A pesar de las inconformidades de los públicos, la Televisión Cubana busca satisfacer en lo posible los variados gustos e intereses

No hago ningún descubrimiento al decir que el Doctor Francisco Durán García, Director Nacional de Epidemiología del Ministerio de Salud Pública, se ha convertido en una presencia cotidiana y más aún familiar en millones de hogares cubanos. Y no solo porque nadie quiere estar al margen de su diaria y documentada actualización sobre la situación epidemiológica en Cuba y el mundo, sino por su sapiente, sosegada y respetuosa manera de llamar al pan pan y al vino vino, sin alarmar, pero con el debido realismo. Ni más ni menos como debe ser.

Y si evoco e invoco al eminente galeno es porque en más de una ocasión se le ha escuchado expresar en sus habituales y virtuales conferencias de prensa que –y cito textualmente–: “todo cubano lleva dentro un pelotero… y un médico”. Una amable manera de pedirle a la población que no desestime los riesgos de la COVID-19, que no se automedique y mucho menos se abstenga de acudir a los servicios primarios de salud ante la evidencia de cualquier síntoma o la posibilidad de haber estado en contacto con algún portador del nuevo coronavirus.

Lo que quizás no sepa el Doctor Durán –tan inmerso en sus quehaceres científicos– es que también todos los cubanos llevan dentro un programador de televisión. O casi todos, que no es lo mismo... pero es igual. Digo esto porque en los actuales tiempos de confinamento en el hogar, a muchos compatriotas no les basta con sentarse frente al televisor a ver la programación que con tanto esmero y equilibrado sentido de la diversidad –y hasta de la urgencia– se ha diseñado, sino que cuestionan a ultranza cada propuesta que aparece en la pequeña pantalla.

Doy fe de que afirmo esto con total conocimiento de causa, porque sé de adultos –sin niños en la casa, por supuesto– que se quejan por la cantidad de espacios infantiles con que cuenta actualmente la parrilla de programación, como si no fuera imprescindible mantener entretenidos a los pequeñines retenidos entre cuatro paredes, después de haber visto sus correspondientes teleclases.

Por su parte, otros televidentes con pretensiones de programadores de TV lamentan el movimiento de horarios a que han sido sometidos ciertos espacios, sin tener en cuenta que en buena medida dichos ajustes han sido necesarios para ubicar adecuadamente, por ejemplo, esas mismas teleclases que garantizan la continuidad del curso escolar en las actuales circunstancias.

No faltan tampoco –bien lo sé– quienes se han mortificado muchísimo porque se adelantó la transmisión de los capítulos de Tras la huella previstos para el verano, y se preguntan con gesto contrariado –y de nuevo cito textualmente– “qué vamos a ver entonces los domingos por la noche cuando lleguen los meses de julio y agosto”.

Pero lo mejor o lo peor de todo es que cada uno de esos inconformes con ínfulas de programadores televisivos tiene elaborado su propio esquema de programación, que en ninguno de los casos a saber es más adecuado que el diseñado por la Televisión Cubana, a fin de satisfacer en lo posible los variados gustos e intereses de la teleaudiencia, manteniendo incluso contra viento y marea la salida al aire de muchos espacios habituales.

Tal es el caso –entre otros– del gustado Vivir del cuento, que con el mínimo de actores que demandan estos tiempos de pandemia, conserva su hilaridad y dinamismo a partir de la ingeniosa y bien hilvanada inserción de ciertas escenas de programas transmitidos con anterioridad.

No reparan tampoco los cuestionadores programadores de televisión por cuenta propia en que en estas jornadas de aislamiento social los televidentes hemos tenido la posibilidad de asistir al anticipado estreno televisivo de algunas películas cubanas que no pudieron cubrir su ciclo de exhibición en las salas cinematogáficas del país –como Buscando a Casal y Habana selfies–, mientras se han rescatado del olvido algunas indiscutibles joyas de la cinematografía soviética como la multipremiada Cuando vuelan las cigüeñas y la monumental película Liberación, programadas en conmemoración del aniversario 75 de la victoria sobre el fascismo.

Y ya se sabe que la satisfacción que cada cual sienta por lo que vea en la pequeña pantalla depende de diversos factores, sobre todo los de índole cultural, naturalmente. Pero del mismo modo que la Televisión Cubana debe seguir proponiéndose ofrecer en lo adelante una programación cada vez de mayor calidad, en esta desafiante época se ha consagrado a transmitir un abarcador, interesante y ameno espectro de géneros y temáticas que quizás no satisfagan a todos los televidentes por igual, pero sin duda se acerca un poco más a lo que desde el punto de vista estético y ético se espera de este masivo, impactante y necesario medio de comunicación.

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