Al respecto ofrece sus valoraciones el experimentado director Felo Ruiz

Cuando no había llegado aun la televisión a nuestro país, ya la población disfrutaba las radionovelas. Muchos de los que hoy día peinamos canas recordamos las renombradas El collar de perlas y El derecho de nacer, de la autoría del escritor Félix B. Caignet que transmitió la CMQ en la pasada década del 40 del siglo pasado.

Con la aparición del medio televisivo no se desechó la novela radial, sino que la nueva tecnología permitió conocer el rostro de los protagonistas, actores y actrices, dejando atrás a nuestra imaginación. La primera telenovela en la televisión fue Historia de tres hermanas, que salía al aire los domingos en la noche por CMQ Televisión. La historiadora e investigadora Josefa Bracero, en su libro Televisión ángel o demonio, apuntó: Con el tiempo, quedó atrás el lenguaje radial para que la novela respondiera cada vez más a la forma de decir de la televisión; estos primeros esfuerzos sentaron las bases de un espectáculo que se apoderó del gusto del cubano”.

La novela de nuestros días

Recién culminó la puesta en pantalla de la telenovela El rostro de los días, de la autoría de Ángel Luis Martínez y Serguei Svoboda. La dirección general estuvo a cargo de dos grandes directores de nuestros medios: Nohemí Cartaya y Felo Ruiz. A este último, ya con una gran experiencia acumulada en la realización de dramatizados televisivos, lo convidamos a valorar y contar cuanto ha hecho en estos años vinculado a la producción de telenovelas.

En primer lugar, advierte Felo Ruiz: “En la televisión (TV) los géneros dramáticos quizás no sean los más difíciles de hacer, pero sin lugar a dudas son los más embarazosos de realizar y dentro de estos se encuentra la telenovela. Los realizadores de TV o de cualquier otro medio que no hayan tenido esa experiencia desconocen las características del género.

“Los tiempos de realización de una telenovela, como producto propio de la televisión, se insertan en una escala económica difícil de mover en sentido vertical. Todas las casas productoras que en el mundo ejecutan este género televisivo se ubican dentro de presupuestos económicos específicos, agraciadas solo las que gozan de alta comercialización internacional estable.

El proyecto de realización, a partir del guion ya confeccionado, puede superar los 14 o 16 meses de trabajo (a veces más), lo que representa un tiempo prolongado que exige, por eso mismo, una dinámica muy ágil de producción, que conlleva también un extraordinario esfuerzo físico y mental de los realizadores. Paradójicamente, este tiempo prolongado resulta también bastante comprimido y rígido.

“Si se desmonta el tiempo total para analizar las tres etapas fundamentales de su producción, se obtiene el siguiente resultado: El tiempo asignado a la pregrabación (4 a 5 meses aproximadamente) es muy apretado teniendo en cuenta el trabajo que se debe desplegar para garantizar el rodaje de una considerable cantidad de capítulos (de 60 a más de 80) que conforman la media de una telenovela. El tiempo de rodaje, el más complejo y determinante, y por ende el más traumático, es también muy ajustado por la cantidad de minutos que se deben grabar en cada jornada diaria de 12 horas de trabajo.

“Los tiempos asignados a la posproducción pueden ser insuficientes por las nuevas formas que la tecnología propicia en el rodaje, pero (y es importante esto) estas nuevas formas tecnológicas hacen posible, como contraposición a lo anterior, un dinamismo mayor que permita la capacidad de comenzar el montaje o edición y sus valores agregados (sincronización de sonido, etc.) dentro de esa misma etapa de rodaje.

“Si por parte de los especialistas encargados del tema económico se hiciera un análisis del fondo de tiempo y de la incorporación de los ejecutantes imprescindibles para realizar las alternativas mencionadas en el párrafo anterior, seguramente se encontrarían ventajas en ese sentido. Para este análisis hay que dejar atrás, sin temores y predisposiciones, aspectos de las tradicionales maneras de realización. El ahorro económico estaría ubicado en la reducción del tiempo que implica disminución del consumo energético, depreciación de equipos, disponibilidad de medios y personal para un siguiente proyecto y otros factores que quizás puedan aparecer en ese análisis, aun los más invisibles.

“Volviendo a la complejidad de la realización de la telenovela, es importante que los profesionales que decidan abordar este género estén convencidos que los tiempos de realización son imposibles de aumentar y que las dificultades implícitas no deben ni pueden ser motivos para que la factura del producto final sea deficiente. Es importante que, por principio, la responsabilidad, el rigor, la profesionalidad, la voluntad, el oficio, la disciplina y la dedicación del equipo de dirección de una telenovela aumenten y mantengan todo el tiempo sus niveles de entusiasmo y exigencia con todo el personal que lo integra.

