Análisis sobre la telenovela en tanto obra audiovisual de ficción, recreación de la realidad y no tanto como reflejo de la misma

En los últimos días he leído y escuchado diferentes criterios sobre la telenovela cubana que recién concluyó, El rostro de los días. En virtud de ello me gustaría analizar la telenovela en tanto obra audiovisual, como ficción, recreación de la realidad y no tanto como reflejo de la misma.

Desde el siglo IV a.n.e, los griegos hablaban del arte como reflejo de la realidad e imitación. De manera que el arte podría entenderse como copia tal cual de la realidad dada y no como una interpretación y recreación de la misma. Con el paso del tiempo, las condiciones sociales incentivaron el rol del arte y del artista, otorgándole un lugar importante al primero como creación y recreación de la realidad superando sus primeras concepciones. Esto da cabida a pensar en la ficción y también en la construcción de una realidad “otra”, que toma como referente a la vivida. De manera que el arte, en tanto recreación y ficción, “debe tener una lógica interna… con la zona de la realidad que le sirve de fuente”, tal y como sostiene Denia García Ronda.

La telenovela como género televisivo es en primer orden ficción. El rostro… transcurre en un momento referido a nuestra realidad antes de la pandemia, circunstancia que el espectador asimila. En las obras de ficción hay muchos géneros dramáticos, que casi nunca son puros, donde algunos códigos dramatúrgicos pesan más que otros y por eso toman el tono de los sucesos predominantes.

En este caso, predomina el melodrama (súper probado, evolucionado y renovado), que funciona en las telenovelas cubanas, brasileñas y de otros países. Los otros géneros dramáticos que trabajan con lo posible y no con lo probable son la tragicomedia (las aventuras) y la farsa (los animados), por citar ejemplos para mejor compresión, pero que no son todos.

El melodrama no es un género temible, ha funcionado y evolucionado con las exigencias actuales y se sigue imponiendo en el gusto del público (yo me incluyo). Los especialistas brasileños estudian mucho el fenómeno del género en la telenovela, logrando definir los temas que tienen más pegada en sus televidentes. Yamira Youseff Campedelli, profesora de Literatura en Brasilia, en su libro La telenovela enumera algunos temas que los productores sugieren abordar en sus propuestas audiovisuales para asegurar la teleaudiencia.

Entonces, convenimos que estamos en presencia de un melodrama, que tiene como referente una realidad, pero no es la realidad reflejada, sino recreada, ideada, erigida, seleccionada, que trabaja con lo posible y hasta con lo imposible. A partir de esa referencia se construyen los personajes (no personas de carne y hueso) y se les confieren las características necesarias para contar su historia. En ella los autores comienzan a “ficcionar” y a dotar a tales personajes de conflictos, malos entendidos, misterios, falsas identidades, triángulos amorosos, etc., donde ocurre un desenlace final resultando vencedor el bueno y castigado el malo.

Ángel Luis Martínez, el guionista de la telenovela El rostro… ha creado una amalgama de personajes con conflictos y problemas con los que nos identificamos o rechazamos, según sea el caso. Cada una de las situaciones son producto de su creación como guionista, independientemente que toquen temas neurálgicos sociales. No se puede esperar que ese guion se apegue demasiado a la realidad y que sus personajes se comporten como personas de carne y hueso, en un marco donde su macromundo constituye una referencia seleccionada de parte de la realidad.

Por ejemplo, los mecánicos de la telenovela siempre estaban limpiándose las manos y nunca aparecieron arreglando un carburador o limpiando una bujía. Desde el punto de vista artístico no interesaba ni siquiera un primer plano para la pieza rota del carro, ni que el actor en acciones físicas mostrara que sabía ejecutar los pasos para arreglarla, porque este no era un tema central dentro de las escenas referidas; de ahí que la referencia a la limpieza de las manos resultara una síntesis de lo que anteriormente había pasado. Era más importante que los televidentes conocieran el diálogo de los actores, que supieran sus sentimientos y opiniones respecto a situaciones que se han incorporado. Lo que había que apuntar y destacar se dijo, se interpretó y así se escribió en la telenovela por Ángel Luis Martínez.

Por otro lado, el supuesto gazapo de la no interrupción en los años 80 del personaje de Aurora pudo ser por muchos factores: anemia, desconocimiento, miedo, etc. Pero todo es extra-obra. Lo importante dentro de la obra para fabricar un conflicto es que Aurora no sabía ni siquiera que su hija abandonada vivía. Eso es lo esencial para desencadenar una acción dramática importante y fundamental en la puesta televisiva.

Además, las escenas evocadoras, e incluso de inserción coherente del videoclip, como el caso de la escena de amor entre Fabián y Mariana, permitió respirar sensualidad, goce, pero todo insinuado, sin erotismos extremos. Igual la escena de la violación de René a Lía: abrir la puerta… taparle la boca… tirar su peluche al suelo. Todo el mundo lo entendió. Fue sugerida y, al mismo tiempo, angustiosa. En este sentido considero un acierto la fotografía y la dirección de actores. Los directores supieron usar la cámara como narradora. Se ve, se sugiere... no se marcan las intenciones explícitamente hasta el cansancio. No hay regodeo.

