjas, de Rosita Fornés, de José Antonio Rivero. Tras Las Yaguas hice a Carmela, una joven campesina, en La Pérgola de las Flores, una comedia musical chilena.  Pesaba en ese entonces 110 libras. Cuqui me mandaba a pesar todas las semanas para que no aumentara ni una libra. La única mulata que había en el grupo era yo”.

-¿Y cuándo conoces a Mario Limonta?

En el programa de José Antonio Alonso. Él era estudiante de Derecho de la Universidad  y fue allí a recitar poemas. Cuando lo conocí, el mulato era un mangón. Pero yo también estaba divina. Él se me acercó , pero ¡ay, qué va, yo no estaba para eso! Insistió, insistió, insistió y nada. Después nos hicimos novios, nos casamos y hasta ahora. Yo tenía 18 años”.

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- ¿Qué le gustaría hacer en su tiempo libre?

 “Me gusta ver televisión; leer, aunque a veces no tengo tanto tiempo como Mario. Él si es un amante de la lectura”·

 -¿A que le tiene miedo?

“No le temo a nada”.

 -¿Si pudieras empezar de cero, que cambiarías?

“Nada. Creo que he ido construyendo mi vida paso a paso”.

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Aurora afirma que nunca abandonó por completo el magisterio, simplemente, se fue por otro camino. “Trabajé de maestra muchísimo tiempo, casi cinco años. Fui directora del Kindergarten. Alfabeticé. He hecho de todo y la gente no sabe ni la mitad”.

Desde su experiencia, siempre ha dado consejos a todos los artistas noveles, con el mismo amor y paciencia que lo hacía en sus tiempos de docente.  “Sabes algo, yo fui maestra de Susana Pérez cuando ella estaba en octavo grado”.

Después del Rita Montaner, fue para el grupo Jorge Anckerman del Teatro Martí, porque quería hacer el estilo vernáculo. “Allí aprendí mucho con Candita Quintana, Amelio Castellano, Alicia Risco. Toda esa gente eran los bárbaros y yo, la damita joven del teatro cubano. Hice muchas obras como El amor nació en la plaza El remero respetuoso. De nuevo, la única mulata que había ahí, era yo”, ríe a carcajadas.

Después vino el cine, que significó para Aurora una vía de expresión incomparable. Recuerda con especial cariño el corto de ficción Adela, con guion y dirección de Humberto Solás, que formaba parte de Barrio Cuba y el quiso luego separarlo, como algo especial que estrenó en el Festival de Cine Pobre de Gibara, en Holguín.

“He participado también en largometrajes europeos, pero considero como los más importantes Salsa, filme francés de Joyce Buñuel, en el que me vi precisada a hablar francés, y la brasileña Estorbo, con texto de Chico Buarque y dirección de Ruy Guerra”.

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-¿Qué consejo le darías a su versión de hace 10 años?

“Sinceramente, creo que la versión de hace 10 años tiene que ser la misma que la de ahora. Es mi esencia y lo que me define”.

-¿Cuáles son sus principios y valores sagrados?

 “La vida, que es el principio y fin de todo”.

 -¿Qué es aquello por lo cual moriría?

 “Moriré cuando me toque”. --vuelve a reír--.

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-¿Cómo llegas a Alegrías de Sobremesa?

“A ese espacio llego también mediante una prueba. Todo lo que he conseguido,  ha sido así. Nadie me ha regalado nada, ni Mario. Él no quería que yo cantara en los cabarets, era celoso y me decía que no tenía ninguna necesidad de eso, que terminara. Yo fui figura en Tropicana, era animadora y cantaba.

“Por eso, Mario le dijo a Alberto Luberta que yo tenía un personaje buenísimo  para Alegrías de Sobremesa, que era ´un banquete´. Cuando le hablé de Estervina y se lo presenté me dijo: ´mañana mismo empiezas´. Tuve suerte en ese sentido, pero no por mi cara linda, sino por lo que yo hacía.

Estervina significó llegar al pueblo y lograr que me quiera como ahora lo hace. Siempre dije que además de Estervina tenía que hacer otra cosa, pero que nunca iba a dejarla. Estervina es el pueblo, es como la gente me quiere. El público lloraba cuando se acabó Alegrías…, me abrazaba y me decía…´tú no, tú no´.

“San Nicolás del Peladero también fue otro programa que me marcó e hice con Mario durante años. Era la mujer del Sargento Arencibia, ´la guaricandilla´. También trabajé para los niños, tengo más de 30 canciones infantiles grabadas como Juan me tiene sin cuidado y la Pavita Pechugona”.

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  -¿Alguna vez se ha propuesto algo que no haya podido cumplir?

“No, cuando me propongo algo siempre lo logro. Cuento dos y dos, hasta que se dé. No descanso. Mi vida lo prueba: quise cantar, canté; quise ser actriz, actúe; quise casarme cuando él (mira a Mario) era Nacho Verdecia, y me casé. Él no lucía así, era tremendo mulato”.

-¿Ha pensado alguna vez en tomarse un año sabático?

“No…No quiero trabajar como antes porque ya no puedo. Era demasiado. Pero cuando tenga que trabajar lo hago, y si me dan una película me fajo por hacerla y si es teatro igual, y si es canto me paro y lo hago, con orquesta o a capella”.

-Al terminar esta entrevista, ¿qué tres cosas debería llevarme de usted?

 “Tres cosas es muy poco”.

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Aurora lo mismo se siente satisfecha como profesional haciendo llorar o reír a la gente. Si le preguntas qué significa el pueblo de Cuba dice que es su guía. Adora cada uno de los aplausos y el amor con que la tratan.

“A los dos meses de estar en París, cuando fui a hacer la película Salsa, empecé a llorar para regresar. Me mandaron porque ya no podía más de tanta añoranza. No permito que nadie me diga nada en contra de Cuba, porque es lo único que me pone mal. Vine a mi país, estuve una semana, me oxigené y después volví a a esa ciudad europea para terminar la película”.

En su quehacer figuran cientos de obras, entre la radio, el cine, el teatro y la televisión. “Ay mi madre, como he trabajado. Yo no sé cómo pude, pero lo hice. Trabajé con gusto y feliz”.

No tiene preferencias entre los medios en los que ha actuado. “Por la radio está Estervina, pero también he hecho muchísimas novelas. He trabajado en todo. Siempre digo, me das el libreto, lo leo, y sin miedo, voy pa´ allá y lo hago”. La actriz asegura que todos los papeles cuestan trabajo porque hay que ir a la profundidad e interiorizar ese personaje para que sea orgánico”.

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- ¿Cuál ha sido la decisión o proyecto que haya tomado del que se sienta más orgullosa?

Me siento orgullosa de haber llegado hasta donde estoy. Tener 82 años y mantenerme así,  no es fácil. Yo conozco a gente que tienen 50 y tantos años y están destruidas. Y yo, ahí, al pie del cañón. Si tengo que cantar, canto y si tengo que llorar, lloro”.

-¿Qué significa la actuación para Aurora Basnuevo?

-Es parte de mi vida, y una parte importante. Ha sido un vehículo todos estos años, en medio de mis problemas personales. Mientras pueda y tenga fuerzas actuaré y lucharé por todo, por la vida y por este país. Lo mismo me como un trozo de carne o un huevo frito. Yo soy muy cubana, muy reyoya y muy mulatísima. Si no fuera actriz… fuera actriz, y de nuevo, actriz”.

En fotos, trayectoria de Aurora Basnuevo

TOMADO DE CUBADEBATE

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