Si en el origen de los seres humanos como especie no se realizaron animaciones se debe a que no podian. Sin embargo, llenaron las cavernas de dibujos, algunos con tributo a los dioses, otros para dejar plasmada la historia, sin darse cuenta que lo hacían en este último caso.

En interesante el texto de David Jaime, especialista en stop motion, que cuenta: “La idea de recrear la ilusión del movimiento con una serie de dibujos es más antigua que el nacimiento del cine. Algunos historiadores se remontan a la prehistoria, en la que, mediante pinturas rupestres, se intentaba expresar movimiento, para que se mantengan estáticos. Otros descubrimientos posteriores, en Egipto y en Grecia, corroboran esta tendencia a representar diferentes fases del movimiento en su arte. Leonardo Da Vinci también experimentó con la figura en movimiento, como se puede comprobar en su ilustración de las proporciones humanas, en las que dibuja las que parecen ser dos fases de una misma acción”.

 El artículo puntualiza también que “el primer intento que se conoce de una animación mediante la proyección de imágenes data de 1640, cuando el alemán Athanasius Kircher inventó el primer proyector de imágenes, la “linterna mágica”, en la que, mediante grabados en cristales, era capaz de proyectar diferentes fases consecutivas del movimiento, cambiando los cristales de forma mecánica. En una de sus proyecciones representaba a un hombre mientras dormía, abriendo y cerrando la boca”.

Jaime explica: “El incipiente mundo de la animación estuvo estancado hasta 1824, cuando Peter Mark Roget descubrió el principio de persistencia de la visión, fundamento en el que se basan todas las imágenes proyectadas que conocemos hoy en día. Demostraba que el ojo humano retiene la imagen que ve durante el tiempo suficiente para ser sustituida por otra, y así sucesivamente, hasta realizar un movimiento completo, como se ve en su «taumatropo».

“Aunque fueron muchos los inventos nacidos a la sombra del principio de la persistencia de la visión, ninguno pasó de la categoría de juguete hasta la llegada del «Phenakistoscopio» de Joseph Antoine Plateau, en 1831, en el que conseguía plasmar un movimiento completo mediante el uso de dibujos.
Entre las bases del origen de la animación está el mismo juego de sombras y la proyección de siluetas de papeles recortados creados por la cultura china”.

Por otra parte, el francés Émile Reynaud es considerado el padre del cine de animación, con su invento en 1888: el praxinoscopio, uno “juguete óptico de la época, en el cual se utilizaba una técnica pre cinematográfica de animación.” Otro francés, Émile Cohl, desde 1908 realizó los primeros cortometrajes de dibujos animados. En su obra se destaca Fantasmagorie, de un minuto y veinte segundos de duración. Pero de esos realizadores el público apenas conoce.

La mayor parte de los terrícolas, cuando se habla de dibujos animados, piensa en Walt Disney, porque logrò crear unos portentonsos estudios, con piezas que invadieron el planeta, como Popeye y Betty Boop, durante la época del cine mudo y los primeros años del cine sonoro.

Sin embargo, El apóstol (1917), del argentino Quirino Cristiani, es el primer largometraje de animación mudo. Y hay otros de la primera época como Die abenteuer des Prinzen Achmed (Alemania, 1926) de Lotte Reiniger y Le roman de Renard (Francia, concluida en 1930, pero estrenada en 1937) de Starewicz. Finalmente, en 1937 Walt Disney estrenó Blancanieves y los siete enanitos.

Este animado llegó a la TV en los años 60 y 70, en Estados Unidos. En ese país “Hanna-Barbera dominó la animación para televisión y Disney la animación para cine. Sin embargo, en los años 70 algunas alternativas gozaron de favor del público. El más conocido puede ser Ralph Bakshi, con sus primeras películas pertenecientes al movimiento underground (Heavy Traffic, Fritz el gato caliente) y posteriormente sus películas de fantasía (El señor de los anillos, Wizards, Tygra). Entre los cortometrajistas destacaron John y Faith Hubley”, apunta Jaime.

