Andro, de niño, visitaba a su hermana en la ENA. Llegaba al tabloncillo y observaba a las personas transmitiendo sus sentimientos, removiendo emociones. Eso hizo que se convenciera que tenía que estudiar allí.
Durante toda una semana, el destino del joven Isaac preocupó a la teleaudiencia; el miliciano de la segunda temporada de la serie Lucha Contra Bandidos(LCB) que, en la escena final del penúltimo capítulo, se batía entre la vida y la muerte por mantenerse firme en sus ideales y no claudicar, aunque esto lo conllevara a enfrentar a su propia sangre.Y es que la entrega puesta a este personaje por el joven actor Andro Díaz Caraballo lo hizo merecedor del cariño y el reconocimiento del público.
Villaclareño de nacimiento, Andro estudió actuación en la Escuela Nacional de Arte (ENA), y se alista para ingresar al Instituto Superior de Arte (ISA) en cuanto la actual situación epidemiológica lo permita. Casi al cumplir los 21 años en el presente octubre, lo acompaña la certeza absoluta de que en la vida nada es imposible cuando se hacen las cosas con amor.
En la sede provincial de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, ubicada en Santa Clara, transcurrió el diálogo, el cual posibilitó conocer a un joven que odia los estereotipos y que aprecia la lealtad como máxima virtud.Para Andro, en consonancia con el Primer manifiesto surrealista de André Breton, el arte es un medio de expresión que se aleja de la imitación y concepción exacta de la realidad, y que busca un estremecimiento en el público a través de las emociones y sentimientos.
Rememora el actor que de pequeño solía pasar horas frente al televisor descubriendo las películas preferidas de su padre (Gladiador, Por un puñado de dólares, El Padrino, Seven, Titanic, El lado oscuro del corazón). Clásicos que marcaron su infancia y a los que ha regresado, desde entonces, en innumerables ocasiones.
«Recuerdo salir a jugar con mis amigos y recrear ese universo visual que se proyectaba en la pantalla. Me gustaba imaginarme en la posición de los actores protagónicos, cerraba los ojos y me visualizaba allí. Sentía que muchas de esas imágenes, escenas y textos permanecían en mi subconsciente. Fue como una especie de magnetismo desde el inicio, una atracción que cada vez se hizo más fuerte».
¿Entonces, a partir de esa atracción es que te propones convertirte en actor?
«Mi hermana estudió danza en la ENA y yo iba a visitarla de niño. Tenía apenas ocho o nueve años cuando recorría esos pasillos y sentía, a lo lejos, un saxofón, un violín o veía a las bailarinas que han inspirado no solo a Edgar Degas, sino también a muchos otros exponentes del mundo del arte; finalmente, llegaba al tabloncillo y observaba a las personas transmitiendo sus sentimientos, removiendo emociones, eso hizo que me convenciera que tenía que estudiar allí».
¿Qué opinas de la formación recibida en la ENA?
«Estudié también en la Escuela Provincial de Arte de Santa Clara, a la cual le estoy muy agradecido, pues fue donde di mis primeros pasos o, mejor dicho, donde aprendí a gatear. Pero mi proceso en la ENA me sirvió para seguir explorando y creciendo en la actuación. En ambas escuelas tuve excelentes profesores que eran como un espejo, no solo impartían clases sino que igualmente nos enseñaban lo que era la disciplina y el rigor en esta carrera».
Convencido de que convertir el talento en pasión es la clave para alcanzar el éxito, el joven tiene como inspiración al actor Fernando Hechavarría, uno de sus profesores, quien cree que cada persona viene al mundo con una luz que alumbra su camino a lo largo de la vida, pero que es necesario pulir ese don en virtud de la obra de arte terminada (en el caso de la actuación).
