Conozca a Magda González Grau, directora general del dramatizado Una calle mil caminos

Es poco probable que alguien rememore, en 2030, los triunfos y mucho menos los fracasos de la actual temporada televisiva. Este verano será recordado, sin lugar a dudas, por la pandemia y sus consiguientes recogimientos. Tal vez debido a la permanencia en casa, y a la presencia de seis dramatizados de estreno, dinámicos y temáticamente bien direccionados, se destacó Una calle mil caminos en su horario de los sábados, al principio del horario vespertino.

Conversamos con Magda González Grau, la directora general, y el diálogo fue muy fácil, lo confieso, no solo porque compartimos tribunales, aulas de primer año y otras labores como profesores en la Facultad de Arte de los Medios de Comunicación Audiovisuales (Famca), sino además porque ambos somos adictos al trabajo, fanáticos a discursar sobre el estado de los medios en Cuba, y apasionados por el oficio de enseñar y aprender a través del análisis de una puesta en escena.

—¿Cómo te vinculas a la realización de Una calle mil caminos, un espacio en el que has desempeñado diversas funciones?

—El espacio surgió cuando la Redacción de programas infantiles y juveniles empezó a producir telefilmes, que debían ir acompañados por una revista capaz de profundizar en los temas tratados en las obras dramáticas. Se trata de una revista televisiva que alterna diversos formatos y se dirige principalmente a los jóvenes, pero también a la familia toda. De ahí su horario en la tarde del sábado.

«Así concibieron la revista varios realizadores como Mariela López, que me antecedió. Hace seis años, Tania Alarcón, jefa de la Redacción de programas infantiles, me ofreció dirigirla. Ella sabía de mi interés obsesivo por la formación de las nuevas generaciones y me dio entera libertad para transformar el espacio y proponer lo que quisiera. Así surgió el actual formato: siguió siendo una revista en la que el plato fuerte es el telefilme, aderezado con cortos o fragmentos de otras obras, opiniones de los jóvenes, y el criterio de un especialista (sicólogo, sociólogo, jurista, activista u otros), pero siempre en exteriores, en locaciones que aporten un marco adecuado al tema tratado. El espacio tiene dos conductoras: Saray Vargas y Darlyn Morales, ambas con formación como actrices y un buen desempeño a la hora de comunicarse con los públicos».

—¿Cuáles han sido los mayores obstáculos y recompensas que encontraste en el trayecto?

—Entre los obstáculos están la escasa producción de telefilmes y la incomprensión respecto a la importancia de un empaque adecuado para este tipo de espacio. Los problemas económicos también me limitaron a la hora de convocar a algunos especialistas de primera línea. Por suerte, siempre he podido tener el equipo que quiero, porque abundan los que se entregan para algo más que ganar un buen salario.

«También tuve que convencer a los directivos de la necesidad de contar con un director de fotografía, un diseñador de vestuario y una maquillista, oficios inexistentes antes en el equipo en tanto se consideraba un espacio habitual. Tuve que explicar que todos los que trabajaban para el público debían verse bien iluminados, vestidos y maquillados, si queríamos que nos prestaran atención.

«Durante los cinco años anteriores me vi precisada a reciclar todos los telefilmes que se habían producido y exhibido previamente, y a tratar de acompañar un dramatizado ya conocido y hasta viejo, con una revista novedosa y atractiva. Ese ha sido uno de los principales retos. Las mayores satisfacciones tienen que ver con la respuesta de los públicos. Siempre han agradecido la utilidad de los temas, y muchos hablan de cómo los hacemos reflexionar sobre sus propios conflictos.

«Desde hace tres años damos una dirección de correo y hemos recibido la recompensa de muchísimos mensajes con elogios y críticas. Las opiniones, a veces, divergen del enfoque de la revista, pero todas enriquecen el trabajo porque hemos aprendido que hay muchos matices de cada uno de los conflictos presentados. El mayor elogio que nos llegó fue para la revista sobre la homosexualidad femenina con el telefilme Luna mía. Se decía que el programa “había preparado al televidente para ver sin prejuicios una historia nunca vista en la televisión cubana, y que podía ser rechazada por homófobos o fundamentalistas”. Esa es la función del programa: ofrecer elementos que completen lo que se aprende en una obra de ficción y crear empatía en los televidentes con temas a veces invisibles debido a un rechazo natural hacia todo lo que se distancie de lo pautado como bello o ideal».

