En más de una oportunidad  he preguntado en mis textos sobre televisión  por qué no se retransmitía  Blanco y negro ¡no!, serie dirigigida  por Charlie Medina y  con guión de José Victor Herrera, basado en la novela  Anatol y Desiree  de  Christine Nostlinger.            .

Veinte años después de su exhibición ¡por suerte! vuelvo a disfrutar de una propuesta con jóvenes dirigida especialmente a  adultos, y por supuesto a adolescentes, porque amén de una excelente dirección de actores, adecuada fotografía, puesta en escena y banda sonora, lo que más conmueve y hace pensar en la historia es esa recreación  de  problemas universales  que se  confrontan en el seno de las familias, las escuelas y los barrios.

Blanco y negro ¡no! con cuarenta y tanto capítulos fue exhibida en 1994, en lo más álgido del período especial  y parece que  por “los alumbrones” de aquella época (cuando había ocho horas con  luz eléctrica e igual cantidad sin ella) se retransmitió inmediatamente después y… este verano, ¡al fin!  por el Canal Educativo sin la promoción que a mi juicio merece.

Su transmisión actual tiene cierta pátina por los materiales con los que se realizó,  pero su puesta en escena, uso de primeros planos, utilización de la cámara en función de la dramaturgia y sobre todo el nivel de actuación, no tiene nada que envidiar a series contemporáneas que  se introducen en problemas de la sociedad  válidos  por igual en Tokio, Rio de Janeiro o La Habana.

Siempre han existido buenos y malos maestros; padres o abuelos  capaces de navegar con los adolescentes en ese río que se llama vida y otros ( hoy hay más que hace veinte años) que pretenden resolver la relación sentimental,  tan necesaria a esa edad, con  regalos o actitudes llenas de opulencia.

La falta trasatlántica de comunicación entre  Adriana  (Laura de la Uz) y  sus padres se muestra con uno de los mejores actores de la novela: ese gato que  acaricia y ronronea a la adolescente cansada de ver pelear  a sus progenitores, y que encuentra CARIÑO en el felino,  porque en su hogar –dotado de todas las comodidades- ese sentimiento no existe, o por lo menos no se demuestra.

 Mi colega Dixie Edith, tan buena  madre como periodista, narró su encuentro con la serie “Los ojos de Aníbal, mi hijo más pequeño, se mantenían fijos en el televisor mientras yo me preguntaba cuál sería el anzuelo. Me horroricé por la hora. ¿Una nueva serie tonta, al estilo de Hanna Montana?  (…)Pero un regaño que resonó en buen cubano, sospechosamente parecido a los que se escuchan en cualquier aula de secundaria por estos tiempos, capturó mi atención. Al asomarme a la pantalla, una jovencita Laura de la Uz junto a un pequeño Caleb Casas me soltaron la lengua: ¡Blanco y negro… sí! (…) Estrenada en Cuba en 1994, justo cuando escribía mi tesis de grado y comenzaba mi vida profesional, todo a la vez, la serie televisiva Blanco y Negro ¡no!, me dio la posibilidad de asomarme a los entresijos de la realización de aquella aventura adolescente. Muy gustada en su momento, la propuesta puso sobre el tapete de la Cuba del período especial, una polémica acerca de los orígenes de la pérdida de valores que ya se venía notando. Y ofreció caminos, salidas. (…) Por un lado, mostró el tremendo impacto que las contiendas cotidianas de una familia poco funcional causaron en sus dos hijos adolescentes; por otro, el valor de la solidaridad humana. Pero sobre todo, retrató con inteligencia el daño que hace a muchachas y muchachos una escuela con normas rígidas, que atiende poco a las individualidades y enseña a repetir, a memorizar; más que a pensar”

Si a Dixie la entonces profesional en ciernes, la propuesta de José Victor Herrera, la conmocionó ¿qué sucedió con el jovencito José Luis Pérez?: “Blanco y negro ¡no¡  fue para mi la certeza de que el set era lo mío. Cuando fui al casting tenía  12 años, tres días despues estaba en maquillaje y vestuario, me entregaron el guión  y a la  semana estaba filmando. Tuve mucha suerte.  Desgraciadamente,  el actor seleccionado  sufrió un accidente y yo lo sustituí. Los demás llevaban seis meses ensayando y lo mío todo fue muy rápido. Ni entonces ni ahora me lo creo. Cuando la filmaba era como un sueño muy agradable. Actualmente,  me dan “chucho” que si yo era gordito. Creo que ahora se está recibiendo mejor, se trata de problemas universales y un excelente producto televisivo.”

Leonor Cabal tenía un largo trabajo en la radio y una fugaz incursión en la televisión cuando Charlie la llamó para interpretar a una madre especial: “Es un acierto que le hayan repetido. Es un momento oportuno cuando hay tantos problemas sociales. La gente lo ha recibido de manera muy positiva. Hace dos décadas los muchachitos la veían aquí, en mi casa, y haciamos debates.  Está muy bien hecha, Charlie es muy buen director. Logró establecer una buena relación entre niños y actores. El público  advierte cuando una serie esta bien hecha, y es un reflejo de la sociedad. Ahora se sigue notando”.

