«No olvidemos que cada entrega es especialmente auténtica, que existen tópicos incomparables y misiones diferentes»

La telenovela de todos... Esa fue la etiqueta asignada, desde sus primeras divulgaciones, a la producción que disfrutamos en las noches de lunes, miércoles y viernes. El debut del reconocido cineasta Lester Hamlet (Fábula, Casa Vieja, Ya no es antes) en el género televisivo se ha convertido en pocos meses en una tormentosa divergencia de criterios dentro del público novelero, cada vez más aspirante y exigente frente a las exploraciones en el medio, y su extensión a plataformas interactivas.

¿Realmente es la telenovela de todos? Representa una interrogante que bien podría despejarse desde la imparcialidad y el análisis crítico, aunque sabemos cuán difícil y contradictorio resulta en el no siempre comprendido binomio: gusto – conocimiento.

La batuta de Hamlet llegó con novedosas sacudidas. Al tratarse de su mayor obra creativa hasta el momento, un intenso proceso de rodaje (marcado, como ya conocemos, por la amenaza pandémica) fue complementado con la minuciosa edición, condimento que probablemente sea en la actualidad el punto más comentado si de juicios favorables se trata.

TÚ, un título para nada enjuto, a pesar de su brevedad, figuró en la cúspide de las transformaciones del material audiovisual. Me atrevo a decir que jamás existió ese frescor, y tamaña capacidad de volcar las concepciones de realización y quebrar la codificación estética de los dramatizados.

La inmensa y dorada lista de "grandes novelas " que le han precedido, habita en el imaginario por su poder de revolución en disímiles aspectos, principalmente los situados en la línea argumental y repercusión en la sociedad como fenómenos aislados a cuestiones de "empaque": entradas, créditos, cierres o ataduras que sostienen el cuerpo dramático.

En ese sentido, el laureado director procuró viajar más allá de un montaje vertical infinito, sobresaturado de nombres, desprovisto de emociones e inevitablemente ignorado por la mayoría. , en su revuelo de curiosidades, ha fomentado el apego del televidente al sentir las fibras del mundo atípico: devino en la popularización de una estructura llamativa, un verdadero estallido que palpamos en la rotación esquemática y llevada a variantes de su apertura, o el número de capítulo correspondiente, impuesto al rojo vivo sobre la figura identitaria de una mandala como exponente del arte cubano vitral.

En lo referente a los campos técnico – artístico y musical, la telenovela está dotada con el poder seductor de tocar sensibilidades a través de la imagen que difunde.

Merece la pena detenernos a comentar la cautivante y paradójicamente enérgica "Nana del Adiós", tema de presentación compuesto por Karel García que, en voz de Ivette Cepeda, ha generado un rasgo identificativo del producto. Su letra exquisita, junto a la vibrante interpretación de los actores que se funde en la psicología de cada personaje, encierra belleza y profundidad, aunque muchos aún sostengan que parece enlutada o esotérica, además de las innumerables inconformidades en cuanto a la duración de la versión original.

Asimismo sucede con las despedidas, que nos muestran, en su mayor latitud, las increíbles aptitudes musicales de un elenco desdoblado y abierto a sentimientos, sin más complemento que la relación música – mensaje, una fuerza teatral al desnudo que reafirma el talento de Lester Hamlet como hacedor de videoclips y consciente de otorgar a la música el merecido rol dentro del audiovisual. Para bien o para mal, una de las más insólitas hechuras sí está haciendo historia, y para gustos...

Lester Hamlet junto a María Eugenia Barrios en el rodaje de TÚ. (Foto: Página oficial de Facebook de la telenovela)

En homenaje a la riqueza musical que caracteriza a nuestra Isla, la banda sonora transita desde las notables melodías antiguas hasta el más contemporáneo ritmo. Una de las particularidades de la telenovela, radica en el rescate de canciones y compositores populares, y, con ello, una sensación de reencuentro con un repertorio, que no es inédito, pero sí marcó épocas y abraza la excelencia instrumental y clásica.   

Escuchamos por momentos "Lágrimas Negras” o piezas movibles que denotan un sello de cubanía. Sin embargo, la apoyatura en la secuencia escénica parece abusar a veces de órganos interferentes en demasía. El exceso de la utilización de melodías universalmente conocidas priva de fuerza a los encuentros dialogales, o coloca en segundo plano la seriedad en las asimilaciones.

Los planos fotográficos sirven de colirio. nos aventuró en una Habana distinta a la de las trilladas panorámicas. El mar, las cumbres, los lugares poco retratados, confluyen en un colorido entramado de agradables tonalidades y matices. Con la perfectamente lograda visualidad, la telenovela adquiere las pinceladas cinematográficas que notamos desde su estreno. Tiene filtro de película –decían–. Y eso es evidente.

En las hojas que componen el polémico panfleto se unieron plumas conocidas: la idea original de Alberto Luberta y los toques de Amílcar Salatti, Yoel Infante y Eduardo Vázquez; se trazó como mensaje fundamental el universo de los implantes cocleares, excelso logro de la ciencia cubana. 

Los primeros trabajos promocionales asomaban a la extirpación de fibras sensibles, pues se abordarían las discapacidades auditivas en edades infantiles. Esta es la historia de Dayron (Edgar Quintero), un niño sordo cuya familia presenta conflictos tan crudos como el machismo, la violencia doméstica y la denigración hacia la mujer. Pero en su condición de único caso, el abordaje de la temática no ha sido suficiente, debido a que el flujo de los acontecimientos divaga y se paraliza en subtramas que hasta el momento no agotan del todo la sustancia con la que tal vez fueron concebidas.