“La telenovela es un género que no permite experimentos que la desvíen de sus estructuras dramáticas fundamentales porque entonces dejaría de serlo. Sin embargo, es posible inyectarle variantes de creación que, sin abandonar sus ingredientes propios, la enriquezcan. En este sentido, la continua preparación y estudio de los realizadores cobra una importancia clave teniendo en cuenta que en nuestros días la telenovela se abre a la introducción de otros géneros y esa mezcla complejiza su realización”.

Los desafíos de la telenovela cubana

Asegura Felo Ruiz que es necesario un esfuerzo para que quede muy bien realizada y además sea aceptada por todos la telenovela cubana, “la nuestra, que es blanco constante de señalamientos negativos (y positivos también), por una cada vez más amplia audiencia de diferentes sectores poblacionales en nuestro país, lo que resulta muy bueno”.

Acota el realizador y director de fotografía que la crítica profesional, también llamada especializada, “no ha sido efectiva con relación a la telenovela cubana. Por parte de muchos realizadores no existe confianza y credibilidad en los aspectos a los que casi siempre se refieren esas críticas, porque se detienen demasiado en envolturas formales y superficiales, no teniendo en cuenta casi nunca que se trata de un género de ficción, y dejan de ver, salvo en contadas ocasiones, cuestiones de contenido que sí merecerían algún señalamiento o comentario. Generalmente amplifican lo malo y silencian lo bueno.

“La forma en que generalmente y con escasas y respetables excepciones señalan lo que consideran negativo, lo hacen con una marcada intención de crear estados de opinión pública, y en muchos casos aplican lo que el Papa Francisco catalogó como la «Filosofía del insulto». La telenovela nuestra necesita una crítica profesional sin oportunismos, lógica, creíble, argumentada y sin un lenguaje rebuscado que generalmente confunde, utilizando retóricas forzadas, tratando de demostrar a toda costa conocimientos.

“Aun y cuando muchas (no todas) de esas críticas abiertas, públicas e impunes no sean justas, la respuesta de los realizadores no puede ser la justificación porque eso sería absurdo. La respuesta está en elevar más los niveles de nuestras telenovelas, sus formas y sus contenidos para satisfacer a los espectadores, de los cuales sí hay que atender sus observaciones y tener en cuenta sus críticas.

“Hay que hacer un mayor énfasis en la selección de las historias, en la confección del guion, en la construcción de los diálogos, en un trabajo efectivo de la narrativa dramática, en la ejecución de un casting sin compromisos, donde sean los personajes quienes indiquen la acertada selección de la actriz o el actor que lo interprete. En Cuba tenemos la dicha de contar con excelentes artistas, desde los más consagrados hasta los salidos de las últimas promociones de las escuelas y eso da la posibilidad de seleccionar con rigor.

“En la etapa de la pregrabación, aun cuando el tiempo sea corto, el equipo de dirección debe ser más proactivo, intensificando el trabajo con los actores, profundizando en los contenidos, siendo bien atinado en la caracterización de cada personaje, llevando la creación a ocupar un lugar importante, indicar y discutir los puntos de vista y evitar las interpretaciones donde impere un improvisado «a mí me gustaría más así», que conlleve a errores posteriores insalvables.

“Teniendo la capacidad para escuchar todas las sugerencias y al mismo tiempo una visión muy clara de los propósitos buscados, el director es quien debe tener la última palabra, de ahí su gran responsabilidad, por lo que debe recibir todo el apoyo profesional por parte de su equipo y también de sus superiores. La dedicación y el aprovechamiento del tiempo disponible se traducirá en un salto cualitativo del resultado final, que obligará que la crítica especializada también eleve su capacidad de análisis, siendo más lógica, objetiva, argumentada, respetuosa y profesional, para que de esa manera logre ser útil”.

Por otra parte, el entrevistado valoró la calidad de los contenidos: “Una buena empaquetadura no tiene sentido si los contenidos son flojos. El punto de partida se debe centrar en los desenlaces que darán claridad al tratamiento del género mismo y en su posible mezcla con otros géneros. Nuestras telenovelas cubanas en determinadas etapas aplicaron formas narrativas y corrientes estéticas que pudieron ser o no importantes o interesantes, ese no es el centro de este análisis.

