Kristell Almazán Miranda en Zona de Arte: Descubriendo esencias entre hojarascas
Zona de Arte ofrece una entrevista exclusiva al actor Kristell Almazán Miranda. Foto: Irene Pérez/ Cubadebate.

Hay entrevistas con tantas horas de sueño en el cuentamillas que tienen que suceder definitivamente. Y ya esta la había soñado desde los días de estudiante de Periodismo. Más de diez años después, por cosas del destino y las redes sociales, se materializaría el diálogo.

Esta, más que una entrevista, ha sido —para mí— un viaje a destiempo; una conversación desenfadada y sincera, desde el respeto, que supo cambiar de plazas, formatos y días. Una suerte de construcción colectiva para acercarnos a la vida del hombre y del artista; algo parecido a esa bendita definición que me diera el Maestro Leo Brower un día breve y eterno, sobre cómo contar una historia desde la música: “tocar el piano a cuatro manos”.

A Facebook y WhatsApp le sucedieron las cámaras y un set familiar en Zona de Arte, uno que otro café compartido y la certeza de que tenía delante de mí alguien a quien, ojalá, hubiese alcanzado a transcribirle las esencias. Porque detrás de la imagen de galán de telenovela, hay mil y una inquietudes artísticas esbozando caminos sólidos, búsquedas y reencuentros, un laboratorio de proyectos y una sensibilidad donde el arte y el compromiso social desdibujan las fronteras para encarnar el todo.

Sería pecado quedarse entonces en la epidermis y no enfocarle de veras lo que importa, lo que trasciende: el alma. Como me confesara él una de esas tardes absortas de arte: lo que cuenta es descubrir las esencias, solo así “no te pierdes, no te diluyes, no te vas a la hojarasca”.

Un hombre que encanta en cada faceta en que se nos revela: desde la radio, la televisión, el cine, la fotografía, la literatura… Con la sensibilidad y el talento a flor de piel, y con la piel aferrada en cada escena, es de los excelentes actores de Cuba —juventud aparte— y de los buenos hijos de los que se enorgullece Camagüey. Versátil, soñador, dueño de una virtud que se multiplica horizontes. Es esa la bitácora de este viaje por la luz y poesía de Kristell Almazán Miranda.

Foto: @almasphotograpy

—Kristell, te propongo entonces un viaje retrospectivo al día en que abrazaste la magia del arte y la certeza de que ese sería para ti un camino solo de ida, de constante reinvención y crecimiento… Ayúdanos a (re)descubrir al Kristell niño, en el Camagüey que lo lanzó al sueño.

Nací en la ciudad de Camagüey. Desde muy pequeño siempre tuve cierta atracción por la aventura y el mundo sensible, la curiosidad por saber sobre la parte más espiritual del ser humano.

Con tan solo cinco años estuve en un pequeño grupo musical de percusión de la escuela y tengo un vaguísimo recuerdo de esa mezcla de emociones, cuando participé en algunas funciones. Luego, por razones de salud, mis padres decidieron llevarme hacia una escuela de deportes acuáticos, donde practiqué natación, fue un período que sirvió de formación y disciplina para forjar mi voluntad. Agradezco muchísimo este período de sacrificio y beneplácito inolvidable, al obtener una medalla de plata en aquella competencia nacional en la categoría infantil de diez-once años.

Al llegar la adolescencia, nunca fue mi interés estudiar una carrera de ciencias exactas. Seguía con la inquietud por otros perfiles que tuvieran que ver con letras o arte. Un día escuché una convocatoria por radio para captar jóvenes que se interesaran por el modelaje en pasarelas, ni idea de qué se trataba pero fui, me presenté y me aceptaron.

Era demasiado joven, prácticamente un niño, y quizás llegar a un mundo tan mercantilizado donde el valor de cómo lucir está sobrevalorado en relación a cómo ser, quizás me hizo violentar algunos procesos internos de  vocación y formación, pero el deseo de independencia y diversión era motivador para mí. Así comencé a insertarme en el mundo laboral, casi paralelamente me enteré de otra convocatoria para actores en el conjunto dramático de Radio Cadena Agramonte: ni idea tenía de qué podría ser un estudio de radio.