Hubo escenas que más que brindar su objetivo mostraban un duelo actoral. Me deleitaba con las de Fabián (Denys Ramos) y su madre Miriam (Luisa María Jiménez). Por ejemplo, la escena del bofetón para que Fabián reaccionara y declarara sus sentimientos a Mariana; esa me resultó muy conmovedora. Hasta la fuerza del manotazo fue justa. Nada de vulgaridades y sí de precisión.

Tampoco olvido la concepción de la fotografía de Luisa María Jiménez cuando busca al bebé secuestrado. Mantenía el pomo de leche del niño en su mano (símbolo del nieto) ahí la dirección de actores pensó bien, para que apreciáramos su preocupación y desesperación por hallar al niño. Le hicieron un side completo que fue muy acertado para darnos sus emociones encontradas y desesperadas. La vuelta de 360 grados a un objetivo con la cámara la hizo por primera vez Alfred Hitchcock en el cine. Este desplazamiento de cámara muy bien empleado nos crea a nosotros (los televidentes) un sentimiento de alerta y de suspenso. Aquí destacamos el buen uso de la fotografía para insuflarnos sentimientos y emociones de identificación. Apreciamos un director de fotografía que conoce muy bien su oficio.

El codirector Rafael Ruiz ha sido uno de los mejores directores de fotografía de la TV cubana, con quien he trabajado y nunca lo he visto sacrificar una actuación por un ajuste de composición en su plano de cámara. Tampoco lo he notado como televidente en la transmisión de la telenovela de la que ofrezco mis valoraciones.

En toda obra hay actores buenos y aceptables, pero los buenos saben que tienen que apoyar a los otros, porque si no la escena en su conjunto no funciona. El desempeño actoral de Fernando Hechevarría fue magnífico, demostró otra vez ser un señor actor y para él no hay papeles secundarios. Recuerdo la escena en que anticipan que Aurora vendrá a su casa a discutir el derecho sobre su hija Mariana. Y cuando eso sucede es Fernando quien abre la puerta y, ante la petición de Aurora (Tamara Morales) él da un sí, tan orgánico, tan entrañable, que con esa actuación cierra el capítulo. Y de qué manera. Estoy segura que ese no era el cierre del capítulo. Esta afirmación no la he consultado con ningún creador. Como también estoy segura que decidieron cerrar el capítulo valiéndose y potenciando la capacidad histriónica de Fernando para esos menesteres.

Si se quiere hacer una referencia a la credibilidad de un género de ficción, sugiero mejor apelar a lo verosímil. Todos aceptamos los diferentes códigos de los géneros. En la aventura admitimos que el héroe se caiga de un segundo piso y choque con un toldo y salga con su sombrero impoluto y caminando de manera equilibrada y sin un pie torcido. Lo mismo sucede con los animados. No son “creíbles”, pero sí verosímiles porque aceptamos los códigos, la complicidad de lo imposible.

Por ejemplo, Elpidio Valdés y Palmiche salvan un precipicio peligrosísimo y llegan al otro extremo, sanos y salvos. Lo imposible en la telenovela lo apreciamos en las apariciones de Niurka (Alicia Hechevarría), después de muerta la ve su abuela (y nosotros); más tarde, en la escena del rescate, la fallecida da su aquiescencia a Fabián para que ame a Mariana y formen una familia con el hijo de ella. A nadie molestó eso. Todo lo contrario, lo aplaudimos. No hubo necesidad de palabras. La imagen lo dijo todo.

En la telenovela, donde existe un acentuado tono de melodrama, hay personajes malos y buenos, con matices o no. Hay desencuentros, conflictos, amores, desamores, pasiones, secretos. Es una obra de ficción, creada para entretener y lograr emociones, que no por ello tienen que ser emociones malas. Nosotros debemos contar historias que enaltezcan al hombre. Y cuando hagamos ficción, recreemos la realidad y entretengamos no hay por qué desechar la amenidad, el gancho de los capítulos. No hay por qué temerle al tratamiento del melodrama o retratar y reflejar la realidad a toda costa en una obra artística.

La telenovela El rostro de los días ha pasado a la historia de la Televisión Cubana como una de las más exitosas, comparada con Sol de Batey y Tierra Brava, salvando las distancias y leguaje televisivo digital. Estas dos últimas alcanzaron un elevado impacto y gusto del público, aunque eran igualmente melodrama. El televidente cubano ha disfrutado y ha preferido la propuesta audiovisual nuestra más que la trasmisión de la telenovela brasileña A través del tiempo. Entonces, necesariamente requiere la nuestra una crítica más justa y analítica.

No le pidamos a una ficción lo que le podemos exigir al documental, que incluso como género tiene un referente más cercano a la realidad y en él hay también hay una cuota nada despreciable de recreación del ambiente y los contextos reales. El rostro de los días ha sido una propuesta loable, ha manejado con acierto los códigos del género, los ha actualizado y, a mi juicio, ha hecho historia. No lo olvidemos.

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