En el sistema mediático contemporáneo todos los soportes intercambian prácticas, rutinas productivas, contenidos, formatos, formulas y símbolos.   

El Canal 4 (CMUR.Unión Radio TV) -la primera televisora cubana que emitió  programación regular- se inauguró oficialmente en La Habana el  24 de octubre de 1950 y desde entonces ni un solo día nuestras señales han abandonado el éter.

Ante el hecho consumado, CMQ  S.A. -nuestro mayor consorcio mediático- acelera sus planes de instaurar el video en Cuba y reconvierte varios estudios radiofónicos del edificio Radiocentro -inaugurado dos años antes- en televisivos.  

El 18 de diciembre de 1950, el Canal 6 (CMQ- TV) comenzó su programación experimental habitual entre las  6.30 de la tarde y 11.00 de la noche. Se inauguró oficialmente el 11 de marzo de 1951,  en el aniversario de su casa matriz - la radioemisora CMQ Radio y al igual que en su predecesora Unión Radio TV; su señal rebasó la cobertura geográfica prevista.  

La etapa operacional  de estas dos primeras televisoras fue precipitada, tanto en la adquisición e instalación de la infraestructura y del equipamiento como en la formación y entrenamiento del personal o la emisión regular de programación.

Ambas comenzaron a difundir más de ocho horas diarias cuando aun no existían  suficientes equipos receptores televisivos en manos de la población ni estaba  garantizada la suficiente rentabilidad para que los anunciantes invirtieran en mayores tarifas para emitir sus mensajes en el nuevo soporte tecnológico ni asumieran el patrocinio de los diferentes géneros y segmentos de la programación. 

En consecuencia, fueron sus dos radioemisoras matrices: Unión Radio y CMQ Radio quienes financiaron los dos primeros proyectos de televisión cubanos.

Antes de emitir la programación, ambas plantas de video investigaron el mercado y se apropiaron de las manifestaciones y expresiones culturales con mayor arraigo que por nuestros profundos vínculos con España y EE.UU., rebasaron lo estrictamente latinoamericano:

Unión Radio TV impulsó de manera particular las tradiciones españolas mientras que CMQ TV –sin ignorar lo ibérico- potenció enfáticamente algunas tendencias de la programación norteamericana.

Los vínculos entre ambos soportes tecnológicos constituyeron una sinergia portadora de múltiples ventajas competitivas. Literalmente, el despegue de nuestro sistema televisivo descansó en las finanzas, el know how y el capital humano de la radio:

Canal 4. en su primera semana, transmitió desde estudios improvisados en una residencia privada y en teatros rentados, la llamada programación experimental, extendida ininterrumpidamente por más de ocho horas diarias:

En ella, entrevistaron ejecutivos y artistas,  realizaron interpretaciones artísticas varias y sobre todo, se estrenó la difusión de los partidos de béisbol realizados en La Habana - primeros espectáculos celebrados fuera de los estudios televisivos difundidos  mediante un camión de  control remoto con varias cámaras.  

La radio legó a la televisión su probada experiencia en controles remotos,  en la escenificación de dramatizados complejos unitarios o de continuidad, en la síntesis narrativa, en la singular visión publicitaria; en la difusión y análisis de eventos deportivos, en la representación de zarzuelas y operas, conciertos y disímiles formatos musicales; por señalar solo algunas de sus producciones y ámbitos.  

Pero sobre todo aporto la sapiencia y los modos de hacer de un vasto capital humano versado en diversos roles como: La información, la dramaturgia, la animación y conducción, la creación de productos comunicativos de variados géneros y formatos; la actuación, la publicidad y un amplio espectro investigativo-comunicativo; el diseño y hasta los saberes provenientes de la industria fílmica.  

Esos hombres y mujeres hicieron desde entonces la televisión.

Cuando en 1960, la televisión privada devino estatal y sus objetivos comerciales se tornaron en servicio publico se produjo otro momento histórico de transito, logrado  exitosamente gracias a su gente.

Los que no supieron crecer y asumir nuevos retos optaron por la emigración mientras otros muchos plantaron sus pies en la tierra y miraron al futuro. En este proceso se transformaron junto a su sociedad y dejando atrás vanidades y reticencias,  lo dieron todo en las aulas, en los estudios, en la producción y en las actividades más diversas:

Cuando en 1962, se creo el Instituto cubano de radiodifusión,  la estructuración y diseño del nuevo sistema televisivo estuvo a cargo de creadores de gran notoriedad que en un haz, volcaron toda su experiencia a los nuevos objetivos.

No podemos olvidar en esa pleyade a Marcos Behmaras, Enrique Iñigo, Amaury Pérez García, Jesús Cabrera, José A. Caiñas Sierra, Iris Dávila  y tantos más que abandonaron su labor creativa para devenir funcionarios idóneos que con su energía y talento avizoraron la nueva televisión. 

En la programación televisiva de los años sesenta pasados hallamos la huella de los artistas de la radio:

Entre los escritores, productores y directores de las aventuras heroicas originales o versiones de la literatura universal están: Antonio Emilio Vázquez Gallo –también dramaturgo, pedagogo y creador de las primeras aventuras humorísticas del video-;  Silvano Suárez- reconocido guionista de radionovelas y telenovelas- y Erich Kaupp –famoso por sus controles remotos y telenovelas-.

En el teatro se aunaron verdaderos genios de la dramaturgia teatral y mediática como Marcos Bhemaras, Cuqui Ponce, Eduardo Casado y Roberto Garriga.

En la música devinieron directores José Joaquín Condall y Manolo Rifat mientras que el compositor, pianista y director de orquesta Mario Romeau,  creo la orquesta del Instituto,  a la que dedico décadas de su hermosa vida.

En la zarzuela convergieron dos artistas de la talla de Antonio Palacios y Armando Soler     

La lista seria interminable. Hoy solo quisimos rendir un tributo a algunos de los que ya no están y que también, se consagraron a esta pequeña pantalla hasta el último aliento.

 

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