Unos años atrás un buen amigo me contó una anécdota de José Lezama Lima. Transcurría la época de finales de los sesenta y hubo una reducción en los pagos de derecho de autor. El escritor de Paradiso, con su voz asmática, le dijo “A mí no me importan esas regulaciones si con otras, se logra que yo almuerce en el 1830 y pague con una pucha de flores”.

Creo que a su modo Lezama estaba citando a Carlos Marx: “En la fase superior de la sociedad comunista, cuando haya desaparecido la subordinación esclavizadora(…); cuando el trabajo no sea solamente un medio de vida, sino la primera necesidad vital; cuando, con el desarrollo de los individuos en todos sus aspectos, crezcan a chorro lleno los manantiales de la riqueza colectiva, solo entonces podrá rebasarse totalmente el estrecho horizonte del derecho burgués, y la sociedad podrá escribir en su bandera. ¡De cada cual, según su capacidad; a cada cual, según sus necesidades!” o a Benito Juárez, que el 11 de enero 1861, escribió “A cada cual, según su capacidad y a cada capacidad según sus obras y su educación. Así no habrá clases privilegiadas ni preferencias injustas (...)”.

Uno y otro hablan de una sociedad que aún no existe. El lío es que no podemos ser idealistas, y aunque el texto del Programa de Ghota hoy es debatido por las múltiples interpretaciones que genera, no hay que olvidar que Marx subrayaba que se debía tener en cuenta ante todo el trabajo, la fórmula más justa mientras no pueda existir una sociedad mucho más humana.

Y a lo que voy: hoy en Cuba se están debatiendo resoluciones, proyectos, leyes que interactúan con la sociedad en general y en particular con la actividad artística, porque ¿no son acaso un reacomodo económico los lineamientos  del Partido?. Y la gestión cultural no puede, ni debe, escapar a estos cambios.

Es por esto que resulta imprescindible una mirada otra a la creación audiovisual desde el punto de vista económico. Si existen grupos de trabajo que en su casa realizan hasta películas, ¿cuándo la TV le podrá comprar esas piezas a quienes las crean?. ¿Ha sacado la cuenta algún decisor de lo que se ahorrarían en gastos administrativos de los que hoy no pueden prescindir, porque hacen falta la secretaria, la cajera, el custodio y etc, etc,..?.

Por otro lado, como el comunismo (¡o como se llame, porque el capitalismo NO es la solución!) demora en llegar, tenemos que valorar el trabajo, su calidad, a la hora de remunerar lo hecho. De ahí que la solución, para ahorrar, no puede estar en pagar menos a todos los hacedores de audiovisuales, al contrario: habría que pagar más por la calidad  sólo cuando esta alcanza niveles dignos, y no pagar nada a quienes no saben realizar un buen trabajo

¿Se imaginan la cantidad de personas que por voluntad propia se dedicarían a otros haceres que no son audiovisuales ni radiofónicos? ¿Acaso esa disposición puesta en función de un área relacionada no le daría beneficio económico a los implicados y a la propia televisión?. La televisión no tendría que comprar camisas caras en dólares, porque se podrían armar talleres (por cuenta propia) con ropas recicladas para algún tipo de vestuario. Ese es un solo ejemplo.

Estoy convencida que si en el ICRT pagan según el resultado artístico, se beneficiaría en primer término el público, después los artistas y por supuesto, los ejecutivos que padecerían menos de la presión alta o de úlceras gástricas por no tener buenos productos para colocar en la parrilla de programación. Ese vital organismo, protagonista de llevar en audio e imágenes los valores esenciales de nuestro proyecto social, podría contar creadores que hoy trabajan con sus medios en sus casas, y son muy buenos en el orden estético.  

Sé que he tratado un asunto del que se pueden escribir libros, pero sigo siendo marxista y sostengo que la economía decide en última instancia. Y a veces parece que se nos olvida a todos. La situación económica cubana no es nada fácil. Todas y todos debemos comprender que pasó la época de recibir sin dar nada, pero el mejor trabajo de un realizador(a), un locutor(a), y así todas las actividades artísticas, deben ser remuneradas en dependencia de sus resultados.

Usted le podía pagar, es un ejemplo, veinte pesos por un texto a Lezama Lima si le garantizaba que con una pucha de flores comprada con ese dinero, él podía comer ovíparamente en el 1830, sino era así la falta de respeto al talento era inmensa. En fin, creo que por muy poco presupuesto que exista el talento debe ser recompensado “según su capacidad” y ese solo acto generaría cambios positivos en la producción audiovisual.

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