Ser locutor no es un juego, implica esfuerzo y muchísima preparación para poder defender una profesión tan necesaria y útil, como bella y seductora; eso bien lo sabe Leyber Gómez Caballero, un artista que desde la radio y la televisión defiende su amor por la locución.

Escuchas su voz dulce, melódica y ortográficamente correcta y reconoces en él a una persona atenta y gentil, algo que compruebas cuando tienes la suerte de conocerle e intercambiar.

Como es naturalmente de buen hablar, aunque se cataloga como tímido, es fácil descubrir a Leyber como un joven tranquilo que le gusta disfrutar del calor de la familia y los amigos, leer, escuchar música, ir al teatro y hacer ejercicios físicos; pero sus pasiones realmente se desatan cuando le preguntas por la locución.

Su historia es la de un profesional que ha luchado por crecer, un enamorado de lo que hace, un artista que sin mutar la afabilidad y naturalidad que lo caracteriza desde sus inicios, ha sabido ganarse espacios cada vez más visibles en la radio y la televisión cubanas.

Ttuvo sus inicios en la radio, pero, ¿cómo fue el salto de este joven locutor a la televisión? El propio Leyber nos da la respuesta:

“Una gran amiga y colega a quien también le debo mis inicios en Gibaravisión, Yanela Bauza, me avisó de un casting en el Canal Educativo para un programa nuevo que saldría en el verano y que buscaba homenajear al canal en su aniversario 17. Allí me presenté y así comencé a trabajar bajo las órdenes de un ser increíble y maravilloso como Rafael González en el programa Tres Veces Más.

“Son muchas las oportunidades que he recibo en este canal, desde Tres Veces Más hasta el curricular Ciencia y Vida, sin olvidar Desde el lugar, que regresó este verano gracias a la buena aceptación del público. Y para completar mi alegría ahora estoy en De Tarde en Casa, junto a la inigualable Raquel Mayedo; un espacio con más de 17 años en pantalla”.

De la televisión, aprendizajes...

En la pantalla chica Conexión Cuba me permitió conocer más de cerca el proceso de informatización que vive Cuba, incluso a manejar mejor mis redes sociales, que ahora mismo son vitales para las personas que trabajamos en los medios. Por su parte, De Tarde en Casa es mi primera experiencia en un programa de televisión en vivo y estar al lado de Rakel Mayedo, una excelente profesional que siempre he admirado, es un sueño convertido en realidad que agradezco sobre todo a su director Yeidel Hernández.

“Además, en el caso de la televisión, ahora mismo tengo la oportunidad de conducir Sorpresa XL, por Cubavisión, y Estación Caribe, del Canal Caribe.

“Estos espacios me han hecho merecedor del cariño del público y permitido crecer profesionalmente al tener la oportunidad de coincidir con colegas que admiro y con directores increíbles que se han convertido en mis maestros y más que eso, en mi familia.

“No sabría escoger entre un medio y otro. Comencé en la radio, donde actualmente estoy de lunes a lunes, y es lo que más hago. ¡Por algo será! Ahí comenzó todo; en una cabina de radio espero estar por el resto de mi vida. La televisión tiene su magia y encanto, te hace más popular y se disfruta muchísimo también.

 

El arte de hablar

“Creo que como locutor me define la naturalidad y el respeto; no me gusta fingir quien no soy, lo que ves es lo que soy y me gusta mucho respetar al público que me ve o escucha. Estos dos aspectos siempre están presentes en mi desempeño profesional. Trato también de cuidar mucho la dicción y la técnica, que siempre son importantes.

“De la locución me gusta todo, desde la constante superación a la que prácticamente estas obligado, hasta la adrenalina que sientes en el momento en que sabes que te están escuchando o viendo miles de personas, pasando por la satisfacción que se siente cuando sabes que lo que haces resulta útil para mucha gente.

“El público viene siendo para mí el mejor aliado y el más exigente juez. Es el que está ahí para aplaudirte cuando siente que lo has hecho bien y para juzgarte cuando te equivocas. Me nutro mucho de las opiniones que recibo mediante las redes sociales y también en la calle, porque el público cubano es muy sincero y directo. Una de las cosas que más valoro de mi profesión es ese vínculo que se logra entre el artista y su público”.

“Tristemente no tuve la dicha de conocer a Cepero Brito, Germán Pinelli o Consuelito Vidal, pero sí de nutrirme del ejemplo y la profesionalidad de grandes referentes de la locución como Franco Carbón, Luis Alberto Casanova, Eduardo Rosillo y  otros colegas más cercanos en el tiempo como Marino Luzardo, Raquel Mayedo, Edith Massola, Eduardo Ferrer, Magdiel Pérez, Pedro Martínez Arcos y Jorge Luis Ríos, por solo mencionar algunos.

“Una escuela de locución en Cuba sería un sueño hecho realidad para colegas y profesionales del medio; muchos somos los que consideramos que debería existir desde hace rato. Como carrera sería lo ideal, porque la gran mayoría de los locutores somos graduados de otras especialidades, aun sabiendo que lo que nos gusta o interesa profesionalmente es la locución. Es un reclamo de muchas voces que lamentablemente aún no termina de concretarse.

 

«Sin duda son muchos los retos de la locución en Cuba, comenzando porque debe parecerse más a las nuevas generaciones sin abandonar a las anteriores. Es necesario que nuestro trabajo se convierta en plataforma para la participación ciudadana, donde todos se vean reflejados. Las nuevas tecnologías han abierto una gran brecha entre los medios de comunicación digitales y los tradicionales. Es importante intentar ir a la par si no queremos perder a los nuevos  públicos; no obstante, soy del criterio de que cada medio tiene su público y en el caso de la radio siempre ha tenido seguidores fieles.

“Algo que considero afecta actualmente al gremio es el gran intrusismo profesional que existe. Locutor no es cualquiera. Considero que se ha ido desvalorizando poco a poco nuestro trabajo. Algo que me entristece mucho.

“Existe una mala selección de profesionales del lenguaje para programas de televisión y de radio, responsabilidad que recae en los directores. No siempre, por ejemplo, los mejores actores o cantantes conocen las técnicas de la locución o el cómo proyectarse en un espectáculo. Ser locutor va más allá de la buena imagen y está muy lejos de aquellas grandes voces  que nuestros abuelos disfrutaron en los años cuarenta y cincuenta.

“Ser locutor es un gran compromiso para toda la vida, por tanto debe valorarse un poco más nuestro trabajo. Muchas veces ante un suceso extraordinario mientras todos están con su familia, somos nosotros los que estamos ahí en una cabina o estudio informando o entreteniendo al pueblo. Eso tiene un valor agregado que casi nunca se reconoce. Falta mucho aún por hacer desde y para el gremio”.

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