—¿Quién decide los temas, y cómo se consigue la participación de tanto talento joven?

—La selección está a cargo de los asesores, en particular, Dely Fernández y Beatriz Roussó. Ellas encargan a los escritores posibles temas, o también reciben propuestas de ellos y las desarrollan. Han trabajado con intensidad, y por eso cuando se abrió la posibilidad de producir, contaban con un banco de guiones. Ahora el reto es seguir aprovechando esta vía productiva y mantener el número de estrenos.

«Se suele trabajar con guionistas avezados como Amílcar Salatti, Hugo Rivalta o Lil Romero, pero también se aceptaron proyectos de nuevos escritores. Lo mismo sucede con los directores jóvenes. Desde siempre me propuse que el espacio, gracias a su formato de revista, se convirtiera en nicho de exhibición de los cortos de noveles realizadores, egresados o no de Famca. María Isabel Nieblas hizo su tesis para este espacio y el año que viene tendremos uno escrito y dirigido por Irán Hernández (también fue alumno nuestro) relacionado con la homosexualidad masculina en los adolescentes».

—Ahora, en esta misma temporada, ¿cuáles crees que sean las principales limitaciones de la revista?

—Los temas siempre son frescos, pero a veces se percibe cierta ingenuidad en la solución de los conflictos, y se impone una mirada protectora, o paternalista, respecto a los públicos destinatarios. Por eso agradecí que Amílcar Salatti, por reclamo mío y de las asesoras, rescribiera la historia que va a salir el 29 de agosto, Para toda la vida, y cambiara el happy end por algo más realista, tampoco exento de optimismo.

«En temporadas anteriores los televidentes nos criticaban porque se sabían el telefilme de memoria. Esa ha sido la queja principal, pues hubo épocas de un estreno y otras temporadas con solo dos. Este año no quedaba ni un telefilme en la bolsa de reciclaje y entonces les dije que no habría revista; entendieron, al fin, la urgencia. Rafael Pérez Insua, el nuevo director de Cubavisión, se tomó el problema como algo personal y junto con Rafael Yaech, actual director de RTV Comercial, logramos grabar cinco antes del cierre por la pandemia.

«Empezamos el 15 de enero y el 11 de marzo los habíamos terminado, porque se rodaron simultáneamente los cinco. Había un sexto que Jorge Alonso Padilla había logrado grabar el año anterior en condiciones terribles y a costa de su salud. Por tal razón es que contamos con seis estrenos. Hubo que reponer dos emisiones con dramatizados de 2019 para completar así las ocho emisiones del verano».

—¿Se puede afirmar que todos se proponen evadir el didactismo a ultranza? ¿Será que la orientación, por muy valiosa que sea, puede conspirar contra el valor comunicacional del programa?

—El didactismo es el más grande peligro que afrontamos. Quieras o no, debe existir una posición editorial en cada emisión, pero intentamos que el tratamiento se distancie de la receta y la prédica, pues buscamos estimular a los televidentes para que hallen sus soluciones con las herramientas que les ofrecemos. Nunca coartamos ni «cortamos» las opiniones de los jóvenes y de los especialistas. Solo las ordenamos en un montaje dialéctico para proponer un abanico de matices.

«Cuando hacemos el guion, nos cuidamos mucho de imponer nuestros criterios, pero si es preciso tomar partido, lo tomamos, siempre con el mayor respeto a otras posibles opiniones. Me conoces y sabes que soy una fanática del diálogo como vehículo para el desarrollo, y trato de dejar siempre abierta la posibilidad a un criterio diferente. Ese es el mayor reto del espacio: una propuesta audiovisual que nadie rechace de plano, que sea vista, que ofrezca información suficiente para sembrar dudas o estimular la investigación, que cuando el público termine de apreciarlo, se quede pensando en su propia realidad o se emocione, y a través de la emoción, llegue al razonamiento».

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