En septiembre del año 2020, a partir de un reajuste del canal Cubavisión en su programación estelar –horario de mayor teleaudiencia–, llegó a nuestras pantallas Cosa Más Linda, serie que tuvo una gran acogida por el público cubano, según las estadísticas del Centro de Investigaciones Sociales de Radio y Televisión (CIS), y que marcó el inicio de un espacio que la familia esperaba cada noche de sábado, al concluir la telenovela brasileña.

Otras tres producciones de Netflix le sucedieron: El Bazar de la Caridad, Madam C.J. Walker: una mujer hecha a sí misma y Las Chicas del Cable, todas excelentes propuestas.

Cosa Más Linda, creada por Giuliano Cedroni y Heather Roth, devino en un entretenido drama sobre la vida de un grupo de amigas que, de una forma u otra, buscan a través de la música la independencia de su machista círculo cercano en Brasil durante la década de los 50.

Fue una producción que destacó por su gran trabajo en la escenografía y los vestuarios, los cuales, por distintas similitudes, a ratos recuerda a otras series, como Las Chicas del Cable, recientemente transmitida también por Cubavisión.

A eso se sumó una banda sonora relajante y un trabajo de fotografía impecable que, en tonos cálidos y sensuales, regaló al espectador preciosas tomas de lugares emblemáticos de Brasil, como el Cristo Redentor, por ejemplo.

Ambientada en 1959, la historia se centró en María Luiza Carone (María Casadevall), una chica de clase acomodada que ha vivido toda su vida junto a sus padres en Sao Paulo, y que viaja a Río de Janeiro para reunirse con su marido, Pedro, con quien planea abrir un restaurante para establecerse en la ciudad.

Pero al llegar, “Malú” se entera de que su amado Pedro se ha marchado con otra mujer y todo su dinero, por lo que su proyecto se derrumba rápidamente. Para animarla, su amiga Lígia Soares (Fernanda Vasconcellos) la invita a una fiesta privada en un barco, donde conoce a Chico Carvalho (Leandro Lima), un cantante que compone canciones con un nuevo ritmo para le época: el bossa nova.

Es luego de esa fiesta que Malú se da cuenta de que su gran sueño es ser independiente y vivir de la música, transformando el fracasado restaurante en un club de bossa nova. Pero al buscar apoyo, una dura sociedad le cierra todas las puertas en su cara, entre ellos su propio padre, quien le niega la ayuda y, aún más, la acusa de deshonrar a su familia por querer trabajar.

En ese duro momento aparece Adélia Araujo (Pathy Dejesus), una joven que trabaja como empleada en el mismo edificio, que rápidamente se convierte en su amiga y le da el apoyo y motivación suficiente como para que siga adelante con su proyecto de club, el que más tarde llamarán Coisa Mais Linda.

Ambas inician entonces un camino que las llevará a enfrentarse a su propia identidad, a sus miedos y a sus secretos, pero que las recompensará con la sensación única de ser dueñas de su destino.

Una de las “cosas más lindas” de esta serie es la calidad de las actuaciones y la profundidad emocional y sicológica de los personajes principales y secundarios que, aunque a veces pequen de ser demasiado clichés, logran transformarse y redescubrirse a lo largo de la historia.

En Cosa Más Linda las mujeres son las protagonistas, ellas y su lucha contra una sociedad excesivamente machista, en la cual la mujer es obligada a cumplir roles secundarios y decorativos, sin reconocer su importante y más que necesaria contribución en todo el espectro de la vida social.  Es por la relación de Malú con sus amigas que la serie adquiere una dimensión muy humana para sus personajes, donde la amistad y la valentía para ir tras los sueños son elementos principales.

La lucha de cuatro amigas contra una sociedad excesivamente machista fue la línea argumental de Cosa Más Linda, serie transmitida por el canal Cubavisión. (Foto tomada de Internet)

Al finalizar esta gustada serie, el “canal de todos” apostó por El Bazar de la Caridad, también de Netflix, un relato lleno de drama, enredos amorosos y cambios de identidad, basado en un hecho real ocurrido en 1897, cuando un incendio en el Bazar de la Charité azotó París y alrededor de 100 personas murieron, en su mayoría mujeres de la aristocracia.

La ficción comienza justo antes de que los personajes vayan a gastar mucho dinero en pos de la beneficencia y a dejar bien parado el apellido de sus familias. Las señoras aprovechan el evento para mostrar sus joyas, atuendos y encontrarse con sus prometidos.

En esta ocasión, a nuestras pantallas llegó la historia de vida de tres mujeres, que después del incendio sufrieron cambios importantes. Alice (Camille Lou) es una joven de la alta sociedad, obligada a casarse para que su familia pueda arreglar algunos asuntos económicos. Ella asiste al bazar acompañada de Rose (Julie De Bona), su sirvienta, quien planea escapar a los Estados Unidos con su marido para iniciar una nueva vida.