El mundo de la moda se abrió como un horizonte de independencia. Foto: Facebook de Kris Almazán Mira.

—En el mundo radiofónico encontraste una gran escuela de actuación… ¿Cuánto han significado aquellos años como actor en el Grupo Dramático de Radio Cadena Agramonte y qué espacio ocupa hoy la radio en la vida de Kristell Almazán Miranda? ¿Te has apropiado de algunos de sus códigos para asumirlos en otros medios, por ejemplo: la curaduría de la atmósfera, la interiorización de los personajes y la manera de construirlos/defenderlos?

Recuerdo, cuando fui a hacer las pruebas, que me llamaron mucho la atención las consolas, los micrófonos, el aislamiento acústico y —sobre todo— el espacio reservado a la especialidad del efectista, todos aquellos artefactos impensables para reproducir sonidos que parecieran realistas.

En ese instante comenzó mi fascinación por este medio, la huella imborrable que dejó en mí el mundo sonoro de la radio, las atmósferas, el entrenamiento de voz y dicción, la observación, las maravillosas creaciones de los actores con sus voces, el tempo ritmo que le impregnaban a cada personaje, sus rostros e intentos de apoyaturas físicas al hacer la lectura dramatizada frente al micrófono, la rapidez para cambiar de psicología de personaje en muy poco tiempo, en un mismo capítulo, y finalmente sus experiencias de vida, sus nostalgias.

En la emisora, los horarios de grabación de dramatizados a veces brindaban posibilidades de tiempo entre un espacio y otro, y esto me permitía asistir a funciones del cine Guerrero, un cine colindante a la emisora donde proyectaban películas de la cinemateca de Cuba. Iban pocas personas, y jóvenes de mi edad menos, ahí descubrí clásicos del cine y —aunque no entendía muchas películas— me encantaban. Ahí vi muchos ciclos de películas de las mejores cinematografías de la historia del cine y comenzó a crecer mi pasión por el mismo.

—¿Cómo fue ese tránsito de la radio a los estudios en el Instituto Superior de Arte? ¿Fue el ISA un resorte, un ejercicio de autodescubrimiento para soñarte en otras facetas y lanzarte a por ellas?

Mi entrada al ISA en la facultad de medios audiovisuales (FAMCA) fue crucial para afianzar más mi devoción por el arte, encontrarme textos, videografías sobre cine, más películas, arte y literatura en general, el largo e intenso viaje interprovincial en disimiles transportes para llegar a la universidad en Holguín... Todo esto me hizo crecer como ser humano, a pesar de que en el tiempo en que matriculé no existía el curso regular diurno, solo el de trabajadores.

Con el paso de los años, pienso que es una carrera de muchísimo rigor y complejidad de contenidos, donde lo teórico y lo práctico no pueden estar divorciados, los mecanismos pedagógicos e institucionales aún presentan enormes grietas por donde se escapan el desenfado, la inventiva creativa, la irreverencia; características indispensables para un audiovisual joven cubano. Creo que es necesario revisar aún más el programa entre lo que se enseña y cómo se lleva a la práctica, sobre todo en el curso para trabajadores, que es del que puedo dar alguna referencia.

Esto facilitaría el aprendizaje y la motivación de los estudiantes provenientes de diversos medios de comunicación, y que no necesariamente dominan la inmensidad de herramientas técnicas, para llevar a cabo ideas creativas y concluirlas. A fin de cuentas, nos estamos licenciando en Arte de los Medios y Comunicación Audiovisual: el experimento a prueba y error debe ser constante con los instrumentos de escritura audiovisual imprescindibles (la cámara y un set de edición), para que así no falte el espíritu que no puede faltar en una escuela de artes, ya que su naturaleza como medio es altamente tecnológica y mutante.

Los animales y la naturaleza son otras de sus pasiones y (pre)ocupaciones sociales. Foto: @almasphotograpy

—Llegamos a la televisión, el medio donde Kristell Almazán debutó definitivamente para quedarse en la preferencia de muchas familias cubanas, desde varios espacios estelares… ¿Cuánto exigieron de ti (entre otros personajes que has interpretado) el David de La cara oculta de la luna, el Ignacio de Tierras de fuego y el Rodolfo de Los tres Villalobos? ¿Y cuál ha sido su impronta en tu vida, más allá de la pantalla? 

