Durante casi quince años Baudilio Espinosa, Bao, ha visitado mi casa una vez a la semana. Ha faltado algunas por líos en la producción de La neurona intranquila. Ahora, por ejemplo, no está saliendo pues el bicharraco –conocido por Sarv Co2- impidió que se grabaran  los programas previstos.  Están en eso y tendremos nuevos espacios donde el entretenimiento se une coherentemente con .la transmisión de conocimientos. Bao siempre ha sido su bien conductor, y parte del equipo de guionistas. Con  él los dejo: 

-¿Por qué Bao? ¿Quién te puso ese nombre? 

- Baudilio es un nombre poco habitual y a la gente se le hace difícil asimilarlo cuando lo escucha por primera vez. Yo siempre bromeo diciendo que hasta los nueve años de edad lo llevaba a la escuela escrito en un papel y le decía a la maestra el primer día de clases “Mire maestra yo me llamo así pero no lo puedo pronunciar”. Soy el tercer Baudilio en mi familia, y espero que el último porque ni somos reyes ni tenemos herencia para dejar. Los primeros en tratar de arreglar el asunto fueron mis tíos paternos, políglotas todos, como fui su primer sobrino comenzaron a llamarme “Baby”, pero eso no prosperó, porque no hay nada más ajeno a la palabra “Baby” que esta cara mía. Algunos socios en la adolescencia me decían “Baudo” o “Bau” pero eso sonaba raro. Ni recuerdo cómo surgió el “Bao”, pero fue el que se quedó. Hace poco descubrí que “Bao” es un nombre (o apellido, sabrá Dios) chino. 

- Estudiaste filología ¿Qué te llevó a esa carrera? 

-Lo de estudiar filología se caía por su propio peso; de niño padecí de un asma severa y, como no existía todavía el espray de salbutamol con su alivio casi inmediato, lo que procedía era tomarse las medicinas y sentarse en una silla a esperar que hicieran efecto y… leer. A eso súmale mis tíos intelectuales con su súper biblioteca y su asesoramiento. A los quince años ya leía en dos idiomas, y la lista de libros aumentaba con cada ataque de asma. Ya después leer se convirtió en un vicio; leía al comer, en las guaguas, en la escuela, qué se yo, en cualquier lugar que puedas imaginar y en un par más que tal vez ni existan en la realidad. Con los libros desarrollé una pasión especial por las palabras, su sonido, su semántica. Jugaba con ellas, las extrapolaba de un idioma a otro, las exprimía. Fueron un juguete más en mi arsenal de niño. ¿Qué otra cosa estudiar sino filología? 

- ¿Tu primera pieza escrita? 

-De niño escribí muchos poemas y relatos, casi seguro que muy malos. Terminé una novela de ciencia ficción, esa sí la recuerdo, era extremadamente mala. Lo que sí es muy curioso es que nunca escribí ni teatro ni guiones de ningún tipo en la niñez o adolescencia. Aunque sí escribí varios guiones de radio para un programa de bien social donde estaba a mi cargo la parte dramatizada, y un sicólogo daba una arenga al final, pagaban y todo. No recuerdo si esto fue en el pre o en primer año de la universidad. Ahora, lo que considero mi primera pieza escrita, de cierta relevancia para lo que vendría después, vio la luz cuando estaba en quinto año de la carrera. Fue un sketch escrito a cuatro manos con Carlos Fundora, compañero de aula en ese momento y luego por azares y no tantos azares de la vida compañero en muchísimos proyectos hasta el día de hoy en que somos parte del grupo de escritores de la Neurona. La obrita fue además dirigida, puesta en escena y actuada por nosotros en un festival de la FEU con un éxito total. Se llamó en “En defensa de la lengua” y la comicidad estaba, como base, en los equívocos producidos por las diferencias entre la jerga de un tipo guaposo y la de un filólogo. 

- ¿Qué significó “La leña del humor” 

-La “Leña del humor” significó dejar de jugar a hacer humor para convertir la profesión de humorista en el centro de mi vida personal y artística. Fue una época en que todos aprendimos de todos, y no me refiero solamente a los miembros del grupo sino a todos los grupos humorísticos del llamado “Humor de los ochenta”. Nos reuníamos varias veces al año tanto en festivales como eventos teóricos o cursos en el ISA. Intercambiábamos guiones, se mezclaban actores de diferentes grupos en diversos montajes. Eran tiempos de colaboración constante. En la Leña hubo un momento en que coincidimos siete escritores como miembros del grupo ¿Te imaginas cómo salían de pulidos los textos al pasar por esa maquinaria? Por si fuera poco, teníamos hasta un caricaturista de altísimo nivel, que en lo visual era de gran ayuda. Hasta una revista tuvimos. Pasaron por el grupo más de veinte personas de diversas profesiones y estudios, estilos de humor, forma de proyección escénica, temperamentos; todos con su particular talento para lo cómico. Fue una escuela de convivencia, de colaboración. Un aprendizaje total de subordinación del ego a la obra artística, de la individualidad al grupo, claro, hasta donde es posible lograr eso en un grupo de artistas. Todavía existe la “Leña del humor”, y si le preguntas a cualquier humorista te dirá, sin ninguna duda, que es un grupo que realiza uno de los mejores trabajos en el panorama del humor escénico nacional. 

