Miriam Socarrás cree que en el arte hay un por ciento muy alto de casualidad; la clave radica en estar en el lugar justo en el momento preciso.  Así fue que llegó al cabaret Tropicana por un mes y se quedó durante 14 años. A partir de ahí, su vida dio un giro de 180 grados.

Era parte del Teatro Musical de La Habana y Tomasito Morales, un compañero de escena, le dice que Alicia Figueroa, la presentadora de Tropicana, se iba de vacaciones a México. “Me presenté con el director y al día siguiente, 13 de mayo, comencé a trabajar en el cabaret”.

Por ese entonces era parte de la obra Pedro Navaja y del teatro un taxi la llevaba por 12 pesos, de jueves a viernes, hasta Tropicana. Solo podía despedir el primer show y presentar el segundo, hasta que determinó quedarse en el cabaret y dejar el teatro musical.

Además de la actuación, la otra profesión que le llama la atención a Miriam Socarrás es la psicología. Y aunque no la ejerce, las personas se acercan a ella para contarle sus problemas y pedir consejo.

“Si tuviera talento para escribir pudiera contar muchas historias. Doy mi opinión solo si me la pides. Qué bonito estudiar psicología. Esa carrera y la actuación van juntas de la mano”.

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-¿Cómo reacciona cuando tiene todas las miradas puestas en usted?

“Ay, me vuelvo tímida. Me da pena parecer arrogante o lo que no soy. Soy igual a todo el mundo”.

-¿Y cuando nadie la mira?

“Me siento muy relajada”.

-¿Como la definen otras personas?

“Este cuento se lo hice a una persona y ahora lo repito por segunda ocasión. En el teatro musical dirigido por Alberto Alonso, Vicente Revuelta nos dio un taller y recuerdo que Sonia Calero, a la cual yo adoraba, dijo ‘ay, pero Miriam tiene una imagen muy arrogante’. Bueno, ella dijo otra palabra. Después agregó ‘Regla (Becerra) es como Miriam y no es así’. Eso me causó dolor.

“Hay personas que piensan que soy pesada. Si caminar muy derecha te da la imagen de que soy molesta o seria, ¿qué debo hacer? Tampoco puedo ir riéndome por la calle como una loca. No me gusta que piensen que soy arrogante”.

-¿Cómo se define usted?

“Soy extrovertida. Totalmente extrovertida. No lo puedo evitar; está dentro de mí. Cuando estaba casada con el papá de mi hijo siempre me decía ‘no abras la boca’, porque si, por ejemplo, íbamos a una casa que vendían una lámpara yo empezaba ‘ay que linda la lámpara’, ‘en cuánto me la venden’, ‘la puedo comprar mañana’. Todo lo que siento, lo digo. No pienso antes de hablar. Hay que escuchar más”.

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Miriam Socarrás. Foto: Irene Pérez/ Cubadebate.

-¿Por qué la actuación?

“En mi familia nadie optó por el arte como profesión. Según mi madre tuve una tía, en los años 20’, que le decían Francis y se peinaba con una raya al lado. Cuando me convertí en actriz mi madre me decía: ‘tú eres la que has logrado el sueño de mi hermana’. Siempre tuvieron un piano en casa, pero nadie se convirtió en artista.

“Tenía pasión con Sonia Calero y Raquel Revuelta. Una vez, en sexto grado, la directora de la escuela llamo a mi mamá porque le preocupaba que yo me peinaba como una mujer. Lo que hacía era imitar a Raquel. Ella caminaba con las puntitas de los pies para dentro y yo lo hacía también. La adoraba. Me reía como ella. Con 10 y 12 años me ponía una toalla en la cabeza y eso era su pelo. Sonia Calero me enloquecía.

“Ahora soy amiga de Sonia pero antes no podía acercarme y decirle ‘te quiero, te adoro’. La vida está llena de sorpresas y tuve la dicha infinita de hacer un coprotagónico con ella en El solar. Yo doblaba con Blanca Becerra, una excelente bailarina del Conjunto Experimental de Danza. Mi papel era una vampiresa, mayor, con un lunar en la cara y le quería quitar al novio a Sonia. Ahí bailé y fue maravilloso”.

-¿Qué recuerda de su niñez?

“Me gustaba bailar y mis primas siempre me embullaban ‘dale Mirita, baila’. El Beso de la Patria me lo dieron una vez. Era tranquila, pero no inteligente, ni estudiosa. Me gustaba mucho el español y una vez gané un concurso en sexto grado.

