Entrevista con la reconocida actriz cubana sobre sus roles en el cine, el teatro y la televisión

“Es la realidad diaria que vivo la que aporta inspiración y compromiso a mi trabajo y la que me obliga a representar con veracidad esos personajes que nacen del pueblo”. Así afirma Yailene Sierra, de esas actrices que suele sorprender agradablemente al espectador sobre la base de una naturalidad expresiva claramente manifiesta.

De una manera muy diáfana, como si todo el tiempo del mundo le perteneciese, Yailene Sierra, la recordada “Caridad” de Habana Blues, dialoga por primera vez con el Portal de la Televisión Cubana. Su rostro, ya sólido en el cine, siempre agradecido en el teatro, ha podido ser aplaudido en recientes entregas televisivas como Conciencia y en De amores y esperanzas.

Bajo diversos maquillajes y looks de peluquería que la hacen no repetirse también desde lo externo es de esas actrices que logra convencer a partir de sutilezas, de modulaciones de voz, y sobre todo por una mirada escudriñadora, que en ocasiones hace las veces de interlocutora.

Locuaz y persistente a la hora de ir por encima de miedos o dudas, lo primero que comenta es cómo su vida ha estado premiada por una trilogía de Carlos. Por eso, ante la interrogante de qué significan los nombres de Carlos Díaz, Carlos Celdrán y Carlos Padrón afirma: “Qué bueno poder responder esa pregunta, porque si bien agradezco a grandes maestros que a lo largo de mi vida me han aportado mucho, ciertamente esta trilogía de Carlos significa varios puntos de partida de hecho trascendentes en mi carrera y en mi vida.

“El primero es Carlos Díaz. Llegó a mí en la adolescencia, cuando ensayaba con él la obra Federico, Auto de Fe, allá en Bejucal. Nunca había conocido hasta entonces alguien con una sensibilidad artística tan enorme, porque Carlos es un ser que irradia luz y esa experiencia de trabajar con él me marcó e impulsó a seguir mis esfuerzos en el camino de la interpretación, tanto que hasta hoy el cine-teatro Trianón es también mi casa. No puedo ser más feliz de pertenecer a Teatro El Público y ver a Carlos día a día frente en cada ensayo.

“Celdrán, por su parte, me aportó muchísimo. Además de las enriquecedoras experiencias de las obras que hice con Argos Teatro, fue como, habiendo llegado a un punto del camino, encontrar que de este partían muchos más que confluían hacia el gran camino hacia la excelencia. Si después lo iba a lograr o no dependería del esfuerzo personal, de lo efectivo que pudiera o no llegar a ser mi trabajo, pero la experiencia resultó muy provechosa.

“Y estos viajes que pude transitar junto a él y su proyecto teatral fueron posibles porque Carlos Celdrán es un investigador incansable, con una curiosidad y un amor enormes por el género humano, además de ser un excelente maestro. En los ensayos exploramos técnicas, herramientas y, además de ofrecernos todas las experiencias que traía de Teatro Buen día, nos posibilitó todo el conocimiento de sus estudios recibidos en Estados Unidos, aportes de amigos, colaboradores, teatristas que llegaron al grupo desde distintos lugares del mundo, por ejemplo, desde escuelas de Inglaterra. Toda esa práctica significaba para nosotros los actores un entrenamiento magnífico, esto sumado a la búsqueda de la verdad en la propuesta, último criterio y no por ello menos valioso, que me ha servido incluso para el trabajo ante la cámara, donde la representación no funciona, sino vivir la realidad de la escena.

“Y cerrando la trilogía está Carlos Padrón, a quien conocí en mi actuación en la obra Huevos de pájaros, excelente propuesta del dramaturgo cubano Raúl Alfonso. Luego Padrón fue mi director en la puesta Galápago, la obra de Salvador Lemis, y en El huracán y la palma, obra escrita por el propio Padrón. Desde que nos conocimos siempre fue mi amigo y ahora, al faltar mi padre, que también se llamaba Carlos, es el padre que tengo, porque es el abuelo de mis hijos, tenemos una relación maravillosa, así que, como vez, agradezco a la vida por haber cruzado a estos tres Carlos en la mía”.

Y la satisfacción para esta actriz para ser, por fortuna una palabra que la acompaña, entre otras cosas porque ha podido interpretar personajes de gran madurez emotiva, que a su vez representan zonas muy particulares de la sociedad. Así fue y seguirá siendo la Caridad en Habana Blues. En ese sentido asegura: “Ante todo Caridad ha sido para mí un gran regalo que agradezco como el primer día a Benito Zambrano, y como personaje la sigo sintiendo parte de mí, la parte que tiene que ver con la lucha diaria del cubano por darle a sus hijos lo mejor que puede. Por ejemplo, en estos tiempos de cuarentena la tuve conmigo ahí cerquita, batallando con los sacrificios propios de cualquier cubano para cuidar de su familia, y sucede que esa realidad diaria es la que aporta inspiración y compromiso a mi trabajo, y me obliga a representar con veracidad esos personajes que nacen del pueblo”.