“Lo que sí resulta conveniente es tener claro la utilización de criterios y estilos artísticos acordes con nuestros tiempos, que resulten mucho más eficaces para establecer la comunicación con los espectadores, porque la autonomía del arte hace que este no sea una copia de la realidad sino su recreación, y precisamente utilizando esta recreación podemos tratar dentro del género las historias con elegancia, sin chapucerías ni vulgaridades, alejándonos de la caricatura y el mal gusto, haciéndolas atractivas, sensibles y perceptibles.

“Los matices de la anécdota no se deben estrechar y, con toda confianza en las potencialidades del pensamiento que existen y han sido demostradas, se deben estimular positivamente la imaginación, la espiritualidad y los sentimientos que no dependen de aspectos materiales.

De lo que se trata es de hacer cada día mejor la telenovela cubana, la nuestra, que equivale a defenderla, sin compararla con las foráneas, narrando historias que contribuyan a esparcir lecciones que eduquen, donde los personajes no provoquen lástima o ira en el espectador, sino reflexión, elevando los valores humanos, los sentimientos de amistad, las responsabilidades familiares, la igualdad social en todas sus manifestaciones, abogando por la decencia, por la buena educación, sin dejar a un lado el imaginario popular y el criollismo, identificándose con nuestros principios, apostando por el mejoramiento humano, narrando historias que sin consignas dejen moralejas efectivas sobre todo en los más jóvenes.

“Muchos críticos de las telenovelas, profesionales o no, reiteradamente señalan que en las nuestras se exacerba el machismo, la violencia, la corrupción, la doble moral, la mentira, la depredación de la familia, etc. y que esto se contraviene con nuestra sociedad. Ninguno de esos comportamientos sociales señalados son simples figuras abstractas en el momento de escenificarlos, no se trata de literatura, sino de un audiovisual, y es imposible condenar esos comportamientos si no se muestran en carne y hueso, por lo que el cambio que pueda sufrir un personaje o una situación para bien tiene que transitar por un periodo de tiempo en la historia haciendo que la transición o el castigo sean apreciables y dejen una enseñanza, una lección y consejos efectivos”.

Cuestiones económicas y más

Para finalizar sus declaraciones exclusivas para esta publicación, Felo Ruiz destacó que el presupuesto económico asignado a la realización de las telenovelas forma parte del esfuerzo del Estado cubano “que se reconoce, se respeta y se traduce en la voluntad y la intención de los profesionales que las producen por hacerlo bien y que tienen muy clara la responsabilidad de hacer que nuestras telenovelas no sigan esquemas manidos, que no sean ni edulcoradas, ni color rosa y que no se conviertan en espectáculos de lentejuelas (con el respeto por estas) ni en exhibiciones faranduleras.

“Quienes por lo general integran los equipos de producción y realización de nuestras telenovelas también son cubanos que aspiran, luchan y ayudan a construir un país mejor, que sufren cuando el resultado de sus trabajos no complace a los espectadores y aprecian muchísimo los fondos económicos que el Estado cubano pone en sus manos. Precisamente por eso está dentro de los propósitos que se defienden la crítica a todo lo que internamente atente contra nuestros valores. Nadie se debe confundir en ese sentido.

“La telenovela se presenta en capítulos, por lo que no se puede evaluar de una manera parcial. Si se desconoce el destino que corren cada uno de los personajes durante su trayectoria es imposible opinar sin saberlo. La telenovela es un espacio televisivo que se transmite en lo fundamental, salvo alguna excepción, en los horarios denominados «estelares», y no está diseñado para espectadores menores de edad. Esa es una condición ineludible. La responsabilidad de evitar que los niños vean novelas corresponde a las familias.

“Existen muchos prejuicios, suspicacias y resquemores con este género. Sin embargo, puede ser tan o más efectivo que cualquier campaña de divulgación social. Haciéndolo con inteligencia, dedicación, profesionalidad y voluntad, sin romper dentro de nuestras ideas y principios y con las mejores buenas intenciones y sin aumentar los presupuestos económicos habituales, se puede ayudar también en el propósito de elevar la cultura de nuestro pueblo. Cuba lo necesita”.

Como excelente colofón de sus valoraciones sobre la telenovela cubana, Felo Ruiz remarca que “sería interesante, importante y útil la interpretación y apoyo de quienes tienen, a cualquier nivel e instancia, responsabilidades directas o indirectas, permanentes o temporales, con estas producciones”.

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