Se sigue discutiendo si la telenovela nació en Cuba, en México o en Venezuela. No voy a decir categóricamente que la telenovela es un producto cubano. Pero nadie discute que El derecho de nacer, de Félix B. Caignet, fue todo un acontecimiento en la radio, primero, y luego en versiones televisivas que se hicieron en Venezuela y en Cuba.
La génesis de todos esos amores contrariados melodramáticos, con enfrentamientos entre el bien y el mal, tienen su origen en la radio cubana, precisamente con el autor santiaguero, quien también fue un reconocido compositor musical.
En las últimas décadas Brasil, especialmente su cadena O Globo, ha logrado un mercado nacional e internacional del género, ¡y buen dinero que le ha sacado!, basta solo ver la cifra de la cantidad de exportaciones que realizan de esas propuestas.
La esclava Isaura, en los años ochenta del siglo pasado, demostró que el melodrama, aunque se inserta en el alma latinoamericana, puede conquistar públicos tan diversos como el chino, el ruso y el de otras latitudes, quienes aplaudieron el triunfo de Isaura sobre el malvado Leoncio.
Escribir esto es tal vez llover sobre mojado, pero lo traigo a colación porque siento que aún en el siglo XXI existen personas que menosprecian el género. Y olvidan que todavía en la mente de una buena cantidad de cubanos esta Tierra Brava, de Xiomara Blanco, una obra transmitida en medio del Periodo Especial y que sentó a la mayor parte de los cubanos frente al televisor, cuando tenían luz eléctrica y si no caminaban a la otra cuadra para ver la novela.
En tiempo relativamente reciente se han transmitido piezas como Al compás del son, un melodrama puro con un telón de luchas sociales como fondo, y lo más descollante: logró el rescate de la música, de canciones que apenas se escuchaban ya en la radio y en la televisión.
Hace apenas dos o tres años llegó Entrega, una telenovela también melodramática, pero con una enjundiosa historia acerca de los problemas de la educación en Cuba simbolizado en un joven amante de su profesión y que pasaba mucho trabajo para ejercerla.
La triunfante serie Calendario se emparenta con Entrega, de hecho, los primeros en reconocerlo son sus escritores y la dirección.
Tanto Entrega como Calendario demuestran que no hay tema aburrido para una propuesta de ficción, cuando esta se hace partiendo del conocimiento del género y de una historia que vale la pena contar.
Nicolás Guillén, en uno de sus epigramas, decía: "antes de deshacer un soneto primero hay que hacerlo". Creo que eso es válido para todas las manifestaciones artísticas y también para los llamados culebrones. No se puede hacer una telenovela sin conocer la esencia de su estructura. Y para ir a jugar con esa estructura, y llevarla a otra forma más novedosa, habría que hacerlo desde el respeto al género, el cual ha logrado desde que nació captar la atención de millones de personas no solo en Latinoamérica, sino en otras partes del mundo.
Creo que, en el caso de Cuba, con pocos recursos para invertir en la televisión, no tiene sentido entregar una parte de ese presupuesto a personas que pueden ser muy buenas en algunas zonas del audiovisual, pero que no son idóneas para las telenovelas.
La telenovela no es ni buena ni mala, sencillamente es. Tanto en nuestro país como en Turquía el género ha servido para llevar al celuloide temas de las más diversas índoles, respetando la estructura y los presupuestos del género.
La utilidad de la telenovela para transmitir asuntos de importancia social está más que demostrada, pero todo el mundo no puede hacerla, aunque sea un magnífico documentalista, hacedor de videoclips o sencillamente haya sido bueno en algunos productos audiovisuales.
De ahí que me preocupe, en el caso de este género en específico, porque una buena cantidad del presupuesto de la televisión cubana vaya a manos de personas inteligentes, capaces, pero sin experiencia en ese género que tan útil puede ser.
En próximas columnas volveré sobre ese tema mientras espero la opinión de usted, amigo lector, sobre este asunto.
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