Desde El rostro de los días se refuerzan sistemas de valores éticos y estéticos que debemos rescatar en los tiempos que corren

En las narraciones se inscriben las angustias, las certezas, las alegrías, los valores, los puntos de vista, los modelos dominantes, la ideología y los miedos cristalizados. Con el estudio de los nuevos sujetos sociales, desde la Sociología, se complejizan las obras de ficción al introducirse en ellas temas más profundos como la racialidad, la mirada de género y el respeto a la orientación sexual.

Esos tres aspectos están presentes en la telenovela cubana El rostro de los días que, con dirección general de Nohemí Cartaya y codirección de Rafael “Felo” Ruiz, sale al aire los lunes, miércoles y viernes por Cubavisión. Acerca del envejecimiento poblacional, el bajo índice de natalidad en la Mayor de las Antillas, la maternidad y la paternidad responsables investigó, antes de redactar un argumento, Ángel Luis Martínez Rodríguez, quien luego escribió el guion, a cuatro manos, con Sergei Svoboda.

Gran parte de la historia se desarrolla en un hogar materno, donde son ingresadas gestantes con factores de riesgo: mujeres que desconocen cuál es la alimentación más adecuada durante el embarazo, futuras madres añosas o adolescentes encintas. Sin embargo, en ese discurrir de la diégesis, relato o fábula –donde el semiólogo francés Claude Bremond (1929) definió el llamado ciclo narrativo (estado de insatisfacción, deterioro, estado de satisfacción)– se van entretejiendo otros conflictos latentes en la estructura profunda: el machismo, la homofobia y las desigualdades raciales.

Como apuntaba el filósofo, historiador, sociólogo, economista, escritor y pensador alemán Karl Marx (1818-1883), es preciso conocer las causas para cambiar sus efectos. Uno de los principales desvelos de los líderes de la Revolución Cubana fue lograr la total inclusión de todos los ciudadanos sin hacer distinción entre clases sociales ni color de la piel. Al respecto ha manifestado el periodista Pedro de la Hoz que, con el triunfo de enero de 1959, se propinó un golpe demoledor al racismo estructural pero, en opinión del también presidente de la Comisión Aponte de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, “no desapareció la discriminación racial” y el fenómeno siguió en la mente de las personas, en su subjetividad.

Es que los cambios en la superestructura –en el campo de lo social, la cultura, la educación, el arte y la religión– se producen de manera más lenta que en el ámbito de la base –conjunto de relaciones de producción en correspondencia con un estadio determinado de las fuerzas productivas–. Por eso, señalaba el filósofo, teórico, político y periodista italiano Antonio Gramsci (1891-1937) que la lucha hay que darla en la superestructura.

Por motivos de raza y género en épocas pasadas, quienes habitaban en un solar, herencia del mundo de los antiguos esclavos, estaban en mucha mayor desventaja a la hora de acceder a la educación superior y a una morada decorosa. Entre las acciones puestas en práctica por el gobierno revolucionario para paliar esa situación sufrida otrora por las clases subalternas, se encuentra el Programa nacional contra el racismo y la discriminación racial, aprobado recientemente por el Consejo de Ministros junto con la Comisión Gubernamental.

Tanto la familia como la escuela, en su condición de aparatos ideológicos, pueden contribuir a moldear la mentalidad de las personas, pero no se debe negar el papel movilizador de los medios de comunicación para visibilizar injusticias naturalizadas que durante siglos marcaron el imaginario de la nación. En ese sentido, problemáticas que tienen como génesis la probreza y exclusión social merecen mayor atención desde el audiovisual cubano, sin perder de vista cómo se cuenta el relato, el discurso, la intriga y la trama.

Racialidad en la telenovela El rostro de los días

Los actores Tamara Castellanos y Roberto Salomón (Grisel y Jorge) son los protagonistas de una familia en desventaja social, que enarbola la dignidad como bandera. Se trata de un matrimonio de maestros, padres de dos adolescentes que estudian en la secundaria básica. Residen en una casa vieja, desean arreglarla y celebrarle una fiesta de 15 a su hija Sheila, pero no tienen recursos para enfrentar esos gastos porque son profesionales honestos y el salario no les alcanza para más. En un choque de intereses padre-hijo, el jovencito Marcos intenta contribuir a la economía familiar “montando” un negocio ilegal, al adquirir un compresor para proveer aire a neumáticos de bicicletas y motos. Pero se pone tan fatal que alguien lo denuncia; el padre, para colmo de males, debe pagar una multa porque, debido a la iniciativa del hijo, lo acusan de ejercer el trabajo por cuenta propia sin licencia.

La trama se desarrolla en la época contemporánea, en el espacio cerrado del hogar. La suerte, que no se puede controlar, les juega constantemente malas pasadas: la madre, una mujer añosa, se entera de que tiene un embarazo de riesgo y debe ser ingresada en el hogar materno. Justo en medio de todos esos avatares, el techo de la vivienda se desmorona. La maldita circunstancia golpea al matrimonio, una y otra vez. No obstante, reciben ayuda de Reina (Mirtha Lidia Pedro), hermana de Grisel que labora en un agromercado, y de un amigo de los adolescentes a quien sus padres envían remesas del extranjero.

En una lectura más profunda encontramos que la única familia negra de la telenovela es la que vive en condiciones más precarias entre casi la totalidad de los personajes, por demás, dueños de hogares confortables, bellos y dignos como merecen todos los seres humanos y, en especial, aquellos que son útiles a la sociedad.

La casa de Grisel y Jorge constituye una metáfora de la adversidad y la enajenación a las cuales se opone la decencia de los profesores, mientras la relación entre ellos deviene metáfora del amor filial. Junto a sus hijos enfrentan, todos unidos, los problemas que les pone por delante la vida. Ahora comienzan a buscar alternativas honestas, dentro del mundo de los emprendimientos no estatales, sin desviarse del bien y el camino correcto.

Desde la narración de este producto audiovisual se transmite un mensaje esperanzador y se refuerzan sistemas de valores éticos y estéticos que no podemos olvidar en los tiempos que corren.

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