Aunque su nombre se relaciona desde hace muchos años con el emblemático espacio de la televisión cubana De la gran escena, lo cierto es que José Ramón Artigas Vázquez ha sido mucho más que director de televisión, y no pocos realizadores le deben actualmente los conocimientos que hoy recrean entre cámaras y luces.

Con casi sesenta años dedicado al mundo del audiovisual cubano, Artigas percibe que su faceta como docente lo ha colocado en una posición privilegiada ante cada mirada inexperta que busca en su veteranía un consejo útil, sano, necesario.

Artigas siente cada día la satisfacción de haber contribuido a la formación de técnicos, asesores y directores de la pequeña pantalla nacional; y entiende que cada espacio dirigido por uno de sus pupilos lleva impregnado un poco de su esencia como persona y como profesional de la imagen y el sonido.

La televisión cubana lo recorre en todas sus dimensiones, aun cuando siente que todo cambia, para bien, y la tecnología se impone a un ritmo vertiginoso con nuevas dinámicas y transformadoras rutinas productivas.

“Ser profesor es un gran compromiso y un reto muy grande, pero se disfruta mucho. Se siente un gran orgullo cuando logras ver en la televisión un producto logrado por algunos de tus alumnos”, sostiene.

Artigas comenzó a ejercer la docencia hace medio siglo, en 1968, cuando se creó Tele Rebelde en Santiago de Cuba. En esa época tuvo que formar al equipo técnico que se encargaría de manejar los controles remotos y dominar la técnica televisiva fuera de los estudios habituales.

“Pero llevar a cabo esa tarea me resultaba un poco difícil, porque yo trabajaba también como sonidista de los actos políticos de primer nivel junto al Comandante Fidel Castro. Además, estudiaba Dramaturgia y Dirección de Televisión en la Universidad de La Habana. O sea, llevaba varias cosas al mismo tiempo.

“A pesar de eso, me enrolé en una nueva experiencia docente poco tiempo después, cuando ya me había graduado como director de televisión. Me pidieron adiestrar a Carmen Ferrera e Iraida Malberti como directoras de televisión. No les impartí clases formales, pero me acerqué bastante.

“Varios años después Iraida codirigió conmigo el espacio Sueño de trompeta, que me proporcionó una mención en el Festival de Cine de Río de Janeiro. Eso me dio acceso como miembro pleno de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, luego de una década intentándolo”, precisa.

En la década de los años ochenta del siglo pasado, Artigas integró el tribunal de evaluación y le pidieron que diseñara un curso para formar asistentes de dirección, pues sin una habilitación les sería imposibles ganar el salario que reconocía la ley.

“Yo diseñé ese curso a partir de otro que supuestamente se impartiría en el telecentro de Holguín, mi ciudad natal. Pero eso nunca llegó a suceder. La matrícula inicial fue de 40 personas en 1995. Yo pensaba que eran demasiadas personas, porque estábamos en pleno Período Especial y la producción televisiva se había deprimido mucho. Pero para sorpresa mía, tuve que hacer otro curso a los pocos meses con 40 personas más. En total fueron 80 alumnos en menos de un año”, destaca Artigas.

Después de esa feliz experiencia, el equipo de dirección del Centro de Estudios de la Radio y la Televisión entendió que era necesario formar nuevos directores de televisión y crear cursos de perfeccionamiento en esa área creativa.

Es por ello que en 1997 Artigas se enrola en esta nueva empresa con 40 alumnos que vincularían la teoría con la práctica, en un intento de armonizar todas las habilidades y saberes.

“La televisión no puede verse solamente desde el punto de vista teórico, sino con todas las herramientas de la práctica. La academia y la teoría están para dotar de mayores posibilidades, pero la práctica es la madre de todo. La persona que no tenga la capacidad de desdoblarse en vivo con diez o doce cámaras no será nunca un verdadero director de televisión. De ese curso salieron grandes directores de televisión, como Carmelo Ruiz, Gloria Torres, Alexis Uguet”, resalta Artigas.

Con estas experiencias acumuladas, Artigas comenzó a colaborar con el Instituto Superior de Arte, lo cual fue un gran reto porque se trataba de una institución con mucho prestigio, fundada por personalidades como Jesús (Chucho) Cabrera, uno de los paradigmas de la televisión cubana.

“Cuando yo empecé a trabajar en el ISA ya Chucho no estaba, pero traté por todos los medios de que los estudiantes entendieran los códigos del medio televisivo. Intenté que aprendieran, entre otras cosas, que la televisión no es una copia mimética del cine. Cada medio tiene sus códigos, y cuando alguien trata de hacer cine en televisión se encarece la producción”, insiste Artigas.

En el ISA tuvo la encomienda de diseñar planes de estudio que tuvieron como referentes experiencias previas como docente en instituciones educativas de Guatemala y Ecuador.

En el año 2005 el ministro de Cultura Abel Prieto le otorgó a Artigas el diploma al Mérito Pedagógico, y en la actualidad el director de televisión sigue vinculado de múltiples maneras al ejercicio docente. Asegura que la enseñanza nunca se pierde porque siempre está presente en el más mínimo detalle, incluido un consejo que pueda pedir algún aspirante a director de televisión.

En su opinión, siempre es prudente buscar fórmulas que contribuyan al mejoramiento de los planes de estudio, teniendo en cuenta los avances tecnológicos, los modos más actuales de hacer televisión, así como los puntos de vista de las nuevas generaciones, capaces de aportar ideas renovadoras, en tanto la experiencia y la juventud pueden y deben crear simbiosis interesantes que contribuyan a mantener a los públicos motivados y lograr una teleaudiencia cada vez más fiel al talento de los realizadores.

 

 

 

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