“Recuerdo que tocaba los platillos y la pandereta en la banda de la escuela. Tenía delirio con la batuta por unos grupos que venían al carnaval habanero, chicas guapísimas, con sus botas altas y plumas en la cabeza. El día de los Reyes pedía una batuta y mi mamá siempre me consentía. Jugábamos por el pasillo del solar y yo era la batuta mayor. Tenía el bichito de querer ser artista, de bailar”.

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-¿Qué le gustaría hacer que no está haciendo ahora mismo?

“Otra telenovela”.

-¿Cómo le gustaría que la recuerden cuando ya no esté?

“Como una persona que no le gustan las injusticias”.

-¿Cuál es su mayor defecto?

“Ser sincera es un defecto”.

-¿Y virtud?

“Lo que más disfruto es compartir lo que tengo. Si me regalan un queso azul tengo que brindarle a mis amigos y si es una buena botella de vino, igual. Los amigos son como tú, comen lo que a ti te gusta, tienen temas de conversación en común. Quiero mucho a mis hermanas, pero no les gustan los quesos azules, ni la misma música que a mí”.

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Los primeros pasos de Miriam Socarrás fueron en el Movimiento de Artistas Aficionados del Instituto Cubano del Petróleo.

“Estaban las hermanas Cary y Graciela Chao, en danza y  Elio Mesa en actuación, y ahí tuve la dicha de hacer la obra de Rolando Ferrer La palangana de oro. Después me sugirieron para sustituir a Argelia una actriz aficionada, que no le permitieron trabajar en la obra Yago tiene filing del joven estudiante Tomás González, alumno de Osvaldo Dragún, argentino creador de la escuela de dramaturgia. Partí de cero, llena de temores. No tenía armas, era de teatro aficionado”.

Haciendo la obra, su primer trabajo profesional en la sala Las máscaras, la vio Rodolfo Valencia, profesor de actuación mexicano y le sugirió al director del recién fundado Teatro Musical de La Habana.

Esto fue un regalo de la vida. “Lo que anhelaba se convirtió en realidad. Fue versátil. Aprendimos acrobacia, canto, pantomima, actuación, posición, danza, ballet, todo eso con los mejores profesores de ese momento”.

A la televisión llegó con 40 años. “Lo primero que hice fue Doble juego,con Rudy Mora y mi mamá me dijo ‘niña has llegado muy tarde a la televisión porque estás muy arrugada. Había hecho cositas en la TV, pero no fructificaron.  Entraba, volvía a salir y no dejaba huellas”.

La “emperatriz de los papeles secundarios” dice siempre sí a todas las propuestas de trabajo que recibe y una de sus pasiones es ser presentadora. “Trabajé en el Amadeu Roldán en muchas ocasiones y en espectáculos en Europa del Este. Conocí a personas de otros mundos, de otras esferas”.

Recuerda con cariño esa época “romántica” donde trabajaban gratis y se iban de gira por toda Cuba.

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Miriam Socarrás. Foto: Irene Pérez/ Cubadebate.

-¿Cuál es su mayor sueño?

“Conocer a mis sobrinas nietas, dos mellizas de tres años. Una de ellas es trigueña y la otra rubia. La pelinegra cruza las piernas en cualquier ocasión, le gusta el pelo con una cola de lado. Sus padres le dicen la cabaretera. Eso me divierte. Me encantaría ver que se convierta en bailarina de ballet. Ese era mi sueño y nunca pude llevarlo a cabo”.

- ¿Algún secreto que nunca había compartido?

“Fui muy feliz con mi último amor en Lisboa, Portugal. Eso está aquí (señala al corazón) aunque sea algo ridículo y romántico. Dicen que el pasado no es bueno, pero cuando es sólido te da fuerzas. El amor existe”.

-¿A qué le tiene miedo?

“Le tengo pavor a las ratas. Quisiera que no existieran”.

-Si hiciera una vista panorámica a toda su vida, ¿está satisfecha?

“Si, lo estoy. Soy una mujer que ha amado con intensidad y he sido correspondida.  Amar es algo maravilloso; inexplicable. Cuando estás trabajando en el teatro y tu amor está ahí es mágico; no ves a nadie más. Soy un ser muy pasional”.

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-Entre la conducción y la actuación¿qué prefiere? 

“La actuación. Ahí estamos escondidos detrás de un personaje. No he sido muy afortunada porque los papeles que me han tocado a lo largo de mi vida siempre han sido pequeños y cercanos a mí. Era la mulatica simpática o chusma.