Y del pueblo también, bajo otros matices, son los personajes que recientemente le ha regalado la televisión de casa a Yailene Sierra, que participó en las series Conciencia y De amores y esperanzas. En ambas la maternidad ha centrado parte de los conflictos de sus personajes. Sobre los retos que le ha implicado asumirlos destaca la actriz: “En Conciencia ante todo fue un lujo haber trabajado con Rudy Mora, ojalá la experiencia se repita. El mayor desafío en esta serie fue encontrar una relación creíble con la niña que interpretaba a mi hija. Era muy pequeña en aquel momento, tenía apenas cuatro años, pero compartí mucho tiempo con ella pintando, jugando, ayudándola, creando confianza hasta que eso dejó de ser una preocupación para poder centrarme en lo que me exigían las escenas.

“Por De amores y esperanzas, en su tercera entrega, agradezco inmensamente a Raquel Gonzáles y toda la producción de RTV Comercial. Como mayor reto se alza el interpretar la vida de Amalia con toda veracidad, porque en su historia hay momentos de gran emoción y yo respeto mucho al público, y no quisiera que alguien que haya vivido una situación similar viera mi trabajo y se sintiera mal representado, sino todo lo contrario. Me inspira hacer un homenaje a momentos tan duros en la vida de las personas, al encarnar mi personaje desde la verdad. Es lo que yo persigo y a lo que encamino mis esfuerzos, ojalá lo consiga siempre”.

Y en ese desafío continuo que es la interpretación de tantas vidas, y tomando a Amalia como referente, Yailene sostiene este presupuesto ético: “Si logras tocar el corazón del público, emocionarlo cuando toca, y haces catarsis contigo, que es esa explosión de emociones cuando se desbordan inevitablemente, ahí te conectas con el público y de esa conexión salen el público y el actor más limpios, aliviados. Está claro que la experiencia de interpretar no está completa sin el público, sin él no existe, así que para personajes que viven situaciones de alta intensidad emotiva como Amalia esta realidad de vivencia es esencial.

“Ahora recuerdo que en la segunda temporada, a través del profesor de inglés de mi hijo, me contactó una señora que había vivido el mismo conflicto de Amalia. Por supuesto, la realidad supera siempre a la ficción; por tanto, este personaje me obligó a buscar de la mejor manera cómo tratar el dolor de una madre que es separada de su hijo apenas este nace, y su objetivo es encontrarlo, cómo lo vive al hallarlo, con eso no se juega, así que mostrarlo en toda su magnitud es eso que llamo un compromiso de verdad que procuro sustentar siempre con mi trabajo”.

Y ese mismo compromiso le ha favorecido a que el cine le haya sonreído a esta actriz, por eso se me ocurre preguntarle: ¿cuánto del universo de la pantalla grande te ayuda a la hora de asumir otros medios?

“El cine me ha obligado y enseñado a pensar a gritos y a hablar en voz baja, me ha entrenado en la capacidad de trabajo de largas jornadas, sobre todo cuando tienes que estar a punto para grabar una escena difícil después de llevar muchas horas esperando el momento. He aprendido a aprovechar el descanso activo y mi imaginación para estar preparada ante la voz de acción. He comprendido el valor de la guía ahora en la interpretación, porque para la cámara no valen las mentiras; es como si te leyera el pensamiento.

“Es que el cine te entrena para potenciar ese mundo interior que llevan todos los personajes al igual que los individuos, aunque a veces entra en contradicción con lo que dices y hasta con lo que haces. Me ha enseñado a confiar en el equipo y en los seres humanos que, al final, son tus ojos, oídos, desde la dirección hasta los ayudantes, si al final son ellos los que te muestran si lo que querías que existiera o pensabas ha llegado o no.

“El cine me ha mostrado que soy un instrumento más de la historia que vamos a contar, y esto pone en su justo lugar al ego, a sentir que si gran responsabilidad recae en ti, ella no es toda, está compartida en equilibrio entre todas las partes que intervienen en la obra, y en ese conocimiento aprendes a valorar también en toda su dimensión al equipo y a las personas; aprendes que es un tejido creativo y humano en que no puede faltar pieza alguna. Y en realidad eso funciona para todos los medios, funcionamos juntos como equipo o no habrá resultado loable”.

Luego de esta charla que casi había dado por concluida, Yailene Sierra expresa un agradecimiento al público, “por recibirme con tanto afecto en sus hogares, como me muestran cada vez que me ven por la calle; gracias por tanto cariño, por eso no puedo terminar sin enviarles mis mayores deseos de salud y prosperidad, por toda la bomba que tienen los cubanos como pueblo; para cada uno de ustedes todo mi amor y un abrazo”.

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