«En ese sentido, la capacidad de estudio tiene que ser extrema. Yo me paso todo el tiempo leyendo, viendo películas, rebuscando en los clásicos, revisitando la historia, estudiando al ser humano: su manera de hablar, de mirar, de actuar. El estudio se me ha convertido en un acto reflejo. Cuando me llega un nuevo personaje lo interiorizo sin ningún condicionamiento, pues esto deja espacio para la creatividad, la libertad y abre paso a las musas».
Precisamente, para él Villa Clara es una de sus musas. Un lugar donde encuentra tranquilidad y equilibrio; donde espera, en compañía de su familia, que mejore la actual situación epidemiológica impuesta por la COVID-19 y se abran las puertas del Instituto Superior de Arte, institución en la que continuará con esa búsqueda insaciable de conocimiento que lo caracteriza.
«He tenido la posibilidad de pasar en estos meses más tiempo con mi familia. Por cuestiones de trabajo se me dificulta mucho estar junto a ella. También, tengo ahora la oportunidad de estudiar más, de leer. Podría decir que en medio de esta pesadilla, he tratado de sacar las cosas buenas y aprovecharlas al máximo, eso es lo que me sostiene. Mi familia lo es todo para mí, a ella le debo mis más preciados secretos, mis mayores desvelos y mis mejores sonrisas. Mis padres son mi motor, mi guía, mi fuerza y estabilidad. En esta carrera se necesita mucho de ello, el camino recorrido hasta el momento no hubiese sido posible sin su apoyo».
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En la recién finalizada segunda temporada de LCB, Andro interpretó a Isaac, un joven matancero de clase media que, en contra de la voluntad de su familia, se une a la lucha armada para socavar el bandidismo instaurado en Cuba entre 1959 y 1965. Sin embargo, el joven miliciano tenía su propia guerra: de un lado, el repudio familiar; y del otro, la desconfianza de sus compañeros. El giro de este personaje dentro de la trama, y la destreza histriónica con que el actor lo defendió, convirtieron la historia de Isaac en una de las más seguidas por la teleaudiencia.
¿Qué significó formar parte del elenco de LCB2?
«Indudablemente, constituyó una escuela. Una de las mayores fortalezas que encontré en LCB2 fue la calidad humana del equipo de dirección, del equipo técnico y del elenco. Además del reconocimiento y el cariño del público, que son mi mayor satisfacción, la teleserie me permitió trabajar con actores a los que admiraba desde niño y a quienes terminé amando».
¿Qué te deja Isaac?
«Encarnar a Isaac entrañó un proceso de investigación arduo; cuando uno le entrega todo a su personaje, el resultado no puede ser otro que satisfactorio. Su historia es la historia de Cuba en sí misma, abarca los dilemas que vivieron muchas familias en nuestra Isla a inicio de los 60, divididas por convicciones totalmente diferentes. Isaac, sin dudas, me está abriendo puertas y eso lo agradezco mucho».
¿A qué crees que se deba la buena acogida de esta serie?
«El amor con que se realizó. Cuando se hace una producción con tanto amor sientes que no estás trabajando, que simplemente estás disfrutando y el resultado es magnífico. Certeza absoluta».
Hablas de Roly Peña con cierta devoción, ¿cómo fue trabajar bajo su dirección?
«Me llevó por un viaje muy seguro; me ofreció la oportunidad de explotar, como actor, zonas en las cuales nunca había indagado. La televisión tiene un ritmo trepidante, pero Roly abogó por un trabajo de mesa muy serio, por el conocimiento de la historia, de la época; defendió la creatividad y ciertas dosis de libertad que me dieron seguridad a la hora de interpretar. Fue un aprendizaje continuo dentro y fuera del set. Le estaré agradecido siempre».
Se ha anunciado una tercera temporada de LCB, ¿crees que aparezca Isaac en ella?
«No tengo una respuesta para esa pregunta, solo te puedo decir que me gustaría continuar el viaje con Isaac, sería un placer».
