Testimonio de Elia Rosa García Rodríguez, quien vivió momentos fundacionales de los Estudios de Animación y Cinematrográficos de la Televisión Cubana

Apenas un lustro después de la creación del Instituto Cubano de Radiodifusión, abrió sus puertas la primera Escuela de Dibujos Animados de la Televisión Cubana (TVC) y con ella se crearon los Estudios Fílmicos de Animación que propiciaron el desarrollo de ese género cinematográfico en la Mayor de las Antillas.

Como una gran parte de los animadores de CMQ TV habían emigrado y otros se fueron a trabajar al Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (Icaic), era necesario capacitar al nuevo personal que se dedicaría a realizar animados para la televisión.

Entre esos jóvenes que ingresaron al medio televisivo se encuentra la editora Elia Rosa García Rodríguez, quien en aquel entonces rondaba los 28 años de edad.

“Me presenté a una convocatoria, a finales de 1969. Me aceptaron y aprobé el curso con notas excelentes. Tuve un maestro maravilloso, un editor de mucha experiencia, José Taboada, quien me enseñó todas las características de la edición. Me gustó tanto que me quedé como editora exclusiva de animados”, explica Elia Rosa, vía WhatsApp.

La profesional, radicada en la provincia de Holguín hace tres décadas, inició su vida laboral primero como dibujante de animación y después pasó al área de línea y relleno.

"Se hizo un concurso de guiones. Presenté un texto donde la protagonista era una gotica de petróleo. Resultó premiado y me dediqué a escribir guiones didácticos para la programación educativa”, afirma.

En la mente de García Rodríguez permanecen frescos los recuerdos de aquella época tan prolífica para la creación artística. Cuenta la especialista que ya se estaba preparando el Departamento de Animación, en el inmueble de la antigua Funeraria Caballero:

“En la misma esquina de 23 y M había un tótem colocado en la acera que identificaba el lugar, un sitio muy lindo. Su director era Jorge González Hernández (radica fuera de Cuba), un gran artista. Tenía muy buen gusto y era muy exigente con la decoración”.

El ambiente laboral era muy agradable. Se caracterizaba por el compañerismo y el constate intercambio de ideas. Los animadores de stop motion o animación corpórea trabajaban en el segundo piso de la casona de 23 y M y los de animación tradicional en la tercera planta. Contaban con una salita de proyecciones para el visionaje de las obras.

Elia Rosa me va describiendo las áreas interiores de la edificación como si todavía caminara por sus pasillos:

“A la derecha, estaban las oficinas de post filmación, las de coordinación de animaciones y las de producción. A la izquierda, las de la administración y un pequeño estudio de grabaciones. Al fondo, los archivos de la televisión y seis cubículos de edición con moviolas, cuatro soviéticas y dos alemanas. Cada editor compartía el local con otro compañero”.

Continuamos el viaje imaginario a través de los Estudios: En la planta de arriba estaba la dirección, el cuarto de cámara de animación, el taller y el departamento de marionetas. En el último piso se encontraban las áreas de animación, línea y relleno, fondos y arriba un cuartico con talleres para arreglar las cámaras.

“Un día nos dijeron que había una convocatoria para aprender a hacer cine en el Departamento de Cinematografía que estaba en el quinto piso del edificio central. Seleccionaron a cinco personas. Dentro de ellas me encontraba yo. Pasé por todos los procesos cinematográficos hasta que me quedé en edición, lo que más me gustó”.

Asegura que dos años después se unificaron los Estudios de Animación con los Cinematográficos, dotados de toda la tecnología para el séptimo arte, incluido un laboratorio fílmico de 16 milímetros.

“Cuando se fundaron los Estudios Cinematográficos seguí editando animados porque los realizadores ya me conocían. Además, hice documentales, cortometrajes e intercuts para las aventuras. Trabajé con los directores de TV: Antonio Vázquez Gallo, Erick Kaupp y Rolando Ávalos”.

De igual manera, Elia Rosa siente mucha gratitud hacia el desaparecido caricaturista, ilustrador, historietista y guionista Gaspar González, el padre de Chuncha. Aunque editó muchos animados confiesa que el más querido de todos fue el de la popular viejita que identificaba a los cederistas cubanos. Participó del montaje de varios cortos realizados por Gaspar: Chuncha se muda, Chuncha engorda y Un día en la playa.

Consciente del valor de la memoria histórica tiene apuntados los nombres de todos los directores y las obras donde participó. De esa gran lista mencionaremos algunos títulos a manera de ejemplos:

El Caballito Verde (dir. Luis Castillo), El vaso (dir. David Jaime Veitía), Del Mundo Animal (corto dirigido por Bernardo Cordero), Tin tin, la lluvia y Feliz, feliz, ambos del director Reinaldo Alfonso, y las canciones infantiles El Burrito y La calabacita (dir. Félix Rodríguez). Con Hugo Alea y Reinaldo Alfonso montó el corto El negrito y con Jorge Pérez, Juan me tiene sin cuidado.

De la serie Guaso y Carburo (personajes creados por Luis Castillo) editó los cortometrajes Guaso contra los hurones y Guaso y el rey Hurón y de la serie Los cuentos de la Señora Santana, El jardín de Mustafá, dirigido por Juana Aguión.

Por motivos familiares, Elia Rosa se fue a vivir a Holguín en agosto de 1990. En septiembre de ese año la contrataron como editora en Tele Cristal y comenzó a ejercer la docencia sobre su especialidad en la filial holguinera de la Facultad de Arte de los Medios de Comunicación Audiovisual (FAMCA).

“Me jubilé en 1995. Pero seguí como profesora hasta 2006. Mantengo una estrecha relación con el Telecentro y con la FAMCA. Coopero con ex-alumnos que hoy son profesores. Disfruto mucho hablar sobre cine, TV y todo lo que tenga que ver con audiovisuales. También asisto a talleres literarios donde estoy dando a conocer la obra que dejó escrita mi padre quien era decimista. Estoy tratando de publicarla en un libro”, concluye.

Mi entrevistada me insiste en que no deje de ver el documental Los muñes en TV (2003), donde la realizadora Indira Yanes Cabral recoge los testimonios de algunas personas fundamentales a la hora de escribir la historia de los dibujos animados en la TVC, a los que ella conoció muy bien.

Se trata de hombres y mujeres que deben servir de referencia para las presentes y futuras generaciones de animadores cubanos: Hugo Alea, Juana Aguión, Luis Castillo, Gaspar González, Reinaldo Alfonso, David Jaime, Roberto Sarría, Alberto Pérez (Pitín), Alberto Herrera, Alfredo Bermello, Bebita Toste, Antonio Beltrons, Manuel Acevedo, Beatriz Roussó y Rubén Vázquez, entre muchos otros.

Sirva este texto de homenaje a todos aquellos que en los últimos 55 años han hecho posible la realización de animados llenos de cubanía desde la televisión nacional.

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