La voz de Ana Nora Calaza fue una de las más escuchadas en la programación infantil televisiva de algunos años atrás. Quizás muchos pequeños, hoy mujeres y hombres, no recuerden su rostro, pero si decimos: Amigos y sus amiguitos, Tía tata cuenta cuentos o A jugar, entonces todos sabrán a quien me refiero.

Fundadora del espacio infantil La escuelita del viejito Chichí, Ana Nora Calaza fue artista exclusiva de la TV, y con solo cuatro años de edad hizo promociones y devengaba un salario. En chiste asegura: “soy la asalariada más joven que ha tenido el país”.

Proviene de un hogar amante de las artes en general. Su papá, amigo de Paco Alfonso, la llevaba a las puestas dirigidas o protagonizadas por el actor. Ese acercamiento moldeó en la pequeña Ana Nora el espíritu artístico y, con la ayuda de uno de sus tíos, accedió al mundo de la televisión, cuando a espaldas de los padres, la llevaron a los estudios de CMQ.

En su etapa de adolescente, estudió piano y saxofón en el Conservatorio Amadeo Roldán, pero nunca se desvinculó de la programación televisiva. Luego, matriculó en la Escuela de Formación de Actores.

Por entonces, trabajaba en Amigos y sus amiguitos, Tía tata cuenta cuentos, A jugar, El mago del cachumbambé, El viejo Jotavich, y Caritas, entre otros espacios infantiles. “Trabajé en la mayoría de los programas televisivos para los más pequeños de la casa”, dice la imitadora de voces. 

Durante muchos años te destacaste por tu participación en el mundo de los títeres. ¿Cómo entras en él? 

Siendo parte del elenco de Tía Tata cuenta cuentos, empecé a cantar en el combo de marionetas Los Yoyo, solo poniendo voz al títere Alelí, porque la manipulación la hacía un grupo de titiriteros de la televisión.

Cuando un día, el escritor de programas dramatizados para niños y jóvenes en la radio y la televisión cubanas, Antonio Orlando Rodríguez, me pidió poner voz a una marioneta bien cubana, llamada La rana Cúcara, aproveché y le dije: “Si no la manipulo, no le pongo voz. No soy titiritera, pero sé lo que quiero”. A partir de ahí se inició mi desempeño como titiritera, ejercicio que amo y mantengo activo.

En la amplia gama de títeres a los que pusiste voz, ¿cuál recuerdas con mayor cariño y por qué? 

Los recuerdos a todos por igual, pues todos me dieron y dan muchísima satisfacción. Ando con ellos para todos partes. (…)

¿Cuánto te satisface trabajar para los niños? 

La satisfacción es tan grande que la sabemos solo quienes trabajamos para ellos. Los niños son el público más honesto de un actor; si los convences, te quieren y te abrazan, de lo contrario no te atienden, se levantan y abandonan la función, con el mayor desenfado del mundo.

Es un público que crece por generaciones, como parte de una realidad que te obliga a profundizar más en tu trabajo a modificarlo con recurrencia. (…)

¿En qué medida contribuiste con tus programas infantiles y tus marionetas a la formación de valores en los pequeños? 

Sobre todo con los programas televisivos, voz e imagen, aunque con la radio también. Los programas de los que hablamos tenían un alto valor educativo, transmitíann un mensaje instructivo, pedagógico.

Tuve el privilegio de trabajar este tipo de espacio en la época de Celia Torriente, Enriqueta Almanza, de excelentes asesoras. La programación estaba vinculada al Ministerio de Educación, a las instituciones de seguridad vial, a la Policía Nacional Revolucionaria. 

De ese vínculo muchas veces salían canciones que han dejado de utilizarse por diferentes causas. Algunas te decían como es un muchacho correcto, otras hablaban de los colores del semáforo y de la seguridad peatonal…

Ahora, sin ilusorio didacticismo, son contados con los dedos de una mano los programas que enseñen detalles de ese tipo. Son pocos también los relacionados con la cultura cubana. Por ejemplo, debería haber alguno que ofrezca detalles sobre la Flor Nacional.

Hay que crear con perspectivas a largo plazo, y si de verdad queremos crear ¡ojo!, no podemos hacer un programa igual para todos los niños, se debe trabajar por edades que irían desde los párvulos hasta los de sexto grado, para mayor motivación y entendimiento.

Las diferentes etapas infantiles están bien identificadas, pero lamentablemente, la programación no trabaja estableciendo esos rangos.

Consideras que en la programación infantil de las últimas décadas ha habido un empobreciendo significativo. ¿Por qué? 

Por la falta de pensamiento científico y de grupo. No podemos olvidar las limitaciones económicas, son reales y afectan, pero si además de las restricciones, se carece de pensamiento positivo y se trabaja individualmente, no tendremos una programación efectiva.   

Hoy no poseemos títeres emblemáticos que representen la idiosincrasia del cubano. Amigo lo fue, Pelusín, Cúcara. Tener un títere o una canción representativa es importante.

Por alguna razón se compuso la tonada “Con sombrero de Yarey”, enaltece al campesinado cubano, que es parte de las raíces identitarias del país”.

 

De retomarse estos espacios infantiles ¿qué contextos deben considerarse?

Sobre todo contextos actuales. No podemos pensar en Tía Tata… igual a la de hace más de 20 años. Los programas perduran cuando se adaptan a nuevas realidades y los públicos se ven reflejados en ellos; son los mismos programas por el nombre y los objetivos, hasta cierta forma, pero no son iguales.

He hecho los Cuentos de mamá Oca, publicados por primera vez hace más de un siglo. Son similares a los contados hoy, estos últimos, enriquecidos o adaptados a los intereses del público infantil actual.

¿Qué haces en la actualidad? 

Soy directora de doblaje de los Estudios Fílmicos de la Televisión, trabajo en películas para ciegos y débiles visuales, fui parte del elenco del filme Inocencia, dirigido por Alejandro Gil y Yasmany Guerrero.

Pertenezco a la Comisión Nacional de Trabajo Comunitario de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba y estoy haciendo espectáculos para niños organizados por el Teatro Nacional, algunos en la comunidad habanera La Timba.

He actuado en Tras la huella, novelas… Quiero enfatizar que en mi modo de ver la vida y asumir mis responsabilidades está latente la disposición de trabajar cuando me llamen, junto a mis compinches ancestrales (los títeres), que ya son parte de mi familia.

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