La noticia es muy triste para los que laboramos en el Portal de la TV Cubana. Fue nuestra primera colaboradora e inspiradora de nuestras acciones. Lo más profundo de la Historia de nuestro medio nos llegó de sus manos. Mucho habrá que escribir pero no duden que tendrán que beber de su fuente. Aqui seguirá entre nosotros guiando nuestro quehacer y mostrando su sabiduría en la búsqueda de los rincones de la TV para darle luz
Reveladoras ideas, proyectos e investigaciones de Mayra Cue Sierra propician conocer esencias de los cambios ocurridos en el sistema mediático a partir de la creación del Instituto Cubano de Radiodifusión, una consecuencia de la nueva vida en Revolución

Mujer culta y sensible ha sido por más de cuatro décadas analista de opinión pública, asesora de programas, guionista e integrante del grupo asesor de la vicepresidencia de la TV. Y se encuentra enfrascada en un doctorado de Ciencias sobre Arte acerca de la telenovela cubana.

Mayra Cue Sierra (Guantánamo, 1949) disfruta compartir saberes, los cuales ha nutrido sabiamente mediante rigurosas investigaciones. Destaca, en especial, la emprendida en torno a la fundación del Instituto Cubano de Radiodifusión el 24 de mayo de 1962. Habla despacio, sin ocultar su entrega a temas que la cautivan: “Existe un antes y un después de esa fecha porque a partir de ese momento hubo grandes transformaciones en nuestro país”.

 La Radio como plataforma cultural emerge de sus investigaciones. / Leyva Benítez

Según reconoce, “la creación del Instituto no puede verse separada de los acontecimientos ocurridos tras el triunfo de la Revolución, entre 1959 y1960. Luego de la intervenciones a las empresas norteamericanas, al sector privado, y la suspensión de los comerciales; hubo una pérdida de las ganancias, tanto la radio como la televisión pasaron a formar parte de la propiedad estatal, con nuevos contenidos y otro modelo de servicio público. Las audiencias pedían ver en la pantalla, escuchar en las emisoras, lo que acontecía en la nación.

“En esa época hubo que afrontar múltiples desafíos; en primer lugar, el inicio del bloqueo de Estados Unidos a Cuba repercutió en los cambios tecnológicos, por esto siempre digo: debemos hacerles monumentos a los técnicos, pues lograron crear un sistema tecnológico que garantizara la cobertura nacional de las emisiones radiales y televisivas”.

Apenas hace una pausa, sonríe, prosigue: ¿Cómo olvidar las primeras teleclases en los años 60, las telenovelas mediante el formato dado por Aleida Amaya, el fortalecimiento de los espacios destinados a obras literarias, al teatro, los espacios infantiles. También los noticieros tenían gran relevancia en la programación”.

Insiste en que no se escape nada importante. “No soy historiadora, lo que hago es análisis de información. Me place dejar en libros o conferencias constancia de los estudios”.

Le pido al fotógrafo Eduardo Leyva Benítez captar las cubiertas de volúmenes que consideramos esenciales para los estudiantes del Instituto Superior de Arte y otros centros docentes.

En uno de estos, Relatos del éter, la prosa de Mayra hace referencia al crisol donde se forjaron significativas expresiones de la cultura popular masiva contemporánea. “En un proceso sistémico descomunal esas prácticas impulsaron la gestación y el desarrollo de géneros de programación relevantes… Gracias a ello, una importante cifra de cubanos –sin distinción del poder adquisitivo, nivel educacional, raza o zona de residencia– accedieron desde sus hogares a los concursos y otros formatos portadores de acciones promocionales-mercantiles, pero también a la información, el deporte, el arte y la cultura, con los cuales aprendían, crecían”.

 Ha registrado huellas y confesiones de renombradas personalidades de la TV nacional. / Leyva Benítez

Otros acercamientos ofrece desde el título Orfebres de un sueño: “Hacer televisión ha significado el descubrimiento de una pasión perpetua, de un empeño al que se entrega la vida con una singular mixtura de satisfacción, alegría, orgullo, dolor y sufrimiento. Pese a sus imperativos de celeridad temporal, intenso volumen productivo y obstáculos económico-tecnológicos para concretar los sueños artísticos enfrentando contingencias imprevistas. Con todo lo humano y lo divino que implica, es muy difícil renunciar a ella”.

Cue sigue revisando documentos, busca aristas no abordadas en los medios de comunicación, hace énfasis en el dato preciso, en historias de vidas, en una especie de viaje a la semilla que le ha permitido profundizar en procesos y acontecimientos.

“Mi indagación histórica acerca de una zona comunicativo-cultural casi inexplorada se aceleró durante varios años gracias a Víctor González Martínez, quien fuera en vida mi compañero, perenne colaborador cuyo entusiasmo, generosidad y altruismo serán difíciles de superar y, finalmente, integró conmigo un equipo investigativo con objetivos comunes”.

¿Por qué ese interés? Responde de inmediato: “El valor profesional y humano, el magisterio, la voluntad y el espíritu de lucha de esas figuras de siempre sembraron un legado perpetuo para nuestra nación. Además, me seducen los públicos y el contacto que mantienen con los medios de comunicación audiovisuales”.

Es incansable, nada la hace desistir. No tiene radio, escribe en una computadora viejísima de segunda mano, el televisor tampoco es moderno, las cataratas le molestan la visión, pero sigue trabajando porque ama lo que crea.

 

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