La llegada a la TV fue una gran oportunidad para mi desempeño como actor, aunque en aquellos momentos no lo veía así, era un medio que estrenaba, conjuntamente con una ciudad: la preciosa Habana. Era romper con mi vida anterior en Camagüey, comenzar casi de cero. Fue una etapa donde lo imprevisible —existencialmente hablando— era lo protagónico y mi prioridad. Todos esos personajes que mencionas marcaron pautas, aunque cuando han vuelto a reponer estos materiales y los miro, diría que en la mayoría de las escenas no estoy conforme con mi desempeño.

No obstante a ello, agradezco que hayan llegado a mi vida estos personajes o viceversa, no tanto por el resultado, sino porque —mirados desde la distancia y el tiempo— me han hecho valorar muchísimo más el proceso. A fin de cuentas, tener la oportunidad de vivir otras vidas, otras almas en tu mismo cuerpo, es lo más interesante de esta inaudita y alocada profesión.Defendiendo al Rodolfo de Los 3 Villalobos.

—Cuando te confían un personaje y te aventuras a defenderlo, ¿cómo es el proceso más íntimo de interpretación y (re)construcción de la historia que vas a llevar a la escena, tu manera de personalizarla? ¿Algún “secreto” o especie de ritual de introspección para prepararte física y psicológicamente antes del rodaje?

Lo más importante para defender un personaje es detectar inmediatamente la semilla dramatúrgica del mismo, es justo esto lo que lo hace un personaje interesante o no, lo que lo distingue del resto y te enamora, luego la dosificación de los sentimientos, las emociones y las acciones físicas fluirán teniendo esto claro. Los procesos y métodos para detectar esta semilla pueden ser variados e infinitos.

El único ritual que siempre he intentado mantener desde la primera lectura hasta minutos antes de la voz de acción del director, si es que así puede considerarse, es no juzgar nada de lo que el personaje tenga que hacer jamás, solo tratar de entender por qué lo hace.

Foto: Instagram de @kristell_almazan_actor/
@alma_zanarte1979.

—La pasión por la dirección de cine, de cierta manera, hace converger la perspectiva del actor con la del realizador, ¿qué te alimenta más la satisfacción al final de una obra: protagonizar la película de otros o dirigir la tuya propia? ¿Y qué responsabilidad tiene en tu cosmovisión cinematográfica el paso por la FAMCA?

Es muy importante que esta pasión no difumine la delgada y sensible línea entre los dos; aunque tienen zonas comunes en la creación, son bien diferentes los procesos. El diálogo siempre debería ser diáfano y desprejuiciado, cada quién tiene un altísimo grado de responsabilidad, el director con la obra en general y el entendimiento de la semilla del personaje de cada actor, y el actor con el estudio de su personaje y el entendimiento de la historia que quiere narrar el director, partiendo de la interpretación de un mismo texto.

Foto: Facebook de Kris Almazán Mira.

—Compártenos algunas experiencias del actor en la piel de un héroe: el Ignacio Mora de la cinta histórica El Mayor, defendiendo además a otro buen hijo del Camagüey…

La experiencia de que llegara el personaje de Ignacio Mora fue muy gratificante, permitió acercarme a la historia más profunda de aquellos hombres del ´68 del Camagüey.

Los que escriben la historia, muchas veces se encargan de sobrevalorar las acciones de unos y minimizar las de otros. Leí e investigué sobre sus enormes pasiones y contradicciones, reconstruí en la mente muchos de aquellos eventos que desgraciadamente no están registrados en la película, supongo que sea debido a lo inabarcable que sería su abordaje, regido por un estándar aproximado de duración de un filme, y más tratándose de una cinta donde el protagonismo absoluto lo lleva el  gallardo y grandioso Ignacio Agramonte, un héroe que no puede merecer menos.

Para mí, fue una memorable y privilegiada experiencia. Participar en esta película me hizo sentir más orgullo de haber nacido y vivido gran parte de mi juventud en Camagüey, de sus códigos culturales, historia y tradiciones distintivas, finalmente del papel que jugó mi Camagüey en la lucha por la liberación nacional, ubicándose en el alma de la Revolución.

