El 24 de Octubre la televisión cumple 70 años. Nuestro Portal presenta a tres   de  sus protagonistas

 

MARIALINA GRAU

(Con un  amplio curriculum en la locución, Marialina Grau, Presidenta  de la sección de Locutores de la Asociación de cine, radio y televisión de la UNEAC, desde el 2013, tiene numerosos reconocimientos  en su profesión) 

-¿Cuándo te enfrentaste a un micrófono por primera vez?

-En las FAR, yo era Primer Teniente, trabajaba en contabilidad. Fue Caíñas Sierra a probar voces femeninas para un noticiero de las FAR y el MININT que iba a salir un mes después y me aprobaron. Entonces me dieron la tarea como militante de la juventud  y así empecé bajo la dirección del propio Caíñas con  Jorge Enrique Mendoza, Roberto Valera, y otros compañeros que no recuerdo los nombres.  Ahí comencé a batirme con las noticias y la exigencia de Caíñas, o sea el pre escolar fue de nivel.

Al año de estar ahí le pedi a mi padre que me averiguara si en el ICR   se estaban impartiendo cursos de locución, que yo quería profesionalizarme y me aprobaron. Me mandaron a Radio Enciclopedia y a los nueve meses Radio Progreso, buscando una voz femenina para integrarse a la emisora, me pidió y esa fue mi gran escuela de locución

¿Y a una cámara?

-En los años sesenta  algo hice,  algunos programas de televisión y me llamaron para hacer el NTV, ya sabes con quienes: Manolo Ortega, Antonio Pera, Ramón  Fraga, Edel Morales y Carlos Massola. Ahí estuve unos añitos. Empezó el Guzmán de Pedraza  Ginori y formé parte del grupo de animadores del evento, después vino Todo el mundo canta y tuve que dejar el NTV porque me absorbía mi tiempo casi completo la televisión, ah y también tuve que salir de Radio Progreso porque llegó un momento que tenía varios programas y teatro con Garriga (había pasado el curso de actuación del ICRT)

-¿Qué cualidades innatas debe tener un buen locutor?

-Bueno, tú sabes, el locutor es un artista y el artista nace, no se hace, el locutor es el artista de más acercamiento al público, tiene que prepararse mucho,  ser creíble, sincero, natural, fluido, estar muy informado, porque además esperan de nosotros  informaciones actualizadas de todo tipo o sea, tienes que estar al día en todo  o en casi todo y es realmente necesario dedicarle mucho tiempo a la profesión , si no la amas, no vas a ser nunca un locutor

-¿Avanza vuestro sueño de una asociación de locutores? ¿Por qué es tan importante?

-Realmente te puedo decir que avanza, ya lo que falta son los papeles. En cuanto a importancia  tendría que enumerarte muchas cosas. La más primordial: la unidad de los profesionales de la palabra, aún no sabemos cuántos somos a nivel nacional. En la última cuenta supimos que éramos  mas de 3000, de esto hace unos 8 años, así que calculo seremos unos 4000 ahora. Te imaginas la fuerza tremenda que podemos tener defendiendo el idioma, el arte y la cultura  en general

MARINO LUZARDO

(Sin dudas Marino Luzardo es uno de los locutores cubanos con más popularidad, quizás por la forma tan particular que tiene de hablar o entrevistar en vivo, sin que la profesionalidad impere. A esa manera de ejercer su profesión se une un carisma natural indiscutible) 

—¿Qué estudiaste? ¿Te sirvió?

