Ayer fue un día largo y triste, de esos en los que nos aferramos a la idea de que solo vivimos un mal sueño, del cual quisiéramos pronto despertar: dijimos adiós a nuestro Enrique Molina, nombre que resplandece cuando se habla de actuación en Cuba

Contar su paso por las artes escénicas es como narrar una leyenda sin precedentes. Molina se inmortalizó interpretando personajes icónicos que marcaron a más de una generación y que pautaron el camino a seguir por los jóvenes actores y directores que se han acercado de alguna manera a su impresionante obra.

Confieso que me senté varias veces a escribir sobre la genialidad de este grandísimo actor y ser humano, y el vacío imposible de llenar que nos dejó. No pude, preferí que fueran sus propios colegas y amigos los que describieran, a través de sus vivencias, el significado que para ellos tiene el haber conocido de cerca y trabajar junto a ese gran maestro de generaciones que fue Enrique Molina.

Sin más preámbulos, acá les dejo sus testimonios: 

Fernando Hechavarría:

“Mucho más que el actor icónico que todos conocemos, que el artista de ética intachable, que el maestro incalculable que desborda cada aparición conjunta en escena, Molina es el amigo entrañable, el padre profesional, el faro a seguir; y lo digo en presente, porque nunca me abandonará. Siempre estará la huella indeleble de su obra mayor, el coloso incondicional para quienes tenemos el privilegio de amarlo y ser amados por él. Aquí está mi corazón, lo tiendo eternamente para que no muera nunca”.

Blanca Rosa Blanco:

Enrique Molina y Blanca Rosa Blanco en la telenovela La cara oculta de la Luna (Foto: Tomada de Internet).

“Molina siempre fue igual de desafiante, justo, cómplice… Nuestro trabajo en La cara oculta de la Luna duró meses y no hizo más que afianzar nuestra amistad, que ya venía caminando. No tenía medias tintas, Molina llamaba al pan pan y al vino vino. Era espontáneo, con una disciplina de libro; trabajaba para la escena sin límites. Hizo la carrera que quiso y así terminó: como una escena tan tremenda y bajo el telón, aplausos. Lo vamos a extrañar”.

Enrique Bueno:

Enrique Bueno junto al gran Enrique Molina, maestro de generaciones (Foto: Tomada de Internet).

“Nuestra amistad comenzó en la telenovela La cara oculta de la Luna, donde me brindó sus consejos profesionales y amistad. A partir de ahí conocí a su familia y él a la mía, en varias ocasiones nos visitamos y compartimos en familia.

“Molina me brindó consejos profesionales muy valiosos, que a su vez actores y amigos muy preciados para él le dieron cuando comenzaba. Una vez me dijo: «Enriquito, cuando tengas propuestas de varios guiones nunca elijas al protagónico, siempre elije al que mata al protagonista o el que lo salva, a ese jamás el público lo olvida». Este consejo se lo había dado hace muchos años atrás Reynaldo Miravalles, gran amigo y actor muy admirado por él.

“Recuerdo cada escena que hiciera con Enrique, como se dice en buen cubano “había que ponerse los pantalones bien puestos”. Su organicidad era aplastante. Nunca hizo uso de su magistralidad, no hablaba mucho de lo que había hecho o sus logros, sí de sus amigos, de la familia, del traguito que nos debíamos y de proyectos futuros o sueños frustrados; como la serie de José Martí que nunca se hizo debido al comienzo del período especial y el recorte de presupuesto.

“Nunca se llevó muy bien con las redes sociales, así que cuando viajaban si quería comunicarme con él lo hacía por mediación de Elsita, su esposa, alguien a quien todos quisimos mucho, tanto como a Molina”.

Miriam Socarrás:

“Tuve la dicha de trabajar junto a él en la telenovela La otra esquina, donde fue mi pareja. Realmente éramos desconocidos y fueron escenas de amor. El primer día de grabación, en la ficción era nuestra primera salida juntos, por ende, mi timidez se ajustaba al personaje. Nos teníamos que sentar en el muro del malecón, pero entró un norte y nos hicieron una réplica del muro, digamos que cercano al contén, él fue muy gentil y amable en todo momento; pero ya cuando habíamos entrado en confianza, era muy divertido

“En una escena de besos yo estaba realmente muy apenada, nunca antes lo había hecho ni en cine, y él me decía: «Recuerda que esta escena es importante para ti», me daba toda la confianza que necesitaba. Estaba siempre muy pendiente de ayudar a su compañera de trabajo. Al final, descubrí que era muy chistoso y siempre tenía algún cuento pícaro. Es y será siempre un actor imposible de olvidar”.