Foto: Kristell Almazán Miranda/ AlmazánArte.

—La fotografía: ¿necesidad de comunicar, pasión, inquietud artística, ejercicio de libertad o respuesta de vida a un momento especial de tu carrera…? ¿Qué desafíos supone pasar de ser el enfocado por el lente a elegir convertirte en quien presione el obturador?

Que me regalaran una cámara fue crucial y bendito para poder ejercer la fotografía como hobby. Empecé a hacer fotos que registraran sitios y momentos dignos de archivar, o sea como casi todo el mundo supongo, pero —poco a poco— un afán de búsqueda que tenía dormido desde hacía años, comenzó a despertar nuevamente; empecé a leer y a conocer en la práctica alguna técnica, conceptos y estilos que había leído de maestros de la fotografía fija, sus aportes e influencias en el cine.

Es curioso, pues dentro de la carrera de la FAMCA increíblemente nunca encontré este eslabón perdido entre la fotografía fija y el cine, al menos con la profundidad que debía mirarse en una carrera que tiene como centro fundamental crear imágenes, expresar inquietudes e ideas a través de imágenes, construir una estructura con imágenes. Lo mismo ocurre con el acercamiento a la escritura literaria para el audiovisual, las escaletas y  guiones de documental y de ficción. Así que pienso que fue como un redescubrimiento del cine desde su mínima esencia de lenguaje, como lo es una historia contada en una imagen, en una fotografía.

Foto: Kristell Almazán Miranda/ AlmazánArte.

También puedo haber estado influenciado, de manera inconsciente, por la necesidad de romper con la etiqueta que socialmente le “enganchan” a los actores medianamente agraciados en lo físico que salen en televisión, de que son superficiales y vanidosos, vacíos y fatuos, efímeros, un producto más de feria, como un pedazo de carne, para los cuales la palabra “pensar” se aleja de lo que se puede esperar de ellos, sumidos en su temporada de fama al aire. No encaja en el diseño de (galán de telenovelas) preocuparse  por observar críticamente lo que nos rodea y, encima de esto, proponer un nuevo punto de vista, creando imágenes que no responden precisamente a un algoritmo chic y sensacionalista.

Intento asumir la fotografía desde la búsqueda de respuestas o nuevas preguntas a distintas construcciones sociales, que muchas veces son superficiales, y pueden llegar a ser algo mezquinas y discriminatorias con el talento y su desarrollo.

La idea que se tiene sobre muchos actores que hacemos televisión y el prevalecimiento de su apariencia física, por encima de su explotación histriónica y experimental, me atrevería a asegurarte que aún se maneja con prejuicio en los otros medios como el teatro y el cine. Y parte incluso de las eternas posturas extremas entre lo que se entiende por “entretenimiento” y “arte”, entre artistas y supuestos “pseudoartistas” que hacen “televisión”, sin embargo, olvidan que el género de la telenovela en Latinoamérica, sobre todo, es catalizador directo en su cultura y tiene un alcance a nivel masivo muy estimable en cada país.

Foto: Kristell Almazán Miranda/ AlmazánArte.

—Si encanta verte en la escena, leerte tiene también ese sortilegio. ¿Desde cuándo y por qué decidiste asumir más seriamente este impulso creativo, no solo como guionista, sino más allá: como una inquietud literaria?

Nostalgias Desnudas llega como una suerte de sanación y redención, una terapia ocupacional, canalizar emociones diversas, algunas experiencias de vida en el pasado y presente a través de la escritura, anteriormente había vivido situaciones de perdidas muy dolorosas en el plano más privado y necesité expresarlas a través de palabras, estas palabras seleccionadas y colocadas en oraciones pretendían expresar desde las emociones, pequeñas narraciones en versos libres o minirrelatos poéticos con una fuerte carga nostálgica y erótica en muchos de ellos, eran impulsos que necesitaban ser plasmados en algún formato y el que tuve a mano fue el Word de mi PC, ya hacer el libro fue cuestión de trámites del destino que en otro momento podré contar.