—Quise estudiar Psicología pero no me alcanzó el promedio y entonces opté por las ciencias, que se me daban muy bien, y me otorgaron Telecomunicaciones en la CUJAE. Siempre supe que ese no era mi lugar pero no tenía la menor idea de dónde podría sentirme a gusto. Mi buena memoria y mis habilidades para el estudio me hicieron pasar sin mucha dificultad una carrera considerada por muchos como la más difícil de las ingenierías en aquella época. Creo que me sirvió mucho para darme cuenta de que ese no era mi camino, aunque por cumplidor llegué a ser especialista de Ingeniería de Trafico a nivel de Vicepresidencia en ETECSA, y la verdad todos respetaban mis criterios y valoraciones, fueron diez años, pero en cada reunión donde apreciaba la pasión de mis compañeros por su trabajo me decía: ¿Qué hago yo aquí? No sentía lo mismo que ellos y esa indiferencia me hizo pensar en tomar otro rumbo y no dejarme llevar más por la corriente.

—¿Cómo llegas a la locución?

—Cuando estaba en la CUJAE escuchaba todas las noches Radio Ciudad de La Habana, tenía un staff de lujo con Camilo Egaña, Joel Valdés, Albis Torres, Amaury Pérez, Juanito Camacho y otras personas que en aquel entonces proponían una radio diferente. De pronto me empecé a dar cuenta de que los gustos de sus presentadores, que quedaban siempre muy claros, tenían mucho que ver con los míos. Solo en ese punto del dial me sentía verdaderamente a gusto, aunque tuviera exámenes al otro día trataba de finalizar el estudio antes de El sonido de la Ciudad que conducía magistralmente Camilo Egaña; aprendí mucho de música y otros temas.

“Me percaté de que inconscientemente jugaba a presentar números musicales y a decir frases como si fuera yo quien estuviera ante el micrófono, eso unido a que todos me decían que tenía buena voz me hizo pensar que como hobby podía intentar arar en ese terreno, pero nunca pensé abandonar mi carrera de ingeniero por la de locutor. Fue así que un día mi madre me dijo: ¿a ti no te gusta la locución? Hay un curso… Y entonces me dirigí a las pruebas de aptitud y me aceptaron para pasarlo, ya era 1994, me había graduado de ingeniero dos años atrás. Para mi placer los profesores fueron Ángel Hernández, Antonio Pera y Rubio Casanova”.

—¿Cuánto miedo sentiste? ¿Has superado el susto de decir el primer parlamento?

—No te puedo decir que fue miedo lo que experimenté, más que todo me invadía una sensación de responsabilidad inmensa, pero de haber sentido miedo seguramente no lo hubiera hecho. Lo deseaba y tal vez la ansiedad produjo el temblor y me hizo sentir que era una hazaña tremenda la lo que haría.

“Creo que hoy siento más miedo que ese día, nunca se supera el susto de la primera palabra, sobre todo cuando ya se espera de ti lo mejor, es la parte más difícil de la historia: arrancar y que las ideas fluyan; incluso es un susto que se disfruta porque increíblemente llegas a jugar con eso cuando tienes cierto oficio y cuando no lo sientas así, como ya han dicho muchos antes que yo, murió el artista”.

—¿Cuál fue tu primer trabajo como profesional?

—En Radio Reloj. Cuando salí de ETECSA me encaminé hacia el ICRT y llegué a la recepción. Dije, o mejor dicho, inventé que me había enterado de que necesitaban locutores en Reloj y me pusieron al habla con el octavo piso. Ahí una voz me dijo que no era cierto, pero al escucharme me preguntó si tenía titulo de habilitación. Yo sabía que tenía un título pero me sorprendí mucho cuando abrí el sobre que tenia bajo el brazo y ahí estaba el documento que me habían dado al terminar el curso en 1994 y decía en letras que en aquel momento me parecieron inmensas y brillantes: Curso de Habilitación. Le respondí que sí y me invito a subir. Ya esa misma tarde comencé un adiestramiento en las técnicas de locución para Radio Reloj. Había cinco compañeros en el curso; al mes se vació una plaza y me la otorgaron a mí.

