He ido a un solo concierto de Silvio por los barrios. Lo hice porque unos amigos argentinos, Julio Rudman y Celia Belmes, me pedían con los ojos llegarse a ese encuentro con el cantor y las personas más humildes de La Habana. Fue  la ocasión 91, el 23 de marzo del 2018 en San Francisco de Paula, y los amigos sólo decían “¡Silvio, que emoción!”.

Hacia un tiempo yo había visto el documental Canción de barrio y me dediqué a mirar el entorno, mientras me bañaba la música del Ayatola, como le dice mi amigo Fidel Diaz Castro.

Once años atrás Silvio inició la gira por los barrios para llevar su música a lugares donde las personas viven en malas condiciones, y el poco dinero que ganan no lo pueden gastar en ir al teatro, más o menos así lo dijo el cantautor sobre por qué realizaba los conciertos.

Alejandro Ramírez Anderson realizó el documental dos años después de iniciarse la gira. En ochenta minutos de duración el espectador ve una imagen de esa Cuba profunda, donde las casas se levantaron de quita y pon. Hablan hombres y mujeres de su falta de esperanza y enseñan en el lugar en el que viven, mientras se escuchan de fondo las canciones de Silvio, calzando lo que uno ve. Pogolotti, La Corea, El Chico, El Fanguito son algunos de los lugares que nos golpean la vista y el corazón.

La edición eficaz de  Marcos Louit es protagónica a la hora de cortar o destacar los diversos planos, en algunos con las opiniones de los habitantes sobre esa visita de Silvio, allí, donde no va nadie a cantar o a actuar.

Este lunes volví a ver Canción de barrio y recibí, de nuevo un golpe en el mentón. Quizás esa obra ayude a entender  la  acción partidista y gubernamental que se acomete en coordinación con la comunidad, para en el mismo barrio, no en edificios construidos en otros lugares, modificar el hábitat de personas que viven sin documento alguno en la periferia de La Habana.

“Gran documental, también por su realización y esa manera de entretejer las canciones con lo que está aconteciendo en esas vidas; también por apreciar en su dimensión esa labor de Silvio; pero, sobre todo por el estremecimiento -aun para los que nos sabemos los barrios más humildes- de esos tantos rincones que tenemos que revolucionar. Duele y urge extender nuestras manos y empujar la obra para todos y en principios para esos que protagonizan desde el público esta gira”, comentó Fidel Diaz Castro en FB, al comentar un post que escribí diciendo que Cubavisión estaba transmitiendo esa obra.

Actualmente se trabaja en 65 barrios  de La Habana  con el fin de mejorar las condiciones de vida. Es una labor que se realiza a partir de los intereses, necesidades y participación de los vecinos. La televisión da cuenta de esas acciones sistemáticamente. Confío en que en otras ciudades de Cuba se estén realizando trabajos como este a nivel de comunidades.

Teresa Suarez  posteó en FB “Estremecedor, si no fuera por ninguna otra cosa, esta Gira Interminable lo hace más que merecedor del Premio de Cultura Comunitaria”. Estoy totalmente de acuerdo. Silvio que desde su carro o bajándose, ha visto esos barrios, pero que no se conformó con contemplarlos y  puso su grano de arena para transformarlos, bien que merece Premio de Cultura Comunitaria.

El hombre de Ojalá, Una mujer con sombrero, El unicornio azul me volvió a estremecer en pocos días. En Madrid en el concierto en Wizink Center, terminó sus canciones con un grito que le salió del alma: ¡Abajo el bloqueo!… es que Silvio, siempre es Silvio.

 

 

 

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