El 24 de Octubre la televisión cumple 70 años. Aquí están tres   de  sus protagonistas

OSVALDO DOIMEADIOS

(Con Osvaldo Doimeadios el televidente ríe, llora o piensa, pero nunca se queda indiferente. De la dicharachera Margot al guajiro reyoyo Mongo Castillo, su camino en la actuación depara siempre sorpresas por su modo de encarnar un personaje) 

-¿Cómo es eso que a los cinco años dijiste que serías actor?

-Me considero un afortunado por haber descubierto desde una edad tan temprana mi vocación. No tenía antecedentes familiares. Es algo que podrá parecer misterioso pero así sucedió. Mi abuela se empeñaba en que fuera médico o abogado y yo le repostaba diciendo que si era actor podía ser todo eso y mucho más. Supongo que el hechizo que significaban la radio, luego la tv ( pues en mi barrio apenas habían dos aparatos) y descubrir la pantalla grande del cine fueron hechos que marcaron mi destino. También fui un niño muy enfermizo. Pasaba muchas horas de encierro que se llenaron con la lectura. Mi madre me enseñó a leer y a escribir antes de ir a la escuela y la lectura me alimentó un mundo de sueños y fabulaciones. Después me vinculé a la radio holguinera, ahí empezó la cosa…

-¿Te fue difícil entrar en el ISA? ¿Y ser diploma de oro? Háblame de esa época, de lo que le debes (o no)  a la Academia.

– El ISA fue un antes y un después. Me presenté a los exámenes en Santiago de Cuba y en Holguín nos enteramos de las pruebas un día antes. El director de mi unidad docente en la vocacional José Martí donde hice la secundaria y el pre, se negó a darme el pase para ir. Gracias a mi natural rebeldía y desobediencia pude llegar a tiempo, realmente eso de las pruebas siempre es estresante.

Al ISA entré en septiembre de 1982 y fue una de las etapas más hermosas que he vivido. Puedo decir que tuve los mejores profesores y las personas que junto a mis padres legaron los principios éticos que enrumbaron mi vida. El instituto además de ser mi academia fue un verdadero taller que sobrepasaba el espacio de las aulas y se extendía a la beca. Ana Viñas, mi maestra de actuación nos decía siempre: aprendan bien la academia para que luego puedan negarla. Esa ha sido mi premisa durante todos estos años…

-¿Qué pasó contigo a partir de Sabadazo?

-Sabadazo fue la ocasión  de amplificar lo que hacía  a un público mayor. Llegó en uno de los momentos más aciagos de nuestro país: el período especial. Fue la oportunidad de hacer un equipo, de descubrir otra manera de hacer, quizás más apegada al lado costumbrista pero que todavía hoy me regocija. Quedan en youtube y otras plataformas momentos del programa y me asombra que aún muchachos muy jóvenes, algunos ni siquiera habían nacido, lo disfruten como nosotros la primera vez. Fue un hito dentro de la tv y curiosamente hecho con muy pocos recursos.

-¿En qué época dirigiste el Centro promotor del humor? Se dice que el humor que se hace hoy en cabarets admite la vulgaridad que no era permitida veinte años atrás ¿es cierto?

-Inicialmente la creación de un centro que promoviera el humor fue de Virulo, al irse él a residir en México lo continuamos nosotros. Sucedió que era un lugar que reunía a algunos de los grupos y dos o tres solistas que por cuestiones de afinidad estética (casi todos veníamos de las universidades) hacíamos humor en esos años. La institución como tal no tenía personalidad jurídica, ni independencia económica.

Un híbrido del Centro de la Música Popular y la Empresa Provincial de cine en la que ambas se llevaban toda la recaudación pero en realidad ninguna nos asesoraba técnicamente ni defendía del fuego cruzado que caía sobre nosotros. Fueron momentos muy difíciles. Mal abordado por las instituciones que regulaban la vida cultural.

…tras tantas muestras de perseverancia y a la ayuda de Armando Hart en el MINCULT, Fernando Rojas desde la AHS y otros, se aprueba de manera experimental el Centro Promotor del Humor en 1994. Es desde ese año oficialmente, porque como te conté ya lo hacía desde 1989 y hasta el 2002 que dirigí el Centro. Desde su fundación sus presupuestos fueron defender y proyectar lo mejor del género en el país. Desgraciadamente han pasado muchas cosas, en el camino se suben al carro personas que no son las que son y muchos espacios se han deformado. Ha pasado no solo en el humor, desgraciadamente pasó en muchas zonas de la creación y la distribución del arte.

-Detente en La sombrilla amarilla y La colmena Tv ¿niños?

-Disfruto enormemente el trabajo para los niños. De hecho mis personajes de humor siempre han tenido buena recepción en los niños y eso es muy halagador. He intervenido en varios espacios para los niños: La hora de las brujas, La sombrilla amarilla, El camino de los juglares, Claro Clarita,  La ColmenaTV entre otros.