Nostalgias Desnudas es una evocación de emociones y recuerdos que hablan de la poesía habitando al escritor, donde la vida y la sensibilidad son el leitmotiv… ¿Podrías “hojear” y contarnos algunas de esas historias que se hicieron páginas? Háblanos también de ese viaje que implicó pasar del sueño al libro impreso y de quienes lo hicieron posible…

Ver todos aquellos textos reunidos en un libro fue una experiencia de gran regocijo, un viaje impensable para mí, que había comenzado seis años atrás sin apenas darme cuenta, al que se sumaron otros textos que nacieron y crecieron ya en el propio proceso de construcción del libro, incentivado por la ayuda de las editoras. La motivación generó que muchos de esos textos se escribieran en muy poco tiempo.

Este sueño se hacía tangible y marcaba una pauta importante: el cerrar y abrir nuevos ciclos.

Drop-Out es un cortometraje que nos acerca al Kristell realizador, se encuentra en fase de postproducción y abierto a las alianzas.

—¿Otros proyectos en los que trabajas y que te han ayudado a encontrar una fuerza otra, inspiradora, en los días de confinamiento?

Pude terminar con mucha más fuerza y determinación mi cortometraje documental Drop-Out, que había comenzado a filmar hacía quince años atrás y no lo había concluido.

Ahora tendré un retorno a la actuación con un personaje hermoso, estoy apostando con todo el amor posible por este proyecto.

—Kristell Almazán Miranda en un autorretrato: ¿cómo es un día en la piel de Kristell, fuera de su espacio de creación? ¿Qué no le puede faltar a tu día, cómo te gusta gastarte o invertir las horas…? Acércanos al hombre que habita detrás del artista.

Mis horas me encanta invertirlas en adquirir conocimientos, en la investigación para nuevas ideas y guiones, ya sean míos o de otros autores, en hacer fotografías o escribir cuando me inspiro, (ya sé que a la musa también hay que obligarla). Ver películas y visitar unos pocos amigos, disfrutar del deporte y la naturaleza. Y escuchar buena música...

El deporte que le agenció una medalla nacional de plata a aquel niño, acompaña su preparación física de adulto. Foto: @almasphotograpy

Así me dice Kristell, mientras termina esa instantánea tan suya; ese autorretrato que me hace recordar —por lo sincero— al hombre del espejo que se revela detrás de su propio lente. Sin máscaras, sin ornamentos: desnuda el alma con la misma transparencia del verso. Y me quedo, desde un silencio fecundo, multiplicando la deuda de transcribirle, ahora más que antes, aquellas esencias (d)escritas en las páginas que (me) atesora el recuerdo.

Un retrato desde la sinceridad y el sentimiento. Y un sentimiento que resume el ángel de quien, haciéndole honor a su apellido y a uno de sus proyectos (AlmazánArte), ha aprendido —de veras— el oficio de sanar el alma con lo mejor de su arte o, simplemente, el arte de sanar almas.

El hombre que necesita “el vuelo” porque, si no, no se halla a sí mismo. Si no, le faltaría el soplo de fe a esa necesidad tan única de reinventarse. El enemigo de las etiquetas y los facilismos; el que prefiere le miren los sentimientos antes que los rasgos. El artista que se autodesafía, desde el minuto exacto en que resume su virtud toda, desde la humildad más sentida, en apenas intentos del destino o en destino de intentos. 

Por eso me permito una última recurrencia que se refugia en la fuerza de aquellos versos disfrutados sin prisa en su Tinta en el espejo:

(...) letras formando cientos de anagramas  que son

su habitual misterio.

Un secreto de provocaciones al recuerdo,

que cede todos los derechos,

menos el de la creatividad.

Todo esto se parece demasiado a vivir,

si no es la vida,

(...) Errante trovador con la noche a cuestas,

y algunas cuerdas del corazón

zafadas de nostalgia.

Autorretrato. Foto: Kristell Almazán Miranda/ AlmazánArte.

Foto: @almasphotograpy

Foto: Kristell Almazán Miranda/ AlmazánArte.

En video, Zona de Arte entrevista a Kristell Almazán Miranda

 

Audiopoema Sin acuse de recibo, del libro Nostalgias Desnudas 

 

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