-¿Y Pepe Rillo? 

-Pepe Rillo fue un personaje al que recuerdo con mucho cariño. Fue el que me dio a conocer en televisión, y todos sabemos lo que eso significa, más en un programa de tanto éxito como el que le servía de marco. Yo fui convocado a “¿Jura decir la verdad?” como guionista, por lo tanto antes de comenzar a escribir hice un estudio exhaustivo de la dramaturgia interna y los mecanismos de comicidad que se explotaban. A pesar de que en ese momento no había escrito nunca para la TV me sentía dueño de las armas necesarias para intentarlo al menos, por mis estudios académicos y por lo mucho que había investigado sobre comedia de situaciones. Descubrí, entre otras cosas, que se necesitaba un personaje “pasador”, uno que no fuera el “Chistoso” sino el que diera las explicaciones para hacer avanzar la trama, papel que no corresponde a los que ejecutan el chiste duro. Algo parecido a lo que sucede en el fútbol entre los que organizan el juego y los goleadores. Claro, para que la comicidad no decaiga este personaje debe ser ridículo por su concepción, blanco de chistes, y prácticamente un chiste él mismo, amén de generador de humor por la situación en que se encuentre. Entonces recordé a un personaje que yo encarnaba en teatro, se llamaba Pleistoceno Gonzales y se movía en el humor visual. Lo doté de voz, y lo desarrollé como un intelectual incapaz de adaptarse al entorno de un solar donde convive nada menos que con el resto los personajes de “¿Jura decir la verdad?”.  Pedí interpretarlo yo porque tenía claro el personaje y porque en televisión el escritor es, con honrosas excepciones, un ente ajeno al proceso de grabación, y yo creo mucho en aquello de “el ojo del amo…”. Así pues, estaría yo, el escritor dentro del colectivo. Después con la colaboración de los demás actores, de la asesora y los directores, el personaje fue encontrando su camino, creció y funcionó perfectamente. Aun hoy muchas personas me dicen cariñosamente Pepe Rillo. 

-¿Llegas a La Neurona como escritor o como conductor? 

-Con la Neurona pasó justamente lo contrario, Gustavo buscaba un actor, no un conductor, que fuera además humorista, con pasión por la cultura, letras y ciencias, dentro y fuera de la academia, a quien le gustara leer y a quien no le diera miedo estudiar. Por supuesto que salté para tomar ese anillo que tan bien le venía a mi dedo. Yo estaba exhausto de escribir para “¿Jura decir la verdad?”, era el escritor principal y eso entrañó escribir los cuatros guiones mensuales durante interminable tiempo, y cuando se sumaron otros escritores aun tenía que adaptar y rescribir. Pregúntale a cualquier escritor lo que eso significa. Exceptuando a Alberto Luberta. Luberta pertenece a otro nivel, casi divino. Probablemente ahora esté sentado junto a Aristófanes, Antífanes y Menandro. Resumiendo, Gustavo me juró que ya tenía escritor y que no me preocupara. En medio de las grabaciones el escritor nos abandonó y tuvimos que asumir el reto de ir escribiendo y grabando a la vez Gustavo y yo. Ya estaba montado en el caballo y bajo ningún concepto iba a dejar abandonado a Gustavo, además me atraía el caballo en que estaba montado, era hermoso, y ya ves, resultó un caballo de largo aliento que aun hoy corre hacia la meta. Se ha transformado en un caballo más hermoso todavía y ahora lo acompaña un lindo potrico llamado Neuronita. 

-Se dice que solo las personas inteligentes se ríen de sí ¿Cuál es tu coeficiente? 

-Paquita, te diré que conozco a una cantidad enorme de personas consideradas inteligentes y que son incapaces de reírse de sí. Por el contrario, he conocido a muchas personas que no son consideradas convencionalmente como inteligentes y se carcajean con sus meteduras de pata. Yo creo que más que inteligencia para reírse de sí lo que se necesita es sentido del humor y asimilar profundamente las experiencias que te trae la vida. En cuanto a mi coeficiente me lo han tomado solamente una vez; era un niño y la sicóloga le dijo a mi mamá que era altísimo para mi edad, pero que no se hiciera muchas ilusiones porque con el tiempo iría adaptándome a mi edad hasta terminar siendo un niño con cierta inteligencia, pero dentro de lo normal. Yo te diría que después de tantos años usando y exprimiendo mi cerebro si me tomo ahora un test de inteligencia la sicóloga de seguro se haya quedado corta y la cifra probablemente esté en el campo de los números negativos. 

-¿Cómo has logrado ser tú mismo un objeto de risa para quien te ve? 