“El 1º de enero de 2003 a la 1:30 a.m., comencé profesionalmente a trabajar como locutor de Radio Reloj. Sentí que era la oportunidad de oro para rescatar el tiempo que había perdido. Ahí estuve por un año y medio haciendo madrugada, pero al ir apareciendo otras cosas no pude seguir esperando por un turno mejor y me fui para Radio Taíno. Reloj, como todos dicen, es una escuela, mucho de lo que sé se lo debo a mi tiempo en esa emisora. Por cierto, la voz que al otro lado del teléfono que me atendió el día que pisé por primera vez el ICRT pertenece a Ibrahim Aput, que fue mi profesor y a quien siempre tendré como uno de mis mejores maestros”.

—¿Qué se necesita a tu juicio para ser un buen locutor?

—Ante todo se necesita un dominio correcto del lenguaje, no me refiero a ser un erudito que domine palabras complejas o de poco uso para alardear de sus conocimientos, se trata de usar las más adecuadas para hacer que el mensaje llegue a todos.

“La voz es importante, muy importante, porque una voz agradable causa mejor efecto si dice bien, pero con voz y pobreza verbal no llegas a ninguna parte; otros a la inversa sí han llegado muy lejos, ejemplos hay muchos.

“Tener dominio de la técnica de locución, que se estudia y se ejecuta luego de acuerdo con nuestra personalidad, respetar reglas que existen y que deben preservarse amén del paso del tiempo y de nuevas tendencias.

“Se requiere estar al tanto de todo lo que sucede en diversos ámbitos y algo muy importante: valoro mucho la naturalidad, el ser uno mismo, no imitar a nadie y demostrar que no hay poses en nuestras actitudes ante cámaras y micrófonos”.

—¿Cómo te sientes más cómodo: siguiendo un guión a pie juntillas o improvisando?

—He tenido la suerte, porque así lo considero, de trabajar en espacios donde no se sigue al pie de la letra un guión, por lo general programas en vivo que exigen una dosis fuerte de improvisación y creo que así me siento más cómodo, pues disfruto mucho poner de mi cosecha y no sentirme atado al modo de decir que alguien escriba para mí, pero agradezco que, más que un guión, me ofrezcan un gran cúmulo de información que me sirva, para con mis palabras poder expresar lo que se quiera. No obstante, considero muy valioso un buen

guión para un locutor, ejerza o no su libertad para llevar a feliz término el programa, pero esa es una de las tantas asignaturas pendientes de nuestra televisión.

—¿Qué sería para ti tener una buena televisión?

—Pienso que una buena televisión se pudiera lograr si no presumiéramos de tenerla, si no criticáramos tanto a las demás televisoras, “las capitalistas”, y tomásemos de ellas lo mejor, dejando lo mejor de la nuestra. Multivisión ha demostrado cuánto de la televisión que se hace en otros países podemos aprovechar y de ahí pudiéramos tomar algunas lecciones.

—Otro aspecto que yo no haya considerado y tú desees abordar…

—En la pasada edición del Caracol, Rosalía Arnáez presentó una ponencia que se titulaba La soledad del locutor. Creo que seguimos estando solos y que muy pocas veces contamos con directores, guionistas, asesores y equipos que velen por nuestra exitosa presencia ante cámaras y micrófonos, todos ponen sobre nosotros una gran responsabilidad y el apoyo a nuestra integralidad escasea. Hay que tener en cuenta que en un espacio en vivo, sujeto a imprevistos, cambios y soluciones de último minuto, es el locutor quien debe salir airoso, salvando tal vez errores de esos otros ya mencionados. Ante cualquier irregularidad nadie pensará: se equivocó el director, el guionista o el asesor; a los ojos de todos: ¡se equivocó el locutor! Debían cuidarnos más. 

ALAIN AM ADOR

(Polémico, seguro Alain Amador decidió muy pronto en su vida el camino que deseaba seguir. No le fue fácil, pero desde que se puso frente a un micrófono hasta hoy, no ha dejado la profesión por la que luchó)  

¿Cómo llegas a la locución?

Fue en Radio Cadena Habana. Ya había salido del Servicio Militar seis meses antes por estímulo. El político de la unidad me apoyó mucho, sobre todo luego de presentar una investigación sobre la paternidad en José Martí que fue reconocida en un evento a nivel de las FAR. Me deprimí mucho.

