Antes de hablar de este grande de la actuación en Cuba, quien dejó una bella impronta en el teatro, la televisión y el cine, debo aclarar la posible duda del lector. No me unen vínculos familiares con Omar. Lo conocí de niña y puedo afirmar absolutamente, que era intransigente con las majaderías infantiles. Al crecer, pude admirarlo y no olvido su imagen, vestido de blanco, al coincidir en la inauguración de una Bienal de Artes Plásticas, hace cerca de 30 años. Participaba en el mundo artístico y lo enaltecía con su presencia.

Nacido en Santiago de Cuba, en 1929, antes de ser actor fue contador, técnico de IBM, mecanógrafo y trabajó en el sector bancario. Su creatividad artística se desató cuando, siendo pequeño, fantaseaba con las historias que le contaba su abuela para dormir y leyendo Las mil y una noches.

En 1955 participó en un curso de actuación, impartido por Francisco Morín en la Universidad de Oriente, y posteriormente fue discípulo de Vicente Revuelta en La Habana. Antes de 1958, incursionó en algunas obras de teatro en su ciudad natal, entre ellas “La vida es sueño”, pero al residir en la capital definitivamente se une al grupo teatral Prometeo, dirigido por Morín. Allí se presenta en “Electra Garrigó”, conoce a Virgilio Piñera y, más tarde, le comenta su deseo de hacer su obra “Aire Frío”, ambición que lograría, años después, con excelentes resultados.

Debutó en el cine en 1964 con La Salación, a la que seguirían muchísimos otros filmes. Son inolvidables sus intervenciones estelares en: Memorias del subdesarrollo, Un hombre de Éxito, La Bella de la Alhambra y El Siglo de las Luces.

Su paso por el teatro fue notable. Gerardo Fulleda León, Premio Nacional de Teatro, evoca su preciosa interpretación del tío en Doña Rosita, la soltera, dirigido por Roberto Blanco. En su opinión, Omar era un actor característico, de voz peculiar y con la distinción de no representar los personajes, sino incorporarlos.

Formó parte de compañías prestigiosas como: La Rueda, Taller Dramático, Teatro de Ensayo Ocuje, Teatro Estudio y Teatro Irrumpe, acompañando valiosos elencos. También fue notable su actuación en “Hello, Dolly”, “Mi bella dama” y “El Maestro y Margarita”. En 1982 recibió el premio de la UNEAC por su interpretación en “Aire Frío”, bajo las órdenes de Abelardo Estorino e igual sucedió en “Dos Viejos Pánicos “, con Teatro Irrumpe en 1990.

El actor Aramis Delgado, quien compartió escena repetidamente con Valdés en Teatro Estudio, rememora su labor en “Baltasar”,” Ni un sí, ni un no” y muchas más, en las que lo recuerda como favorito del público, sobresaliendo en las comedias. Y afirma: “A pesar de gaguear, no lo advertías cuando actuaba, tenía un dominio total del escenario. Era un colega respetuoso y un magnifico actor”.

En televisión destacó en “Hermanos” y “Pasión y Prejuicio”, seriados exquisitos a los que aportó su presencia y dominio de la época. También participó en “Furia Blanca” y de “Los Papaloteros”, recuerdo su personaje Pata ´e gallo. Anhelaba más imaginación en la realización de cine y televisión, pero reconocía las posibilidades del medio televisivo para hacer buenos trabajos.

Reveló como su secreto profesional, creer en lo que hacía, sentirse auténticamente dentro del personaje. Entrar al escenario como a un confesionario.

Su compañero de actuación, José Ramón Vigo se refiere a la ética que lo caracterizaba: “Era un primer actor de Teatro Irrumpe, llegaba muy temprano a los ensayos, cogía un trapeador y limpiaba el tabloncillo donde todo el elenco iba a entrenar. Su mayor grandeza era su modestia”.

Sobre su fallecimiento en 1993, dijo Roberto Blanco, Premio Nacional de Teatro: “La vida nos llevó a Omar Valdés, perderlo ha sido un golpe muy fuerte, no solo para el grupo sino para mí en particular. Omar Valdés fue un actor que trabajó conmigo durante más de 30 años y era como mi familia, mi hermano en el terreno personal. Su desaparición, repito, no solo nos golpeó a nosotros. También golpeó al teatro cubano”.

En una entrevista lejana, Valdés reconocía como su mayor dificultad, aprenderse el texto y respondió ante la posibilidad de la reencarnación que sería artista siempre. Le temía a la muerte, por eso amaba tanto la vida.

Tal fue el impacto de su pérdida, que la Asociación de Artistas Escénicos de la UNEAC, instituyó el Premio Omar Valdés, para reconocer la trayectoria destacada de relevantes artistas. Lo han merecido Verónica Lynn, Raúl Pomares, Corina Mestre, Aramis Delgado, Fernando Echevarría y otras importantes figuras.

¿Qué mejor ejemplo a seguir por los jóvenes que el de este actor respetado, querido, jovial y siempre extrañado? Quisiera volver a ser niña para provocar su falso enojo, desearía que estuviera con nosotros para que fuera él quien contara su historia.

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