Soy asidua televidente de Mediodía en TV, como lo fui de sus programas antecesores. En esas entregas tengo una somera idea de cómo va la programación ese día. No siempre sus propuestas han tenido la misma calidad, pero desde hace un tiempo este espacio tiene dos puntos esenciales a su favor: la conducción y el empaque con el que se presenta.

Marino Luzardo y Bárbara Sanchez Novoa clasifican hoy entre los mejores locutores del país. Excelente dicción en ambos, seguridad y elegancia. En el caso de Marino -lo he escrito ya en otras oportunidades- está listo para mayores empeño: un espacio donde sus dotes de comunicador puedan explotarse mucho más en entrevistas, comentarios, porque posee cultura y a la vez tiene ansias de aprender.

Barbarita se mueve más hacia una figura de presentación de espectáculos en los que puede hacer gala de juventud, belleza y sobriedad en escenarios donde música y danza señoreen, como la apertura y la clausura del festival de Cine de La Habana: las ceremonias que ha hecho le han quedado muy bien.

Si a estos componentes imprescindibles se une desde unos meses atrás “la cara digital” del programa que Raupa hizo variar para bien, se entiende por qué escribo de un buen momento en el espacio, totalmente en vivo, que dirige Odalys Torres.

El guión es escrito a cuatro manos por Ivonne Peñalver y Ricardo Mileján, a los que en épocas veraniegas se une Mercedes Sierra como “audaz detective” para hurgar en las biografías de los entrevistados principales.

Ahora bien, me pregunto por qué a una propuesta que ha alcanzado esta hechura no se le saca mayor partido. Durante la programación estival si se mueven en esa cuerda: entrevistan a hombres y mujeres con una obra literaria o artística en general que en su criterio valga la pena dar a conocer. La temporada veraniega se hace con una investigación del invitado y permite conocer aristas poco difundidas e interesantes, también momentos jocosos porque los realizadores tratan que el secreto esté presente en “las sorpresas”.

Sé que ese ritmo no se puede mantener, pero sí que siempre el programa sea una plataforma de promoción cultural en la que rijan las jerarquías en las diferentes manifestaciones, incluida por supuesto, la televisión.

Esta responsabilidad no puede recaer solamente en los guionistas del espacio. Existe un vínculo entre el Ministerio de Cultura y el ICRT para promover lo mejor de la cultura nacional: esa debe ser la guía, que no excluye por ejemplo la presencia de creadores de visita a Cuba que pasen por Mediodía.

Sería muy bueno que la televisión utilice ese espacio para promover los mejores programas que están en la parrilla y que no tienen aún la popularidad que merecen. Pienso en películas, teledramas, programas científicos y de otras temáticas que permiten hacer crecer en conocimiento a los televidentes.

No creo tampoco que Mediodía es un espacio perfecto: como cintillos (croll) se promueven espectáculos o propuestas que no siempre están entre las mejores. Esos cintillos incluso reiterados pueden llamar la atención de las ofertas con altos valores culturales no sólo en La Habana sino en todo el país.

Este es uno de los programas habituales de la televisión, los que llenan la pantalla. Cuando uno de ellos destaca por su calidad, bien vale la pena reconocerlo, no a uno de sus integrantes, sino a todo el colectivo desde el que ilumina hasta el sonidista, porque de todos es ese resultado generalmente digno a pesar de falta de recursos, los imponderables del día y su realización en vivo: cuando se equivocan no pueden rectificar.

 

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