Adrianne (Audrey Floret) iba a ir al evento, pero después de una violenta discusión con su esposo, Mar- Antonie de Lenvepré (Gilbert Melki), futuro presidente del Senado, aprovechó la situación para visitar a su amante. Luego de sobrevivir, Alice, Rose y Adrianne tienen una historia para contar qué poco tienen en común, pero se cruzan continuamente.

Durante los nueve episodios, de casi una hora cada uno, Gilbert Melki se llevó toda la atención en la piel de un personaje dispuesto a todo. Con esa actitud soberbia, el repudio por las mujeres y el abuso de poder, logró ser el gran odiado por los telespectadores.

La ficción, creada por Catherine Ramberg y producida por Alexandre Laurent, más que con una novela rozó con el culebrón, donde más, es más. Mucho drama, líos amorosos, la mujer que quiere romper con los mandatos sociales, un gran enemigo que es capaz de cualquier cosa y morbo desmedido, que solo alimenta al espectador, no a la historia.

Los carruajes a caballo, los grandes vestidos y las joyas nos transportaron al siglo XIX de una manera inmediata. Se muestra un París atravesado por la revolución industrial y donde el cine comienza a instalarse como medio de entretenimiento entre los adinerados, donde, además, se refleja una gran diferencia entre las clases sociales.

Puede que el primer capítulo –un tanto violento– no haya tenido un verdadero anzuelo que lograse pescar el interés del televidente, pero cuando la narración fue avanzando, tomó giros inesperados y cada uno de los episodios terminó con una estrategia que no falla: quedan ganas de más, algo que deberían emplear más nuestras producciones…

Según las estadísticas del CIS, la serie obtuvo buenos niveles de audiencia y aceptación en la teleaudiencia cubana.

El Bazar de la Caridad presentó la historia de Alice, Rose y Adrianne, tres mujeres sobrevivientes del incendio del Bazar de la Charité, ocurrido en París en 1897. (Foto tomada de Internet)

La tercera propuesta que llegó a nuestras pantallas en este espacio fue Madam C.J. Walker: una mujer hecha a sí misma, miniserie de cuatro capítulos que nos presentó la vida de la primera millonaria afroamericana, quien consiguió erigir un imperio de belleza y romper con las barreras de la raza y los prejuicios sexuales de su época. Fue inspirada en la biografía de Madam C.J. Walker, On Her Own Ground, escrita por la tataranieta de Walker, A’Lelia Bundles.

Walker supo superar las traiciones personales y la competencia para crear una marca rompedora, aún existente en la actualidad, que revolucionó el cuidado del cabello afro, al tiempo que luchaba por un cambio en la sociedad.

Octavia Spencer (ganadora en 2012 del Oscar a la mejor actriz secundaria por Criadas y señoras) asumió el papel protagonista, dando vida a Madame C.J. Walker (de soltera Sarah Breedlove), una mujer que no solo consiguió amasar una fortuna por ella misma, sino que luego tuvo una gran vena filantrópica con los más desfavorecidos.

Como narra la serie, Sarah había desarrollado un tratamiento para el cuidado del cabello, específicamente para el afroamericano, que su marido le ayudó a promocionar bajo su nombre, Madam C.J. Walker. A lo largo de 1907, la pareja viajó por el sur y sureste de EE.UU. haciendo demostraciones de todo el método, que constaba de pomada, peines calientes y un cepillado concreto del cabello.

En la serie vimos el completo éxito de la fórmula Walker, la cual permitió a la protagonista estar, en 1910, al frente de la Madame CJ Walker Manufacturing Company y con millones de dólares de entonces en su cuenta corriente. Venciendo racismos y prejuicios sexuales, desarrolló su compañía y se dedicó a la filantropía, dando becas, donaciones para residencias de ancianos, etc.

Fue la primera vez que disfrutamos en pantalla la historia de este enorme ícono cultural de la historia afroamericana en particular y de las mujeres en general, una historia de resiliencia y superación de la que podemos aprender muchas cosas en estos tiempos de incertidumbre.

Sobre la serie, Yasel Toledo Garnache escribió en La Jiribilla: “en cuanto a la forma narrativa, la serie no posee grandes giros, ni lo necesita, pues su mayor encanto está en la propia historia, en la voluntad, la mente y el carácter de una persona que nunca se deja vencer, que recibe los puñetazos de la vida, los asimila y sale más fuerte. El buen trabajo actoral es otro elemento positivo, especialmente en el papel de Sara, interpretado por la actriz Octavia Spencer, ganadora de un Óscar y de otros reconocimientos.”

La reconocida actriz estadounidense Octavia Spencer interpretó a Madam C.J. Walker. (Foto: Tomada de Internet)

Finalmente, Cubavisión nos regaló a Las Chicas del Cable, serie de seis temporadas y 42 capítulos o episodios que tuvieron como línea argumental, según el artículo Cuatro amigas contra todo, publicado en este medio: “la instauración de la primera compañía de telefonía en Madrid y la llegada de cuatro chicas, que forman parte de un amplio grupo de mujeres que buscan allí la posibilidad de encontrar empleo en un ámbito extremadamente machista, con una sociedad anquilosada en sus costumbres y heredera de reglas patriarcales.”