En todos los casos la cuestión es tratar a los niños como seres pensantes e inteligentes, sin indulgencias ni menosprecios. En el caso de La Colmena TV, exige un trabajo de una precisión absoluta porque es un programa de competencias, donde cada criterio que se emita debe estar muy sopesado. No se puede lacerar a nadie, mucho menos a los niños.

-Y vamos al dramatizado, Dime lo que significaron para ti, no por los premios, sino por la entrega: Santa Cecilia, Mongo en LBC, La otra guerra, El Dr en Ciencia de ConCiencia.

-Defiendo la idea del actor, de la exposición de todo nuestro instrumental más allá de un género u otro precisamente porque somos instrumentos de nosotros mismos y de nuestro cuerpo y voz pueden salir las más diversas melodías.

En esa dirección están Santa Cecilia y otros personajes que he interpretado bajo la batuta del maestro Carlos Díaz, en las cuales todas esas melodías que llevamos dentro se entretejen con mi biografía personal, por ahí anda también Mongo Castillo, con esos aderezos que llevamos de equipaje. Porque no somos de un solo color o de una manera y ya, como humanos tenemos matices, comportamientos, ritmos, estados de ánimo, contradicciones.

En fin, en materia de interpretación hace años tengo la corazonada de que todo lo que hacemos es música y de que la música lo es todo. Esos personajes han marcado momentos especiales de crecimiento en mi carrera y en mi vida personal. Hay cosas que van sedimentando con el tiempo. Me gusta todos los días reinventarme, así asumí el trabajo con Carlos Díaz, con Luberta, con Rudy  y con todos los directores que trabajo.

JORGE MARTÍNEZ

(El jovencito que junto a Isabel Santos  nos engatusó en Pasos hacia la montaña es el mismo conductor de programas musicales, o el Diego de   Los últimos días de La Habana, que pudo ser músico. Jorge Martinez, ese es el actor, que nos regaló un policía de carne y hueso en la telenovela Entrega y luego un  combatiente con Parkinson en Lucha contra bandidos) 

-Estudiaste música, violonchelo, y casi fuiste marino mercante  ¿Cómo llegaste a la actuación?

–Desde la Escuela de Música ya hacía incursiones como actor en pequeños montajes muy elementales y un amigo me dijo que había pruebas para entrar en la escuela de teatro, la Escuela Nacional de Arte (ENA). Fui y aprobé. Ya el violonchelo no me enamoraba y la

actuación fue una opción desesperada.

-¿Cómo fueron tus Pasos hacia la montaña? ¿Qué recuerdas de aquella obra inicial?

–Pasos hacia la montaña fue mi primera serie de televisión, y entré casi de casualidad. El actor que debía interpretar el personaje no  pudo estar y el director Juan Vilar pidió a la escuela un actor para

sustituir al anterior. Fui y aprobé el casting.

¿Por qué consideras que con Orden de ataque llegaste a los públicos?

–Fue una serie para el espacio Aventuras, hacía tres años que no actuaba porque estaba en el Servicio Militar y creo que, gracias a eso, la hice más consciente y disfruté más al público.

¿Te gusta la conducción?

–Siempre es un reto la conducción porque no puedes escudarte  en un personaje, eres tú mismo y trato de hacerlo lo más natural posible, asequible al público y pensando qué tipo de programa estoy haciendo. Creo que hay una gran diferencia entre ser conductor, animador o locutor, se parecen, pero no son lo mismo.

Cada vez que trabajas en Tras la huella dotas al personaje de credibilidad, sea un homosexual, un jefe delincuencial o un trabajador  cualquiera ¿Cómo lo logras?

–Me fijo mucho en las personas de la vida real, cada vez que tengo un personaje negativo le busco lo positivo y trato de dotarlo de humanidad.

-¿Qué fue para ti ser Diego en Últimos días en La Habana? ¿No temiste que te compararan con el Diego de Fresa y chocolate?

–Fue un regalo de la vida trabajar con Fernando Pérez y hacer un personaje alejado de lo que había hecho antes. El personaje se llamaba Diego, como homenaje a ese Diego de Fresa y chocolate. Fue un reto completamente distinto y estoy muy satisfecho con el resultado. Además, con esta película recorrí muchos países y fui invitado  a varios festivales.

¿Qué ha sido para ti la brigada artística “Gertrudis Gómez de Avellaneda”?

–Conocí muy de cerca la humanidad y sencillez de esas personas que perdieron todo en los huracanes Ike y Gustav, de hecho, fui yo quien propuso el nombre de la brigada. Fue una experiencia única.

¿Cuál es tu libro preferido y el que aún deseas leer?

–No tengo un libro preferido, pero sí soy un lector apasionado. Entre mis preferidos está El guardián del trigal, aunque quisiera tener más paciencia para leer a Lezama Lima.

Después de ver tantos policías rígidos, sin problemas en la televisión, llega tu personaje en Entrega ¿De dónde te nutriste? ¿Te dio el guion de Amílcar (Salatti) todos los elementos?