Aunque el miliciano Isaac ha sido su personaje más reconocido hasta la fecha, Andro ha participado en otros proyectos televisivos como el teleplay «Juegos de vida», proyectado el verano pasado en el espacio Una calle, mil caminos: «Este dramatizado fue libertad. Nathalie Gómez, su directora, me dio la oportunidad de crear, de proponer. Quería experimentar la relajación, los matices, la capacidad de cambio, ofrecer algo diferente a mis anteriores trabajos. También agradecí compartir escenas con las actrices Yeni Soria y Daliana González, con quienes tuve mucha química desde el minuto cero, y con compañeros de estudio de la ENA».
En el teleplay se trataron asuntos diversos y complejos de la Cuba actual, enfocados al público adolescente y joven. ¿Crees que estos temas deben lograr mayor protagonismo en los dramatizados nacionales?
«Creo en Antonin Artaud y en el teatro de la crueldad, creo en estremecer al espectador, y estos temas lo logran. Hay que romper los estereotipos y rescatar temas dirigidos a adolescentes y jóvenes, a la familia en general, temas que permitan una identificación con la contemporaneidad».
Sin embargo, su primer trabajo en televisión, la serie Promesas, aún no se ha emitido. Al audiovisual, dirigido por Mirta González Perera, llegó a través de un casting. Sus ojos ejercieron una especie de atracción sobre la directora –confiesa-, decía que guardaban un secreto. Su mirada le ganó una prueba para uno de los roles protagónicos: «En Promesas pude compartir varias escenas y momentos lindos con Carlos Gonzalvo, me divertí mucho y disfruté al máximo actuar junto a él».
Mientras, en Tú –telenovela de Lester Hamlet– comparte escena con Gretel Cazón, quien interpreta a su madre. Andro espera ansioso retomar el proceso de filmación, en cuanto la COVID-19 lo permita.
Respecto a su experiencia en Teatro El Público, y a la fascinación que ejerce sobre los jóvenes actores, señala que lo que el Partenón era para los griegos, lo constituye la agrupación escénica para él.
«Es mi segunda casa, Carlos Díaz, su director, me acogió cuando comencé el cuarto año en la ENA. Decidió que interpretara el personaje de Lisandro en la obra Sueño de una noche de verano, como tesis de graduación. Confieso que al inicio no quería asumir el personaje, por la carga que ya tenía en LCB2 que se rodaba en ese tiempo, pero confié en él y en Alicia Hechavarría, creadora fundamental de la tesis. Su apoyo y sus consejos formaron parte esencial del proceso.
«Asimismo, Fernando -Hechavarría- hizo de la tesis una vivencia inolvidable para mí y para cada uno de mis compañeros. Esas tablas generan una especie de magnetismo, de deseo continuo; una adicción de la que no quieres escapar. La conexión que sientes con el público es indescriptible, y eso solo te lo permite el teatro».
¿Planeas volver a las tablas?
«Sí. No he tenido posibilidad por el tiempo de filmación, saliendo de un proyecto he entrado en otro, no he tenido ni tiempo para mí; pero volver a las tablas está entre las cosas que quiero hacer para el año venidero, y si es con El Público, sería una bendición».
Con desempeños actorales en pequeños cortos para la gran pantalla, Andro espera incursionar en el séptimo arte; no obstante, el mundo del videoclip le ha sonreído, permitiéndole combinar la música y la actuación: «He trabajado con directores muy talentosos que han sabido tejer una historia, una dramaturgia en pocos minutos. Me gustan los retos y el videoclip lo supone, pues contar una historia en tan poco tiempo parece fácil, pero en realidad está muy lejos de serlo. Para lograr un buen resultado se requiere de la misma entrega con la que se enfrentan otros proyectos que pudieran parecer más complejos».
Acerca del recurrente uso de la frase «certeza absoluta» en su vocabulario, señala que cuando se tiene seguridad sobre algo, y esa seguridad destierra cualquier indicio de flaqueza, «simplemente ningún sueño se hace imposible, ya que la felicidad es la certeza absoluta de no rendirse jamás».
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