-Reírse de sí mismo es un truco muy viejo en el humor y cada humorista lo perfecciona y asume a su manera. Cuando te ríes de ti es como si te desnudaras frente a un auditorio, te muestras inerme, te pones a su merced, y por lo tanto es un modo de provocar empatía. Es como colocarte frente a un espejo de aumento que magnifica tus defectos, y de paso es mostrarle a cada espectador como usar su propio espejito. En mi caso lo hago a través de la sinceridad y la ironía. Exploto tanto mi físico como mi carácter, todo lo que encuentro. El trabajo de humorista es muy serio y entraña un compromiso que va más allá de tu ego. Tienes que comprender que en última instancia eres un sanador y tú propósito a ultranza es que las personas aprendan a ser mejores a través de la risa. No es solamente que se rían y sanen con tu trabajo es, además, que tu trabajo y tú mismo les enseñen a usar la risa como herramienta de mejoramiento humano y útil instrumento para enfrentar las situaciones que te trae la vida. 

- ¿Por qué afirmas algo así como que la Neurona puede ser…infinita? 

-La Neurona puede ser infinita solamente como algo puede serlo; cambiando. Tiene que mutar, cambiar, porque sus receptores mutan y cambian. Los tiempos y el contexto también lo hacen. También los intereses. Eso nos trae al viejo Darwin; el que no se adapta perece. El programa se llama “El selecto club de la Neurona intranquila” y un club es bueno y visitado mientras sus miembros se sientan a gusto en él. ¿Quiénes son esos miembros? Pues tú, yo, los que llevamos el programa, los que lo ven, los que lo aman. Y créeme, toda esa gente hace cualquier cosa menos quedarse inmutable. Por eso es que cada temporada está llena de secciones y hasta estructuras nuevas. 

-¿Qué te satisface más en ese programa que conduces desde el principio? 

-Lo que más me satisface del programa y además no deja de asombrarme es el nivel de compromiso que despierta el selecto club en sus miembros. Normalmente el equipo creativo de un programa lo componen sus escritores, directores, asesores, el creador del proyecto, el productor, quizás alguno más que se implique, pero es que en la Neurona el equipo creador es todo el que tiene que ver con el programa, si vas actualmente a una grabación te sorprendería como a veces una pregunta o una respuesta ambigua se discuten; participan camarógrafos, técnicos en general, de montaje, de audio, los acompañantes de los competidores, todo el que esté en el estudio. Y a veces defienden sus puntos de vista de forma bastante apasionada, para usar un eufemismo. Cuando tú vez que yo digo “Se acepta tu respuesta…” detrás de eso hubo tremendo análisis y discusión. Los televidentes (No me gusta usar “Los públicos”) son parte importantísima del grupo de creación con sus críticas, colaboraciones, etc. Aportan desde preguntas hasta secciones completas y asuntos estructurales. Yo he participado ya en muchos proyectos, pero te digo no me había encontrado con algo así nunca. 

-A propósito ¿Has estudiado acerca de la conducción? 

-Como parte de mi preparación como actor he acudido muchísimo a ejercicios de dicción, proyección y otros que estoy seguro forman también parte de la preparación de un conductor. También he recibido consejos de conductores muy experimentados, y de veteranos actores, directores, profesores académicos y directores de teatro y televisión. Presto especialmente atención a los críticos y especialistas como tú, que para fortuna nuestra dedican tiempo a mejorar nuestro trabajo. Y, sobre todas las cosas, dedico todo el tiempo del mundo a escuchar las opiniones y críticas de todo el que ve el programa, y mientras más ajena su profesión al medio televisivo más agradezco su interés y atiendo a sus sugerencias. A mi modo de ver las cosas, tanto en el caso de La Neurona como en el de la Neuronita, el facilitador, el anfitrión, puede ser un conductor, un actor, un profesor, un científico, o cualquier otro que, además, conozca el medio y se sepa manejar en él. En mi caso lo asumo como actor, humorista y filólogo. Trato de interpretar una versión mejorada y televisiva de mí mismo, un hombre con cierta vis cómica que hace del humor su principal herramienta en la vida, que siente pasión por el conocimiento y que tiene como objetivo que las personas se aseguren que todo lo que han aprendido en su vida les puede servir para que un momento dado puedan resolver una determinada situación. De eso va precisamente el programa. No de medir el conocimiento ni la inteligencia de nadie sino de plantear preguntas y situaciones a las que hay que buscar una respuesta con la experiencia que te ha dado la vida, hacerlo mientras te diviertes y te haces amigo del resto del club. 

-¿Cuál es el programa de tus sueños? 

-El programa de mis sueños ya lo tengo ¿Dónde más trabajar en algo que une mi pasión por el conocimiento, los libros, la palabra hablada y escrita, la actuación, la agilidad mental y el humor? Eso sí, si se me permite soñar un poquito más me gustaría ser el showrunner de una comedia de situaciones. Probablemente sea un desastre, pero me gustaría intentarlo.

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