 

–Cuando Luberta (Alberto Luberta Martínez) me habló del personaje, mi única condición era que fuera un ser humano con sus virtudes y defectos, más allá de su profesión o jerarquía. De la parte  policiaca no me preocupé, Luberta y Loisys Inclán son expertos en

el tema, y cuando leí los guiones de Amílcar respiré aliviado, pues  me había dado todas las herramientas para lograrlo. Espero que el público piense lo mismo.

RAY CRUZ

(Ray Cruz, un joven actor que con su personaje del Maestro en Entrega asumió el reto de hacer un protagonista de un profesor de historia de Secundaria Básica.  Y lo logró, como consigue desenfado en la presentación del programa Pensando en 3D y cantando)

 

-¿Estaba la esfera artística en tu futuro desde niño?

–No, para nada, aunque mi mamá pertenecía a un grupo de pantomima  llamado Yagruma y, tal vez, viendo sus presentaciones de manera inconsciente, algo de eso influyó, pero conscientemente no pensé de niño en el mundo del arte.

-¿Qué llegó primero, la música o la actuación?

–La actuación. Me ha ido bien, pero con muchísimo esfuerzo. Empecé en la (compañía) Rita Montaner, bajo la dirección de Tony Díaz. Pasé, con el tiempo, por varios proyectos y así, poco a poco,  he trabajado en muchas obras teatrales y, en los últimos años, en la

compañía “Mefisto Teatro”, donde hago teatro musical.

¿Cómo te ha ido en la primera?

–Lo de la música era un gran hobby y un día lo asumí como algo más serio y profesional.

-¿Es fácil la conducción para ti de Pensando en 3D?

–Te voy a ser muy sincero sobre Pensando en 3D. Puedo decirte lo contrario, pero me es muy fácil la conducción de ese programa. Es por el equipo que tenemos, empezando por Yaremis, con la cual he

trabajado muchísimo y nos entendemos casi sin hablar, solo con mirarnos; además, el director, los asistentes y trabajadores del programa hacen que me sienta tan cómodo. Yo grabo Pensando en 3D los  lunes y, más que verlo como un trabajo, voy a pasar un rato con amigos, ponernos al día, reírnos y disfrutar. Nos divertimos muchísimo  y eso las personas lo agradecen todo el tiempo. Conclusión: sí se me hace fácil, es como si estuviese en la sala de mi casa, muy cómodo,

con gente querida y ya está.

¿Cómo llegas a Entrega?

–Ante todo, Luberta y yo somos grandes amigos desde que trabajamos en LCB La otra guerra, la primera temporada. Él me había comentado sobre la novela, pero no me había dicho nada de ningún personaje, porque no solo decidía él, también los codirectores Loisys Inclán y Osvaldo Doimeadiós. Un día, Luberta me llamó por teléfono para vernos, yo estaba en el teatro Bertolt Brecht ensayando, y allí nos vimos, nos tomamos un café y me habló de Manuel. Preguntó

si yo tenía disponibilidad para un personaje como ese. Yo conocía bastante de la historia de esta novela, ya que Yaremis me hablaba desde hacía algún tiempo con mucha pasión de ese personaje, al ser el guion de su esposo, Amílcar Salatti. Ella tenía conocimiento y en

ese punto todo se unió.

Luberta no me dijo nada en concreto, pero me hizo preguntas muy específicas para saber cómo estaba de tiempo y después él hablaría con los codirectores. Esa misma noche me llamó por teléfono y me dio la súper noticia de que si aceptaba, yo haría Manuel.

-¿Te vinculaste a maestros para beber de su experiencia?

–Fui a ver a varios profesores que tenían características parecidas  a Manuel. Lo que más me interesaba era ver las diferencias entre zonas de la capital. Visité escuelas de varios municipios muy diferentes y vi clases muy buenas y estudié comportamientos, ademanes  y muchísimas cosas de esos profesores que vi, desde la manera de poner Historia de Cuba en la pizarra, hasta el desenfado o la pasión con que intentaban educar a los niños.

¿Cómo es la reacción en la calle?

…te voy a contar es la que más me ha sorprendido.

Estaba caminando por La Habana Vieja y un bicitaxista,

un hombre de barrio, de la calle, me llamó y con mucho respeto me dijo: “Ni dejes de dar clases, haz lo que te gusta, tú tienes esa posibilidad, aprovéchala. Yo no hago lo que me gusta, pero tengo que mantener a mi familia. Haz lo que te gusta por ti y por mí”. Yo me

quedé loco, eso creo que es más que suficiente para saber cómo está el público en la calle.

-¿Tienes algún gen de maestro?

–Lo de maestro sí lo llevo, tras graduarme como Instructor de Arte tuve que dar clases en una primaria, cinco años de servicio social y, mira si me gustó, que estuve ocho  por voluntad propia. Así que todo encaja

al final. Esta era una novela que yo no busqué, vino sola, tenía tantos  puntos en común conmigo, directa o indirectamente, que ha sido una bendición. Yo, que creo que todo sucede por algo, pienso que el universo conspiró para que Manuel apareciera en este momento de mi vida.

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