A pesar de los intentos realizados en Europa del este y la extinta URSS, con una gigantesca producción de animados y con talentosos autores (como el checo Jan Švankmajer, quien utilizó el stop motion y la plastilina para crear mundos surrealistas; y otros nombres como Marcell Jankovics, Sándor Reisenbüchler, Yuri Norstein, Walerian Borowczyk y Jan Lenica) nunca esos muñequitos pudieron competir con los yanquis.

¿Quién no recuerda, por ejemplo, los cambios de colores en los vestidos de las hadas en La bella Durmiente o en el entramado de matas en el edificio de la bestia, antes de que, con un beso y una lágrima de amor, la novia lo convirtiera en un apuesto galán?

Pero, ¿son tan inocentes esos muñequitos que veíamos y amábamos?  ¿Acaso el Pato Donald no es un canto al neoliberalismo, a la riqueza de unos pocos y a la pobreza de otros?

En Cuba, como en otros países del mundo, hubo intentos de realizar dibujos animados.  En una investigación, el escritor Reynaldo González encontró que Conga y Chambelona (1919), del pintor y humorista Rafael Blanco, fue el primer dibujo animado, con cerca de dos minutos, del que existen referencias.

Quizás existieron otros, pero han desaparecido con el tiempo, incluso de las referencias. Lo que sí está documentado son los realizados a partir de 1960. El primer dibujo animado que recibiera un premio cinematográfico internacional se trató de El maná (1961), de Jesús de Armas.

Mas el animado cubano que conquistó al público cubano fue Elpidio Valdés, de Juan Padrón, por su forma de realización y su manera peculiar de contar la historia de Cuba. Durante lustros los niños cubanos querían ser como Elpidio y las niñas imitaban a María Silvia.

Vampiros en La Habana, también de Padrón, un filme de culto según el estudioso Kosei Ono, es un animado para adultos que ha trascendido nuestras fronteras.

Meñique, de Padrón, pero esta vez con el nombre Ernesto, es el primer largometraje en 3D cubano, también producido por el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográfica, ICAIC, instituto que ha aportado otras piezas de Tulio Raggi, Mario Rivas, Jorge Oliver y un importante número de autores para que sean publicadas (y así ha sido) en la televisión nacional.

Pero la TV tuvo su propio estudio en los años 60. Hubo personajes como LPV, luego estuvieron Cuca, Cecilin y Coti, y El profesor; y como en Cuba hay muchas cosas “que no tienen fijador”, al decir de Héctor Zumbado, prácticamente desaparecieron hasta hace unos años.

En la pantalla ya se ven los frutos de la recuperación de la animación nacional; ejemplo de ello es: El escaparate de Patricia de Niels del Rosario y El profesor de David Jaime (nominados a los Premios TAL), los cuales aparecen en el espacio Mi programa infantil, donde se transmiten también animados de Colombia (Diez años para cambiar el mundo), Argentina (La asombrosa excursión de Zamba y Nina), Brasil (Que Corpo e esse), Venezuela (Leer es soñar) y otras propuestas entretenidas para los niños. 

Claro, todos querríamos que nuestros niños tuvieran a su disposición buenos dibujos animados cubanos y existe un plan ambicioso, pero creo que no cubriría toda la franja de la programación para los más pequeños.

La animación puede servir para realizar propaganda política atractiva, presentaciones de   telenovelas como la de Al compás del son, videos clip (Píntate los labios María, de Padrón), incluso en los noticieros siempre que se realice con ingeniosidad, utilizando las técnicas más modernas y con intención. Desgraciadamente existen animaciones que dan deseos de apagar el televisor, tanto a los niños como a los adultos.

Es que hay que recordar que los animados son esencialmente productos audiovisuales, que requieren siempre ingeniosidad, talento y oficio para que logren transmitir ideas y emociones que hagan crecer al ser humano, como lo conseguía Elpidio Valdés con los más peques de casa y los adultos.

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