“Él cine me encanta. La televisión me tensiona pero lo mejor es que por este medio entras en las casas y en el corazón del público cubano, el más sincero del mundo. Te pueden decir en la calle: ‘oiga, señora, el boniato no se usa en las cocinas de la gente rica, ni los plátanos burros’;  o te dicen: ‘que pesadito ese personaje’.

“Nunca he tenido papeles negativos; siempre son roles que resultan agradables. Actualmente estoy casi perpleja con las cosas que me dicen. Salgo a la calle,  recibo halagos y me hace muy feliz, como es lógico. El ego uno lo tiene ahí”.

-¿Cuál es el personaje que más la ha gustado?

“Este que hice me encantó, Carmela en Vuelve a mirar.  Quizás sea porque desdichadamente vas por las calles y hay muchas personas que te hacen historias cercanas sobre el alzheimer. Te lo cuentan con lágrimas en los ojos. Hay una escena en que estoy en la cama y de repente empiezo a llorar sin motivo aparente. Una persona que me se me acercó y me dijo: ‘ay, Miriam, cómo lloré ayer viendo la telenovela. Recordé a mi mamá que era profesora de Biología, que tuvo esa enfermedad durante 5 años”.

-¿Y el qué más le ha costado?

“Soy una persona que se ríe mucho. En Crematorio, un programa en el que hice algo muy distante a todo lo anterior, crítico, pero con humor, como somos nosotros los cubanos, ocurrió algo muy simpático. Había una escena en el velorio de un extremista, y la hija de Nieves Riovalles, que hacía de presidenta del CDR,  vino de Miami y le trajo unos blumers y ajustadores.  Yo era la amante del viejo que estaba muerto y no podía concentrarme viendo a Nieves revisando los regalos. Miraba un punto fijo, pero no podía contener y me dio un ataque de risa que tuvieron que cortar la escena. Aguantar los deseos de reírte es algo terrible. Los cubanos somos muy simpáticos y extrovertidos. Si te caes lo primero que haces es reírte. En Tropicana una vez me caí; patine en la pista”.

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- Si llegara una persona nueva a su vida, ¿qué puede hacer para llegar a conocerla mejor?

“Es lo más fácil. Tengo una amiga que se llama Rosa. Me escribió y nos hicimos amigas por internet. Al final vive en el Vedado, es una mujer encantadora y un loro como yo. Llegó a mí con transparencia y sinceridad. Me dijo que le gustaba mi trabajo, que le resultaba simpática y que quería ser como yo cuando tuviera mi edad. Ahora es mi amiga”.

-Si todo desapareciera y pudiera rescatar una sola cosa, ¿qué sería?

“Mis fotos. Son mi vida. Me mudé y el primer día puse los cuadros en la pared. Ver a mi abuela que no conocía, a mi mamá. Parece algo superficial, pero para mí no lo es”.

-Si pudiera comenzar de cero, ¿qué cambiaría?

“Tengo muchas cosas que cambiar: ser menos extrovertida, escuchar más, menos emotiva”.

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A Miriam Socarrás le queda pendiente hacer un monólogo. “Ahorita la memoria no me va acompañar”, dice. Quiere hacer algo que provoque reflexión, con crítica y también humor. “A la gente le gusta reírse y divertirse. También quiero que esta obra le guste a todos los públicos, no solo a la élite del teatro”.

Confiesa que le encantaría ser una mala persona en cualquier obra, película o novela. “Nunca lo he hecho. Mi diapasón como actriz ha sido muy limitado”.

Si preguntas por el programa Fe de Vida, dice que empezó este proyecto con pavor. “En un inicio me negué totalmente porque no podía decir esos textos complicados. Como actriz puedo decirlo, pero como Miriam Socarrás me cuesta. La directora me volvió a llamar y me dijo que podía, que era con telepronter. Es algo diferente y me encanta. Tiene un público fiel. Es que es un espacio muy amplio, para toda la familia”.

El justo momento en que decidió jubilarse de Tropicana significó un antes y un después en su vida. No obstante, recalca que fue una decisión propia, no porque estuviera gordita, vieja o con arrugas, sino porque estaba muy enamorada de un caballero y no tenía tiempo para verlo.

“Mi vida cambió después de eso; empecé a hacer televisión. Estaba un día en la casa oyendo boleros y Brito me llama por teléfono para hacer un personaje”.

Uno de sus mayores retos ha sido llevar a la par familia-trabajo. “Cuando tienes 60 años y ves toda distancia, te das cuenta que injusta he sido conmigo misma. Habían días en que a las 7 de la noche tenía estar lista y coger una guagua para llegar a las 8:30 al teatro. No era difícil cuando lo hacía, pero después tu hijo te reclama cosas con 28 años, porque no le dedicamos el tiempo suficiente. Pero, si no trabajábamos, no comíamos”.