En esta ocasión, quiero detenerme en el final, pues ya de la serie escribió el colega Rubén Ricardo Infante en el citado artículo.

«Toda historia tiene un final: puede ser feliz, triste, amargo… Depende de con qué ojos se mire», así comienza el episodio que marca el final de Las Chicas del Cable para siempre. Con estas palabras, Lidia Aguilar, personaje interpretado por Blanca Suárez, nos indicaba que su adiós no se trataba de un cuento de hadas.

Tras siete meses encerrada en el Centro de Reeducación, torturada por Doña Carmen (Concha Velasco), los planes de Francisco, Marga, Carlota y Óscar llevan a liberar a su protagonista. De ahí que parezca que todo irá bien en esta última entrega. Al comienzo, todo son soluciones y buenas noticias... hasta que emprenden su huida hacia la libertad. No sería justo darle un final romántico a una serie así.

A lo largo de los cinco episodios de esta última temporada, transcurrieron multitud de posibles desenlaces esperanzadores y al gusto de los espectadores, pero ninguno de ellos se convierte en realidad, ni se asemeja a ella. Cuando parecía que la historia llegaba a su final, con una escena de Francisco alcanzando con dificultad el tren que le permitiría vivir un futuro junto a Lidia, una imagen muy similar a la de la primera temporada, 20 años antes y cuando ella aún era Alba, la trama comenzaba a torcerse.

Este habría sido un final idílico ya que cerraría el ciclo de esta torturada historia de amor. Pero no fue así, tal y como aclaró su protagonista, “el inicio y el final de la historia se tocaban, como un círculo infinito”, que no acabó de cerrarse.

A pesar de los románticos seguidores de la ficción, no sería justo darle un final así a Las Chicas del Cable. Cabe recordar que la historia comenzó como una tragedia amorosa entre Alba y Francisco, con Carlos de por medio, pero que finalmente, se reorientó hacia un drama inundado de empoderamiento femenino, en el que sus personajes tuvieron que enfrentarse a multitud de situaciones que infravaloraban su género: abuso de poder, violencia de género, transexualidad, homosexualidad, ausencia de derechos...

Es por ello que la historia debía continuar por esos derroteros, y el final feliz de la pareja no sería un cierre digno para sus protagonistas, las que llevan luchando durante seis temporadas para conseguir un mundo justo e igualitario.

Su camino hacia Burdeos continuaba y las vías del tren les iban acercando hacia su trágico destino, hacia ese digno final por el que iban a sufrir hasta el último suspiro. Tras pararse el tren por un grupo de policías, las cuatro deciden enfrentarse a ellos con un plan para que sus seres queridos sigan teniendo la oportunidad de cruzar las fronteras hacia su salvación.

Todo iba bien hasta que llegan los refuerzos de las autoridades. Marga, Óscar, Carlota y Lidia corren hasta perder el aliento para alcanzar el tren que les permitiría reunirse con sus familias, pero se frenan en seco cuando se dan cuenta de que todo está perdido, aunque ellas, con una sonrisa, se despiden sabiendo que su sacrificio ha merecido la pena. “Nuestras compañeras son libres y nuestros hijos tendrán un futuro, esa es nuestra victoria”, dicen.

Amenazadas con la ejecución por ir contra el régimen, las protagonistas se plantan frente a la policía franquista, con la mirada firme y preparadas para su verdadero final, siendo conscientes de que han salvado la vida de cientos de personas. Así nos regalan uno de los finales más trágicos, emocionantes y épicos, a la altura de su historia.

Otra vez, la mujer es la protagonista, la heroína, quien sacrifica su vida para salvar a su familia y al amor de su vida. Esta vez no son ellas las que se quedan solas, desoladas, al cuidado de sus hijos, mientras se secan las lágrimas con un pañuelo de seda, haciendo ver que sin su hombre la vida no tiene sentido.

En esta trama cambian las tornas, no para demostrar que el género femenino es el más fuerte, sino para hacer ver a la humanidad que las mujeres también han sido, y son, capaces de salvar vidas y mantenerse firmes ante la adversidad. Asimismo, pueden ayudar con su fortaleza e inteligencia.

De esta manera, esta historia, compuesta por 42 episodios, se convierte en un homenaje para todas las “mujeres que lucharon y aún luchan por la igualdad de derechos y por la libertad del ser humano"; sus protagonistas representan un ejemplo de “los sacrificios que millones de mujeres han tenido que hacer a lo largo de la historia”, en la sombra. De alguna forma, el final de Las Chicas del Cable convierte sus últimos episodios en un canto a la sororidad.

Las Chicas del Cable tuvo un final trágico y épico a la altura de su historia. (Foto: tomada de Internet)

Cubavisión apostó por las series de Netflix para este espacio y ganó. Ojalá nuevas entregas lleguen a nuestra pantalla en ese espacio, solo nos queda esperar por la decisión final del canal, en correspondencia con sus políticas y estrategias de programación.

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