Hace unos minutos nos alertó el autor de este artículo(Julio Cid) de que había publicado en facebook  al medio dia de hoy su homenaje a este grande de la TV, porque le pareció poco lo que se había dicho. Nosotros compartimos su criterio y decidimos incluirlo en nuestro Portal como un homenaje  a Abel Ponce de este dramaturgo y escritor cubano que a cada rato nos sorprende en su humildad en medio de su grandeza.

Homenaje
La noticia me estremeció: falleció Abel Ponce. Recuerdo la última vez que lo vi hace poco más de dos años. Venía vestido de punta en blanco, muy pulcro, muy limpio. Era un anciano muy bien cuidado. Lo acompañaba una hija, pienso yo. Lo saludé y la señora que venía a su lado, con una sonrisa muy serena, me dijo en voz baja: ya él no reconoce a nadie. Pero él me sonrió y me miró con la misma expresión de bondad con la que había mirado y sonreído a todos siempre.
Si algo lo caracterizaba era la bondad que se expresaba desde sus ojos y su sonrisa.
Parecía un hombre incapacitado para el odio, la discriminación, la exclusión o la desidia.
Y lo era.

Llegó a la TV en 1959. Atravesó una etapa compleja. Fueron años de definiciones, éxodos, certidumbres y dudas, altruismos y entregas. Años en los que dejamos atrás tabús que nos habían acompañado desde el sistema de ideas que nos los había inculcado y, al mismo tiempo, nos empezaban a acompañar otro tabús, desconocidos hasta entonces, que nos inculcaba el nuevo sistema de ideas que se instauraba en la sociedad cubana.
En medio de aquella vorágine, el joven Abel Ponce fue camarógrafo y operador de video. Es lo que dice su biografía. Seguramente cumplió otras muchas funciones. Muchas y diversas. Pero eso no lo recogen informes y expedientes.
Además de lo anterior observó cómo hacían la dirección de programas dramatizados, sin el vídeo aún, Roberto Garriga, Jesús Cabrera, Vásquez Gallo, Cuqui Ponce de León y otros muchos realizadores fundadores de nuestra televisión.
La intuición, la inteligencia, la capacidad innata de este hombre, su competitividad forjada en el fragor de la transmisión en vivo, en el estudio, enriquecieron al acertado y brillante director de programas que fuera después Abel Ponce.

Y creo que no me equivoco al afirmar que pocos directores de su generación han exhibido una capacidad para la dirección de actores - delicada, exacta y, muchas veces, impecable- como la que cultivó Ponce.
Dirigió espacios muy diversos. Desde “Horizontes” hasta una serie que es un clásico de nuestra televisión: “Rosas a Crédito”. Y dirigió la primera y la segunda versiones que fueron igualmente exitosas. Durante catorce años realizó infinidad de programas para la serie policíaca “Día y Noche” .Luego lo haría para “Tras la huella”. Entre sus entregas policíacas se encuentran, también, programas para “Sector 40” y “Su propia guerra”.
En el espacio “Aventuras” se anotó títulos tan bien acogidos por el gran público como fueron “Vacaciones peligrosas”, “Cuando bajen las estrellas” y “El Mayor”.
Sería prácticamente imposible enumerar toda la obra de Ponce, un verdadero aporte a la historia de la televisión cubana.
Ya narré mi último encuentro con Abel Ponce al inicio de este artículo.
A pesar de que ya él estaba fuera de este mundo, no es un recuerdo triste. Al contrario. Se notaba, a simple vista, que lo cuidaban con amor y esmero, como él merecía.
Conservaba la dulzura y el candor de la sonrisa y la mirada. Con ellas laboró intensamente durante años en nuestra TV. Con ellas ayudó a construir el imaginario televisivo de varias generaciones de cubanos. Repita: con su mirada y su sonrisa.
Por ello –todos lo sabemos- no se entregan medallas, condecoraciones, reconocimientos
En Paz descanse Abel Ponce. Se lo ha ganado. Por su entrega, por su obra televisiva. Por su sonrisa y su mirada cargadas de nobleza.

Julio Cid
Julio de 2019

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