Si  Alina Rodríguez tuvo la suerte de ser la Carmela del filme Conducta, el actor Héctor E Noas fue “el Carmelo” de la serie: “ Para mi Blanco y negro, ¡no! fue un regalo, una suerte de privilegio por el resultado que logró Charlie Medina haciendo una serie necesaria, con pocos recursos, en condiciones de absoluta austeridad económica y donde gracias al talento, la buena energía que creó  y el excelente gusto de Charlie, todos logramos sentirnos muy estimulados mientras filmábamos el proyecto. Me tocó hacer un personaje muy agradecido: Ese profesor ideal que todos deseamos tener alguna vez. Alguien alejado de los esquemas impuestos por los dogmas y con la suficiente inteligencia como para saber que cada niño o adolescente merece una atención especial y una comprensión delicada para lograr que en un futuro sea alguien útil y enriquecedor para la sociedad. Para mi fue un reto. Nunca hubiera sido capaz de ponerme delante de un alumnado a dar una simple clase, pero el hecho de tener que hacerlo mediante un personaje me permitió saborear esa experiencia. Me preparé para ello como si cada vez que fuera a filmar, realmente tuviera que dar una clase y necesitara ganarme la atención de esa audiencia tan especial. Disfruté mucho la experiencia y siempre quedé en deudas con Charlie por esa oportunidad. Al final fuí galardonado ese año con un Premio Caricato por ese trabajo, junto al Mercurio de Shiralad  (…) Es una pena que pasaran veinte años para poder disfrutarla nuevamente. Hubo un par de generaciones que hubieran agradecido y a los que les hubiera servido de estímulo verse reflejados en una serie de este calibre. No hay tantos trabajos en la televisión que reflejen los conflictos de esa etapa tan importante en la vida de los jóvenes. Creo personalmente que ha habido un deterioro en las condiciones sociales y un incremento negativo de los conflictos en los adolescentes. (…) Mi percepción en este momento es que se agradece mucho esta reposición. La gente se pregunta por qué no se ha seguido haciendo series así donde hay tan buenas actuaciones, personajes atractivos, historias necesarias y excelente calidad de realización. Por suerte, creo que la serie ya está digitalizada por la Televisión Cubana y eso garantizará su buena conservación.”

Hasta Tania Perez, via e-mail, llegué para preguntarle por el buen personaje de “la vaca”. Dijo que no estaba acostumbrada a escribir pero apuntó:  “Esta serie se realizó en un año muy difícil para mí y para muchos,  estoy segura que para la mayoria, y la recuerdo como un oasis en medio de aquella situación y pienso que de ahi parten sus logros. Charlie Medina mostró en aquellos momentos una cualidad muy preciada en un director: trasmitir a todos  los que intervenimos pasión y amor por la obra que hacíamos más allá del momento que estábamos viviendo.  Recuerdo como la recibió el público, pero en particular los jóvenes que se sintieron reflejados. Tambien hubo quienes se molestaron porque se sintieron criticados y  aunque en estos años hemos avanzado  en el terreno de la critica, no cabe duda que en aquellos parecia casi imposible.”

Charlie ni por teléfono, ni grabando quiso hablar, por suerte me envió fotos con su melena y barba sin una cana  cuatro lustros atrás.  Sólo ante una pregunta ¿veinte años despues que harías?, me dijo “hoy tengo más madurez, veo las cosas de otra forma, los equipos para filmar  son mejores, haría Blanco y negro ¡no! veinte años despues…”.

Creo que  si hubieran existido y ahora se hicieran otras propuestas de jóvenes, con jóvenes, para jóvenes y adultos, Blanco y… no sería tan aclamada. A vuelo de memoria recuerdo sólo Doble juego, de Rudy Mora,  Mucho ruido de Mariela López y  Coco verde, y Enigma para un verano  de Roly Peña, que se han adentrado de forma creíble en el mundo juvenil aunque las últimas tres sin el sesgo critico que tienen las otras, pero han estado bien hechas y son muchísimo mejor por lo que dicen y cómo lo hacen  que Hanna Montana y compañía.

Conozco la escasez de dineros para invertir en series televisivas. Si hay que escoger entre comprar leche en polvo o dos cámaras, gana la primera, es lógico: se trata de la existencia. Pero del poquito dinero que vaya a la televisión es vital para ahora, y sobre todo mirando el futuro, que se realicen propuestas en la que los adolescentes y jóvenes de hoy se vean reflejados, y que de una forma entretenida se siembren semillitas que contribuyan a formar adultos trabajadores, respetuosos, cultos;  hombres y mujeres raigalmente cubanos, que amen y defiendan la cubanía con los valores esenciales de los buenos ciudadanos. Hace veinte años Blanco y negro ¡no!,  logró tocar algunas conciencias, es vital que vengan otras series que en el 2034 se recuerden con agrado como piezas  que entretuvieron y revolvieron nuestras neuronas con un espejo, no mágico sino de nuestra sociedad en este tiempo..

 

 

 

 

 

 

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