En la calle no podía quedarme. Pero siempre hay señales que nos guían. Oscar Luis López, Joaquín Cuartas, Norma Abad y Rebeca Ulloa impartieron un taller de guión radial en la UNEAC, y me inscribí.

Descubrí que si no podía ser periodista, por lo menos podía ejercitarme haciendo programas sobre las temáticas que me interesaban. Una noche, el locutor del programa se enfermó y asumí la conducción del espacio que yo mismo había escrito. Y hasta hoy. Han pasado 25 años.

¿Cuándo llegas a la TV?

Primero fue en CHTV. Había un programa llamado “Lente Capitalino”, y el inolvidable Juanito Hernández me pidió que supliera la ausencia del locutor de un boletín que formaba parte del programa. Recuerdo a mi abuela buscando a la carrera una corbata y un saco para salir presentable. 

Pero era muy esporádico. Luego con Rita Rosa hice un tiempo las cámaras en exteriores de “Lenguaje de Adultos”. Estaba en mi salsa, porque era lo más periodístico que se me había presentado. Hasta que un día en los estudios de Doblaje de la Televisión me encontré con Yosiri López-Silvero.

Necesitaba un locutor en off para “Pantalla Documental” presentado por Octavio Cortázar. Me gustaba saber que mi pequeña voz salía en el mismo programa del genio admirado largamente por mí. Su muerte supuso algo trascendental. Tiempo después, la propia directora me preguntó que si me atrevía a hacerlo en cámara. Otra osadía que dura hasta el presente.

¿Tienes algún paradigma? ¿Por qué?

Mi meta mayor, mi desvelo, ha sido siempre que me reconozcan por mi manera casi compulsiva de acometerlo todo. Es más gratificante sentirte fiel a tus doctrinas y ambiciones, que buscar un sitio donde todos te puedan admirar.

Para esta profesión hace falta fe y autoconocimiento, no arrogancia y necesidad de aplausos. El verdadero éxito está en hacer las cosas bien aunque toda obra humana sea perfectible. Mi modo de hacer es mi manera de sentir y de pensar. La popularidad es otra cosa.

¿Quién debe acceder a un micrófono en tu opinión?

Desde el día uno, me plantee que el oyente o televidente no se sintiera como tal, sino como un amigo, y así fluye todo sin demasiada formalidad. Tengo muy claro que lo estrictamente formal desconecta y aleja a quien nos sintoniza.

Buscando ese punto medio de naturalidad y coherencia en el discurso, se consigue alejar también a la monotonía. Algunos nos llaman “líderes de opinión”, pero yo prefiero sentirme como un anfitrión, no en la sala, sino en la cocina de mi casa.

Es cierto que la tecnología nos crea un entorno más inmediato si se quiere, además de constituir un apoyo para el desempeño profesional. Se pueden cotejar fuentes desde la web para generar un discurso comunicacional, e incluso, ayudarnos a moderar en aras de conectar con los públicos.

Pero no podemos subordinar las estéticas, las políticas editoriales, las técnicas de locución y nuestras opiniones a partir de tales herramientas. Todos los avances tecnológicos tienen que servir para glosar nuestro trabajo, no para coartarlo. Los locutores, primero tienen que dominar los aspectos lingüísticos y técnicos, y luego demostrar destreza y buen dominio de la tecnología. Al revés, sería muy peligroso en parámetros de calidad de la comunicación.

Tristemente, los mejores locutores están en sus casas esperando hacer lo que nadie mejor que ellos puede hacer, y los llamados “comunicadores” —actores, cantantes ocasionales, periodistas, profesores de hielo, cosmonautas del subsuelo, egiptólogos especializados en la salsa china, y expertos en la picadura infectada del carángano seductor— ocupan muchas veces espacios más atractivos, lacerando el idioma y pasando la escuela in situ con sus correspondientes lagunas, inseguridades y barbarismos.

 

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