Reflexiones sobre puestas ficcionales que abordan puntos de vista, conflictos y personajes, del complejo mundo contemporáneo

La primera actriz Coralita Veloz, galardonada recientemente con el Premio Nacional de Televisión, interpreta a la jueza Ana en De amores y esperanzas.

En el mundo interconectado prevalece el desplazamiento progresivo de la televisión por las redes sociales –medio que se utiliza de manera recurrente para obtener información–, no obstante, telenovelas, películas, series, telefilmes, mantienen el estatus de conquista sobre los públicos, quienes demuestran su interés en relatos y adversidades de la vida.

En opinión del profesor Jesús Martín-Barbero: “Lo popular es lo que encuentra en lo masivo mediático un lugar donde exhibir sus gustos, estéticas y saberes”. Este criterio confirma el auge de producciones favorecidas con buenas historias de guionistas que emigraron del cine y aprovechan la repercusión de productos audiovisuales en el incremento del consumo en la pequeña pantalla o por Internet.

La programación televisual presenta películas y temporadas de series estadounidenses, las cuales han logrado establecer un hábito en audiencias participativas, pues sobre todo en tiempos de distanciamiento físico por el bien social, la familia es la intermediaria fundamental. Entusiastas seguidores “vigilan” en el canal Multivisión los horarios de las series Chicago P.D., Enfermeras, Houdini y Doyle, en las que no todos los contenidos y aparentes edulcoraciones son inocentes. Puede impresionar un héroe-tipo capaz de llevar sus acciones hasta las últimas consecuencias, por esto hay que prestar atención a sus bocadillos, procederes, actitudes –a lo que dice y lo que hace–, justo en ese tránsito, la puesta visibiliza códigos de poder y demanda de la teleaudiencia una interpretación exhaustiva, en lugar del mero disfrute o la tranquila complicidad. Los realizadores pensaron la intencionalidad de cada plano concebido para seducir al espectador, alimentar sus expectativas durante tantos capítulos y temporadas como lo decidan canales y productores interesados en mantener la preferencia. De hecho, invirtieron con el propósito de retenerlos frente al televisor.

Por su parte, los policíacos cubanos al estilo de Tras la huella aportan fábulas, moralejas, provocaciones que suelen motivar incluso a los internatuas. Basada en hechos reales, cada historia del referido espacio denuncia conductas delictivas de índole diversa: asesinatos, robos, violaciones, corrupción, tráfico y consumo de drogas, prostitución, malversaciones; fenómenos nocivos de repercusión social.

Transformar esas realidades complejas en un espectáculo artístico requiere proporcionar a los televidentes la comprensión de lo que ocurre mediante asociaciones de diversos aspectos, sin obviar que esa otra realidad pertenece a la ficción, a lo imaginario, constituye una extensión de la realidad subjetiva del creador y del espectador en la medida en que logra ser objetivación del contenido ideológico y emocional de las personas.

No obstante, en ocasiones los propósitos evidentes de advertir, alertar, trasladar hábitos correctos llevan en sí cargas de didactismo en situaciones y diseños de personajes-tipo, las cuales impiden modelar la riqueza expresiva de la imagen, su función simbólica. Pensemos, si un personaje o tipo es estático, nunca teme, duda o vacila se le pertrecha de una coraza o de la más exquisita inverosimilitud, no conquistará a quien está ávido de “ver” acciones en la trama en lugar de que le representen la perfección ganada a ultranza, lo cual es una falsedad. Urge seguir cultivando narrativas en las que proliferen confrontaciones, luchas, catarsis.

Existen evidencias de la calidad artística del policíaco cubano. Lo demostró, por ejemplo, la miniserie Con peligro para la vida (guion de Nilda Rodríguez y dirección del actor Omar Alí). El lenguaje de Tras la huella responde a la verdad de ficciones construidas sin rejuegos artificiosos o manipulaciones de sentimientos. Ellas son un medio idóneo para expresar una de las mayores virtudes del arte: la desazón que anima a pensarlo todo de nuevo, a revisar nuestra conducta sin descuidar la humildad de quien aprende a vivir en el diario acontecer.

El campo audiovisual está listo para concebir nuevas experiencias que incluyan a sujetos de diferentes gustos, preferencias, urgencias informativas. Así lo exige la diversidad de tecnologías, redes, pantallas, relatos, estos no pueden estar ajenos a las necesidades y posibilidades expresivas de los públicos del siglo XXI, cada vez más demandantes y participativos.

Por su parte, la tercera temporada de la serie De amores y esperanzas se ha acercado en 13 capítulos a conflictos de la realidad cotidiana que no suelen ser llevados a la TV desde el punto de vista de la abogacía y su ejercicio. Cada uno de los planteamientos dramatúrgicos y sus puestas en pantalla merece un próximo análisis detallado, pero sin duda la propuesta logró colocar en la mirada en asuntos acuciantes de amplia trascendencia social. Jueces, abogados, víctimas, victimarios, provocadores… motivaron la reflexión de públicos diversos interesados en conocerse mejor y tender puentes de cercanía con otras personas en un mundo plagado de múltiples complejidades donde tenemos que aprender a vivir cada día.

LO ÚLTIMO DEL SITIO

Plataforma WEB de la Televisión Cubana Copyright © | tv.cubana@icrt.cu  |  23 y M, Vedado | Código Postal 10200 | La Habana CUBA          

SIGUENOS

CARTELERA DE CANALES NACIONALES