“Hacer Tropicana y teatro, estar casada, tener una casa, un gato, el pescado para el gato, la tintorería, la ropa, el niño, la tarea. Creo que es algo que todas las actrices sufrimos mucho, sobre todo las que trabajamos durante la noche y la madrugada”.

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Miriam Socarrás. Foto: Irene Pérez/ Cubadebate.

-¿Cuáles son sus principios y valores sagrados?

“La educación que te dan los padres es más importante que cualquier otra pedagogía. Hay muchas personas instruidas que no saben comer, ni comportarse, ni siquiera te dicen buenos días. Yo presumo de ser educada y eso es gracias a una madre que tenía tercer grado y me enseñó a comer con tenedor y cuchara. Lo más importante es ser respetuoso y tolerante”.

-¿Qué es aquello por lo cual moriría?

“La familia está por encima de todo. Es sagrada. Tiene defectos y virtudes, pero es mi familia. Soy Tauro, posesiva, y por eso digo que mi hijo es mío, mi familia es mía, mis amigos son míos. Para mí la familia es la base fundamental de una sociedad y de la felicidad”.

-¿Alguna vez se ha propuesto una meta que no haya podido cumplir?

“Montones. Tengo tantas experiencias y eso es gracias a que he vivido muchos años, la gente me cuenta cosas y además, tengo amigas muy diversas. En una ocasión que fui a España empecé a escribir cuentos, pero no tengo ni la base cultural ni la formación.

“Como lectora me encantan las historias breves. Contar en poco tiempo es algo muy atractivo. Estuve un tiempo escribiendo cuentos, se los mandé al malvado de Joaquín Cuarta para que le diera forma a esas ideas. Pero, desdichadamente, no tengo las armas para llevar a cabo ese sueño”.

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-El éxito...

“Estaba el otro día por Obispo con una amiga que vino de Italia y sentí pena porque me paraban para hacerse fotos conmigo. Jóvenes como ustedes.El gran premio es el respeto, el cariño que te da el público. Mientras no exista televisión, los actores somos de plástico, como decía Héctor Quintero. Tú trabajas en teatro y no pasa nada porque te ve el 10 por ciento de la población.  Pero, la televisión no pide permiso, abre la puerta de los hogares y estás ahí”.

-¿Qué características le impregna Miriam Socarrás a sus personajes?

“Me llena de felicidad cuando me comparan con Paula Alí. Ella ha estudiado mucho más que ello, pero dicen que soy igual en el sentido de la naturalidad. Hay actores que son sobreactuados y el público es sensible; no se le puede subestimar”.

-¿Qué le ha regalado la actuación?

“Un público maravilloso, que me dice cosas bonitas y me hace feliz. Soy presumida y eso es gracias a mi madre que bajaba en el ascensor para cruzar y comprar el pan y se ponía los aretes acorde con el vestido. Soy igual que ella, como se dice, punta en blanco siempre. Cuando ya eres una persona conocida tienes que serlo aún más. Me hace tan feliz que muchachas de tu edad me digan, yo quiero ser como usted cuando tenga su edad. Eso también es gracias a la actuación.

“No es fácil, cuesta trabajo, tienes que tirar todo lo feo de la vida. Los pequeños detalles son los que te permiten llegar a los 80 años y todavía tener sueños y anhelos. Pido a un lucero, a la luna y a lo que me escuche que cuando Dios quiera que me vaya, sea rápido. Nadie merece irse lentamente. Aquí estamos de paso. Yo sé que lo voy a lograr. Y mientras, toca disfrutar cada minuto”.

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 -¿Alguna vez ha pensado en tomarse un año sabático?

“Eso me parece fabuloso si pudiera ir de viaje a donde me dé la gana. Ese lugar sería España. Allá soy feliz como en Cuba, porque tengo sangre española y en ese país quieren mucho a los de esta tierra. En España me siento como en casa. Si papa Dios me escuchara o el hada madrina, yo estuviera seis meses en España y seis en Cuba”.

-A terminar esta entrevista, ¿qué tres cosas debería llevarme de usted?

“Me gusta que aquellos que me visiten piensen que soy una buena anfitriona y presumo de ello. Adoro estar en mi casa, relajada, tener los pies en alto, poner música romántica. Llévate de esta entrevista que soy una persona transparente. Nunca miento y en la vida hay que hacerlo un poco.  Me da tanto pavor decir una mentira que se me nota cuando lo hago.  Soy una mala actriz”.

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