Belissa Cruz:

Enrique Molina y Belissa Cruz en la telenovela Latidos Compartidos (Foto: Tomada de Internet).

“Siempre lo admiré, para cualquier actor poder compartir escena con Enrique Molina era un sueño. Cuando llegó la telenovela Latidos Compartidos y supe que trabajaría con él, me volví como loca; esa oportunidad no se me podía escapar. Molina era una escuela, un actor tan orgánico, dúctil y, sobre todo, un ser humano increíble. Tengo muchas experiencias lindas con él fuera de cámaras, era como se dice en buen cubano: un gozador”.

Carlos Solar:

Enrique Molina y Carlos Solar en el filme cubano Contigo pan y cebolla (Foto: Tomada de Internet).

“Para mí, Molina es uno de esos artistas inmortales. Su obra es extensa y personas de varias generaciones disfrutamos verlo en el cine y la televisión defendiendo con una veracidad de gigante cada personaje que interpretaba. Eso hace imposible no recordarlo como el gran actor que será siempre.

“La experiencia de trabajar con él en la película Contigo Pan y Cebolla fue de aprendizaje total. Ya de ese elenco también despedimos a Alina Rodríguez y Alicia Bustamante, es muy triste, por eso me quedo con los momentos bonitos que me permitió la vida disfrutar junto a ellos.

“Con Enrique y Alina tengo una anécdota muy simpática y de aprendizaje total. Un día en el ICAIC nos encontrábamos preparándonos para comenzar la película y estaban haciendo pruebas de maquillaje y peluquería. Enrique y Alina estaban ya pasando escenas, yo pasé frente a ellos en un momento y me dice Enrique: «Anselmito -que era el nombre de mi personaje-, ¿con qué dinero tú fuiste al cine?», y le respondo: «viejo, un amigo mío me prestó un peso». Luego me siguió la escena hasta que yo no recordé más el texto y le dije: «Enrique me cogió movido, hoy no teníamos planificado pasar texto», y recuerdo como si fuera hoy que me dijo con esa voz particular e inconfundible: «Estudia». Fue una lección de profesionalismo, ya él y Alina se paseaban el texto”.

Damián Alonso:

Damián Alonso tuvo la oportunidad de trabajar con Molina en la telenovela, En fin, el mar (Foto: Tomada de Internet)

“Hablar de Molina es muy fácil: gran hombre y artista, de los más grandes actores de todos los tiempos, referente indiscutible cuando se hable de actuación.

“Siempre tuvo mi admiración, y cuando me llegó la oportunidad de trabajar y coincidir con él en la televisión fue un privilegio, una bendición y un honor. Aprender de su talento, admirar su seguridad en cada escena, su bomba, su sentimiento, su verdad, su emoción, su temperamento y su entrega, fueron como asignaturas para mí en la escuela de nuestra profesión y de la vida.

“Luego de encontrarnos y compartir cada semana, nos hicimos más cercanos. Recuerdo cuando con orgullo me puso en la reproductora de su carro el disco de su hijo Pavel Molina y la songomanía, y luego me lo prestó para que lo copiara. Fuera de escena era un jodedor, siempre con un chiste o una frase muy particular de él -algunas no se pueden repetir-, siempre pensando en trabajar más y más.

“Su partida física nos llena de dolor, pero nos queda la satisfacción de que se fue lleno de gloria. Siempre recordaré cuando hacíamos una escena y yo le preguntaba: «¿Qué tal viejuco?», y él me decía: «¡Bien chama!». Así lo recordaré siempre”.

Cada uno de estos testimonios reafirman que nuestro eterno Silvestre Cañizo es de los imprescindibles, de esos que son imposible olvidar. Afirman que su carácter era alegre, jovial, seguro, que inspiraba confianza. Todo ello es seguramente cierto, pero no sería suficiente si a Enrique Molina no lo hubiera acompañado, como sello de su profesionalidad, el afán de superación y de ser un artista cualitativamente superior en cada entrega; algo que podemos constatar cuando las cámaras nos lo devuelven, como corresponde a quien está vivo en la memoria de la televisión y el cine cubanos, en nuestra memoria…

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