La actriz Clarita García. Foto: Maikel Herrera

Nunca ha estado en un aula impartiendo clases. Le tiene «un temor horrible» a esa experiencia. Le han propuesto integrar el claustro de la ENA y del ISA, pero siempre pide perdón por negarse. «La verdad es que no me atrevo. Me he preguntado de qué manera los profesores lo hacen. Los admiro mucho. ¡Es una responsabilidad tan grande pararte frente a los alumnos a enseñarles! ¡Tienes que estar tan preparada y saber tanto! Pero mira, la vida cómo es: me ha tocado interpretar a Amalia, meterme en la piel de una profesora. ¡Es increíble!».

La actriz Clarita García –a la que vemos cada domingo moldeando el calendario de sus estudiantes y de todo un país que se paraliza frente a la pequeña pantalla– logró construir una maestra con histrionismo y pedagogía. De esas que exige esta época, a sabiendas de que «el maestro se convierte en un familiar muy cercano».

«A veces pasamos más tiempo en la escuela que en la casa, y estamos más cerca de ellos que de nuestras familias, ya que el proceso de aprendizaje es largo. Es imprescindible que se den cuenta de la labor que realizan. Y hablo de sensibilidad, de no rendirse, de motivarse cada día, de que ir al aula sea una misión, algo espiritual, y que los alumnos te vean como ese amigo que los va a amparar. Que no sea dar las clases y punto. Lo digo desde lo que estoy viviendo con Amalia. He sido alumna, y el maestro es alguien que admiras, que quieres que esté ahí para darte un consejo, para guiarte. He tenido profesores que me han motivado a buscar un libro, a aprender más, a querer ser mejor. Eso es lo que debe lograr un maestro».

Precisamente, para construir a una educadora que siguiera ese modelo, Clarita García encontró consejo en quien le impartiese la asignatura de Estudios cubanos, Osvaldo Hernández. «Me dijo que hiciera del aula un escenario, que encontrara el camino para enamorar a los estudiantes, para seducirlos de una manera única y especial.

«También pensé en una maestra que tuve en noveno grado, Dania Echenique, una mujer con pasión por la pedagogía y los libros, muy ocurrente, siempre queriendo hacer obras de teatro, donde me incluía. Ella es una Amalia».

Al recuerdo de alguien más que influyó en su educación recurrió la actriz. Volvió a tercer grado para traer a María Elena Friol, con quien, todos los que recibieron sus clases, aún tienen una relación especial. «Es de las que se apasionan por sus alumnos, por guiarlos, por hacer que estén bien».

Otra persona que impartió clases estuvo presente en ese proceso creativo. Clarita García luce en la teleserie un camafeo que antes fue de su abuela. «Yo no la conocí, pero en la casa se habla todo el tiempo de ella. Fue una mujer muy querida en mi pueblo, Bauta. Fue una maestra. Usó el camafeo y yo lo quería como inspiración, como homenaje y, más que como talismán, para llevar su recuerdo».

Los profesores que le sirvieron de referente aman su profesión, «les va la vida en ello. Uno como alumno se siente motivado, inspirado, con deseos de ir todos los días a sus clases, tenerlos cerca, querer que te amparen, que te cuiden».

Ese personaje –sensitivo, aleccionador, que se apropia de los problemas de sus discípulos– tuvo detrás de su construcción a una directora que le marcó el camino, con la conciencia de que formar profesionales es una tarea que debe ir a la par de formar a los individuos. «Magda (González Grau) es la gran Amalia, y tenerla al lado es nunca perderte, porque de solo mirarla ya sabía las reacciones que podía tener Amalia. Además de que te está guiando constantemente».

El vínculo de Clarita García con sus profesores está reflejado en Calendario, donde vemos la relación que tiene con Marta (Mayra Mazorra), quien, tras encaminarla y evitar que fuese llevada a una escuela de conducta, se convierte más tarde en su amiga.

La protagonista de la serie es –podríamos decir– un pedacito de cada maestro que tocó el alma de la actriz que la encarnó. Por eso ha calado profundo en los televidentes, en medio de una sociedad que demanda, al menos, una Amalia que revolucione cada escuela.

Desde el primer capítulo de este dramatizado hemos escuchado diversos poemas, muchas veces en la voz de la figura principal. Para lograr ese acercamiento, la actriz tuvo en su mesita de noche, durante largo tiempo, una biografía de Dulce María Loynaz. También revisitó la poesía de Nicolás Guillén y el filme de Fernando Pérez, Hello Hemingway.

Creó la biografía de su personaje tras «leer todos los guiones e ir encontrándome en Amalia a partir de mí, porque viene de un pasado duro que es lo que la hace diferente a Clarita: esa vergüenza, ese desamparo, esa soledad que anda siempre con ella».

Participar en esta primera temporada implicó varios retos. El principal fue el tiempo que pasó sin ver a su familia. «El público no se imagina cuánto me cuesta dejar a mis padres y a mi niño, pero es parte del sacrificio, y doy gracias a la vida por tener trabajo y porque mi madre pueda ayudarme tanto».

No obstante, las satisfacciones han sido numerosas: «ser dirigida por Magda, estar rodeada por un equipo maravilloso, tan lleno de entrega, de pasión, de valentía y de actores que tienen unos corazones de oro, unos seres con una sensibilidad tan grande que los querré toda la vida. Y ver cómo los ojos de los cubanos se llenan de luz y de alegría cuando me felicitan por Calendario, esa es la mayor satisfacción».

Para Clarita García, lo que ha sucedido con la serie ha sido impactante. «Creo que Amalia se va a quedar en la vida de muchos».

La magnitud de su interpretación la conoció realmente durante una visita a Cienfuegos. «Hablamos de cómo el personaje puede ayudar a los profesores hoy día a querer ser mejores. Muchos jóvenes decían: “Estamos empezando la carrera, pero nos motiva pensar en Amalia”. “Estamos viendo cómo cambiamos la forma de dar clases, de acercarnos a los alumnos”. Creo que es una alegría inmensa, porque ese es el objetivo, que tocara los corazones, que hiciera reflexionar y que todo se transforme para bien, que los maestros se sientan motivados a seguir enseñando, no solo lo que toca, sino tratando de que sus estudiantes sean mejores seres humanos, que sientan los deseos de aprender».

TOMADO DE GRANMA

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