Quien ha estado al tanto del desarrollo del segundo pleno del Partido Comunista de Cuba y de la Asamblea Nacional del Poder Popular, sabe que no podemos esperar ayuda externa para nuestro desarrollo económico, y que dejar atrás la crisis por la que atravesamos depende de nosotros.   

El mejor ejemplo de que cuando se quiere se puede son nuestros científicos cubanos, capaces en tiempo récord de producir tres vacunas y varios candidatos vacunales, lo que permite a Cuba clasificar entre los países con mayor por ciento de vacunación, reducción de infectados y de muertes.

Pero no basta con tener talento y deseos de hacer. Nuestras vacunas que han demostrado su eficacia en la práctica (el mejor criterio de la verdad según Federico Engels), no reciben el reconocimiento que tienen otras. Y si hacen falta tantas vacunas en el planeta, ¿por qué no se contratan en Cuba?                                

Y no solo en el sector de la ciencia existe talento y deseos de hacer. Hoy hay deportistas cubanos brillando en diversas latitudes, artistas que han triunfando allende los mares, todos con residencia permanente en Cuba.                                

Si existiera un tratado con las Grandes Ligas, el cual se rompió en medio del trumpismo, no existiría tanta deserción por parte de muchachos que sueñan con la Gran Carpa. Nuestros artistas ven limitadas sus giras por no realizar declaraciones contra el gobierno de la Isla y en el caso de los músicos no se comercializan sus discos, aunque sean ricos exponentes de esa manifestación artística.

¿Es acaso un sortilegio de la mala suerte en la Mayor de Las Antillas? Quizás sí, pero tiene un nombre: bloqueo, el cual, durante más de sesenta años, y con saña en los últimos dos, en medio de la pandemia de ese asqueroso bicharraco, conocido como SARS-CoV-2, ha tratado de desaparecer la islita rebelde del Caribe.

Ahora bien ¿nos cruzamos de brazos? ¡No!, hay que hacer como los científicos que han colocado la vacuna en Irán, Venezuela y México, y continúan buscando mercados en diversos países. O como los deportistas que se abren paso en Japón, Venezuela, Italia…O como los músicos con coproducciones, porque el bloqueo hay que romperlo.  

Hace un tiempo entrevisté a Aimara Sierra Sánchez, al frente de la Dirección de Exportación y Negocios del ICRT, y me dijo que “desde finales de 2019, la dirección del ICRT establece como una de sus prioridades revitalizar la actividad de exportaciones en el instituto, elaborando una estrategia que permita organizar, dirigir y controlar los procesos asociados a ella. Tiene como objetivo fundamental potenciar el desarrollo de las exportaciones y la inversión extranjera en el ICRT, a través de la promoción de las oportunidades de ventas de productos y servicios asociados a la actividad audiovisual, así como de inversión foránea y la ejecución de investigaciones de mercado, para su implementación en las empresas y entidades subordinadas al Instituto y en correspondencia con los objetivos y prioridades del país. Para ello se crea a principios de 2020 la Dirección de Exportación y Negocios del ICRT.”

Y agregó: “Los principales mercados en los que hemos explorado son el latinoamericano y el caribeño, por su cercanía geográfica y cultural con nuestro país; también se ha investigado el mercado europeo, principalmente el español. No obstante, la estrategia tiene previsto realizar un estudio de todos los posibles nichos de mercado en los que identifiquemos que nuestros productos y servicios puedan comercializarse; así como capacitar al personal necesario en las herramientas que permitan acelerar los estudios de mercado”.

Entonces escribí que “televisión y radio no son una excepción en el país: deben exportar, para por lo menos amortiguar el gasto del presupuesto estatal en la producción de programas audiovisuales y radiofónicos, que además de dirigirse a la demanda nacional alcancen los estándares exigidos en el mercado de otras latitudes, sin realizar concesiones en los órdenes ideológico, ético y estético.

“Talento, experiencia y deseos de hacer, existen tanto en la radio como en la televisión, pero se necesita que los programas cumplan parámetros tomados como norma. Pueden producirse excelentes espacios que, si no se adecuan a un grupo de reglas, no lograrán cruzar el Mar Caribe”.

Junto a la producción de programas que se rijan por los parámetros establecidos, tanto en lo tecnológico como en valores estéticos, se impone un eficiente marketing que invada las redes sociales. Que utilice, incluso, los correos y envíen propuestas a personas amigas del exterior, para que ayuden a insertar buenos productos televisivos en canales pequeños. Así se hace con los libros y no pocos han sido impresos en editoriales chicas, gracias a esas gestiones.

Ninguna vía de comunicación es mala para comercializar un producto de cualquier tipo y especialmente audiovisual, pero en mi opinión existe un problemita. Si RTV Comercial, La casa productora de telenovelas o los Estudios de animación no ponen coto a que artistas, directores, actores, guionistas cuelguen en YouTube sus programas, ¿cómo se van a vender si ya están en las autopistas? Una cosa es colgar un tráiler y otra muy distinta los capítulos completos.

Para el cine existe el DCP, Paquete digital completo, que impide la piratería. No sé si en la TV haya algo similar. Me dicen que en YouTube solo lo pueden ver, pero no descargar. No estoy segura yo veo y descargo las entregas de Promesas, de Travesura musical, de Al habla con los muertos, de Vivir del cuento ¿entonces?

Opino que, si RTV realiza una buena labor de marketing, y los propios creadores contactan con personas en otros países, capaces de colocar nuestros productos audiovisuales, todos ganaríamos.

Eso se conseguiría si los productores establecen un contrato en el que quienes participen en un programa, se comprometan a no colgarlo ni en Youtube, ni en otra red. El productor está salvando así un valor patrimonial e impidiendo que le roben su producto, porque colgar una obra en las redes es igual que llevarse para su casa una memoria flash de la productora.

Técnicamente un contenido audiovisual es un activo intangible, pero con un determinado valor. Tan activo como una computadora, un auto, una cámara o un mueble de oficina. A ningún ejecutivo se le ocurre permitir que alguien se lleve por un ratico la cocina del comedor de los trabajadores para su casa.

Entonces que se compren buenos programas y se vendan los nuestros, no tiene que ser a grandes canales, pero que caminen pagando un precio, no como ahora que se regalan. 

 

 

 

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