Bajo la máxima ya conocida—la cual respeto y mucho—de no gustarle vender las distintas propuestas al televidente antes de que la vean, porque al final estos son quienes deciden, Amílcar Salatti fue el creador de la idea original de la serie “Promesas”, un nuevo dramatizado que torna la mirada una vez más al ser humano y su entorno.

Regresa a la pequeña pantalla este creador que ha demostrado saber hurgar, sin excesos, entre los más controvertidos estados emocionales y psicológicos de los individuos. Y en esta oportunidad no lo hace solo, sino que un equipo de guionistas complementa esa visión inicial que es, además, dirigida por profesionales lideradas por la maestra Mirta González.

Existen en la propuesta audiovisual diversidad de discursos narrativos y enfoques visuales que encontraron una columna vertical que los sostuvieran desde la coherencia y, sobre todo, desde la veracidad de historias de vida; con la suficiente carga de universalidad para hacer detener la mirada ante cajas de pandoras que se abren o corazones que no dejan de latir en favor de la fidelidad.

Y como cuando se trata de seres humanos, nada es ajeno, así lo asegura Salatti, quien dijo que la serie narra historias independientes, en las cuales siempre ocurre una promesa. Por tanto, hay géneros y temáticas diversos. En ese sentido, trabajar con otros guionistas, como experiencia, siempre es ganancia.

De igual manera refiere que con esta manera de hacer se aceleran los procesos, se multiplican las ideas… ya después corresponde darle un cuerpo al producto para que se vea como una serie y no como una suma de estéticas diversas.

Siguiendo la dinámica de trabajo de la serie relata Amílcar Salatti: “asumí como guionista cuatro capítulos y un quinto en coautoría con Albertico Luberta. Hablan de la ira, la fidelidad a la familia, la adición a las tecnologías, la paternidad y el amor de pareja. A grandes rasgos esos son los temas”.

“Creo que Promesas es una serie novedosa en su concepto, forma de producción y escritura. Creo que fue un intento de trabajar un poco más parecido a cómo se hace en otras partes del mundo”.

Con esta aseveración se despide Amílcar Salatti, un nombre felizmente reconocido dentro del dramatizado televisivo porque sabe qué contar y cómo hacerlo. Así que esta vez, con experiencias aumentadas y otros modos de decir que marchan hacia un destino común, la meta hacia el éxito debe quedar más cerca. Así el público lo espera y, sobre todo, lo merece. El reto de la escritura en ese sentido ha sido intenso, en tanto compartido y multiplicado.

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