Felo Ruiz es un enamorado de la dirección de fotografía. Un abuelo caricaturista y rotulista y el tío proyeccionista, mucho tuvieron que ver en eso. En su infancia, al asistir asiduamente al único cine de su pueblo, Santa Isabel de las Lajas, intentaba descubrir el misterio de la imágen detrás de la pantalla. Se sentaba en el gallinero, junto a la cabina del proyeccionista, y disfrutaba el proceso de emisión, más que ver el filme. Recogía los recortes de película y en su casa se entretenía, examinándolos con una linterna. A los 8 o 9 años recibió de regalo una cámara fotográfica y todos esos componentes despertarían una pasión, que no termina.

¿Cómo empezaste en la televisión?

Al desmovilizarme del servicio militar, soñaba con entrar en la industria cinematográfica. El año 1967 fue un momento de éxodo de técnicos dentro del ICRT y jóvenes con trayectoria en comunicaciones dentro de las FAR, fuimos admitidos.

No olvido la primera vez que entré a un estudio, se ensayaba para transmitir en vivo, “Amigo y sus amiguitos”, dirigido por Loly Buján. El estudio estaba iluminado, allí la vida me cambió, encontré toda la fantasía que me había imaginado. Me di cuenta de que eso era lo que yo quería hacer.

Comencé como asistente de iluminación, fueron dos años muy duros porque el trabajo de iluminador era fuerte y mi anhelo era la cámara, pero poco a poco fui acercándome a gente que me ayudó con su experiencia, no pasé cursos porque había que tener 9no grado terminado. Empecé a practicar clandestinamente y surgió la oportunidad cuando el director Ángel Castro me preparó para sustituirlo.

El deseo, la vocación y el interés, posibilitaron mi tránsito hacia las cámaras y la oportunidad no la perdí. Los conocimientos adquiridos en iluminación, más mi desempeño como camarógrafo por tantos años, me prepararon para convertirme en director de fotografía.

¿Cuáles son los trabajos como camarógrafo y director de fotografía que más te enorgullecen?

Con los directores Juan Vilar y Juan Pin Vilar tuve resultados que me llenaron de satisfacción. Colaborando con Eduardo Macías, recuerdo “Los Papaloteros” y “Pasión y Prejuicio”. Laboré en Univisión cinco años y me sentí valorado y respetado. Confirmé que en nuestro país tenemos la preparación adecuada. En “El rostro de los días”, junto a Noemí Cartaya, combiné dirección de fotografía y dirección artística. Quedé contento con la puesta en pantalla.

¿Por qué te haces director?

Porque la mejor fotografía que yo he hecho ha sido en trabajos dirigidos por mí. Como director, sé la puesta que quiero y cómo la voy a retratar, mientras que como director de fotografía me tengo que subordinar al concepto del director. Esa es una convención que no se puede violar, aunque puedas hacer propuestas.

Al combinar ambas responsabilidades, trato siempre de aplicar conceptos semióticos. Puede no ser advertido por los espectadores, pero intento generar varias lecturas, para ello me valgo del poder persuasivo y selectivo de la cámara. El espectador va a ver lo que tú quieres, aunque a veces se cometen errores y se sustrae información importante en la trama.

¿Qué formación recibiste para dirigir?

Integré un curso muy completo, promovido por el ICRT, en el que se formaron también Xiomara Blanco, Eduardo Macías, Alden Knight, entre otros. Estuvimos un año en una escuela, estudiando de la mañana a la noche. Contamos con maestros prestigiosos como Lillian Llerena, Roberto Garriga y Carlos Piñeiro.

Has realizado 9 telenovelas, como director de fotografía y director. ¿Por qué te gusta este género?

Porque me obliga a trabajar en un tiempo relativamente breve para acercarme al ideal que tengo. La pre-producción habitualmente es corta, sí tienes en cuenta la necesidad de un desglose minucioso de todas las especialidades.

¿Cuál es tu opinión sobre la fotografía que se hace hoy en nuestra programación dramática?

Hay una tendencia a que resulte plana, con una iluminación que acentúa ese rasgo, en ello incide la premura de la realización. No creo que sea necesario hacerla así, siempre se puede aportar creatividad, también es imprescindible hacer un profundo trabajo previo, teniendo en cuenta las características de los personajes, los colores que se van a utilizar, tanto en vestuario como en escenografía. A veces estamos condicionados a la pintura que aparezca para la escenografía y lo que pensaste con anterioridad varía, pero hay que buscar soluciones y no caer en la monotonía visual.

¿El director de fotografía necesita del director de arte?

Sin dudas, creo que ya es hora que se le incorpore al equipo técnico de las telenovelas de manera permanente. No a todos los directores de arte les interesa este género, pero hay que atraerlos porque la conjunción de las dos especialidades siempre es exitosa y aporta calidad al audiovisual.

A mí me es necesario el director de arte pues es una seguridad de que todos los elementos sincronizan en la escena: vestuario, ambientación. Sí por contraste algo desentona, puede ser con una intención premeditada, pero nunca consecuencia de un error.

¿Qué elementos te parecen indispensables a la hora de trabajar la imágen?

La selección de locaciones es fundamental en cuanto al espacio, dónde emplazas las cámaras, el tamaño del plano, dónde se van a hacer los cortes.

Llevas sólo un mes aproximadamente, grabando “Asuntos pendientes”, secundado por Tamara Castellanos y con guión de Yamila Suárez. ¿Qué te ha aportado esta telenovela de novedoso?

Acercarme más al tema de la mujer. Yo creía que el feminismo era otra cosa, trato de aprender con cada proyecto y con este he descubierto conceptos nuevos para mí. Desde el punto de vista técnico, quiero continuar experimentando con el software Da Vinci, corrector de color y de la imagen en general. Lo utilicé en “El rostro de los días” y pienso que contribuyó positivamente a su visualidad. Permite cambiar color, temperatura de color, convertir defectos en efectos y otras ventajas técnicas. También ha sido bienvenido por otros colegas.

¿Qué crees que pudiera beneficiar a la calidad de este género?

Una mayor preocupación institucional, seguir de una manera más cercana el proceso productivo y reconocer su valor. Una telenovela tiene mayor fuerza comunicativa que cualquier campaña promocional de intención social y eso se esta desaprovechando.

Es grato escuchar a Felo Ruiz, el cual, sin ostentación, ha logrado llegar a donde muchos aspiran. Su fórmula: el trabajo, ser un profesional que no escatima compartir sus conocimientos y tener algo que vale mucho, ser buena persona.

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