La telenovela sobrepasó su mitad de capítulos, y aún asaltan dudas con respecto a historias a medio contar, o núcleos surgidos con el transcurso de episodios, de modo que el paralelismo no fue notable desde sus albores.

Toxicidad en las relaciones amorosas no ha faltado. El abanico de memes que se genera a diario apunta a Rangel, magistralmente encarnado por Denys Ramos, como un esquizofrénico que definitivamente se ha apropiado del "show". Y es que un espectáculo simula en ocasiones el conjunto de escenas que a mi entender no se definieron con una apelación total al tono humorístico.

La interpretación de Denys Ramos como el esquizofrénico Rangel ha sido una de las más aplaudidas. (Foto: Página oficial de Facebook de la telenovela)

La maestría existente en su elenco de primera línea pudiera considerarse una herramienta a favor, aunque el género demanda que la organicidad se imponga ante las más raras dotes del histrionismo o la destreza en habilidades físicas y. talentos alternativos.

El lenguaje, con toques de cultismo en el personaje de Marina (Daisy Quitana), se comprende como un accesorio más de un nivel intelectual, a la vez que en otros casos coloca en cuestión el desprendimiento verbal y la expresión natural del pueblo.

Situaciones un tanto risibles protagonizan los caricaturescos componentes de una odisea inverosímil, que se inclina más hacia el lado fútil de la balanza y no al trasfondo de emociones y el coqueteo con la inteligencia del público. El lado conversacional, aunque subjetivamente pudiera sustituirse por miradas y gestos que sí describen por entero la intención escénica, carece de parlamentos penetrantes o, cuando menos, reflexivos. Es posible que una mayor densidad en la palabra amenizara los cortes inmediatos producto al poco texto.

El andamiaje actoral de la obra de Lester marcó la incursión de rostros familiares en el desafiante quehacer de la telenovela, y su acompañamiento a consagradas figuras de la televisión y el séptimo arte cubanos. Herón Vega, con facetas nunca antes vistas, construyó un Manolo al cual le hemos tomado inexplicable afecto. Yailene Sierra nos regaló a una madre batalladora, con altos quilates de credibilidad en sus enojos y determinaciones. Elizabeth es la típica mujer cubana, materializada con la naturalidad de una actriz que nos hace reír y llorar, y que, luego de esta experiencia, esperamos seguir disfrutándola en la pantalla chica.

Herón Vega, Yailene Sierra y el niño Alex Guerrero con sus personajes representan esa familia cubana con la que no pocos se han sentido identificados. (Foto: Página oficial de Facebook de la telenovela)

Resaltan las estelares actuaciones de Denys Ramos y la multifacética Edith Massola, quienes han sabido complementarse sobre un terreno estremecedor. A Marta Montalvo y Yasbell Rodríguez les brota carisma y simpatía. La complicidad de Fredesvinda y Norma transpira calidez y alusión a encantos femeninos. El querido Leo Benítez desechó la buena cara de sus roles anteriores para introducirse en un Tomás frustrado, con pasado amargo, insatisfacciones y sueños rotos.

Por su parte, Yordanka Ariosa en la piel de Xiomara constituye una visión necesaria ante las peripecias que la cercan, un personaje interesante y muy convincente. A su lado, Néstor Jiménez aprovechó al máximo al Julio que llegó a sus manos. Luisa María Jiménez, con apariciones fugaces que se resumen únicamente a la locación del teatro, da vida a Mariela, carismática, inteligente y siempre deslumbrante, aunque desearíamos para ella más historias que contar: conflictos, relaciones más visibles, una familia, una vida fuera de las tablas.

Gabriel Wood y Alicia Hechavarría han esparcido algunas bocanadas de lo que será una pareja tierna y centrada. Los niños Edgar Quintero y Alex Guerrero se han llevado los aplausos de todos por la solidez con que han asumido la actuación, y su manera de conmovernos.

El gran arco de personajes se distingue por incorporar a personalidades de la música y los medios en participaciones especiales que ayudan a colorear el producto con la técnica del cameo, empleada con frecuencia en producciones extranjeras. Haila María Mompié, Waldo Mendoza, Blanca Rosa Blanco y el propio Lester Hamlet han desfilado por , y hay más sorpresas garantizadas.

No es menos cierto que estamos en presencia de una telenovela donde actores cantan y cantantes actúan. Y eso es otro sabor que probamos, y aprobamos.

Los televidentes suelen refugiarse en los grandes enigmas, esos misterios que quiebran cabezas y hacen explotar el escritor que llevamos dentro. En este ítem, no nos atrapa del todo. La paternidad de la niña de Ivette o el mensaje de texto que recibiera Yoan Luis se convirtieron en dos fuentes de teorías, que actualmente hacen beber un poco para arraigarnos a hipótesis y expectativas.

Los estratégicos finales de cada capítulo, se centran en sucesos que imprimen protagonismo al actor o cantante que nos sorprenderá con su música, y no en el suspense o explosión causante de que nuestro único deseo sea acelerar el tiempo y saber qué sucederá en el episodio siguiente. Sería muy difícil pormenorizar en cada cuenca de este extenso collar, y más porque continúa su curso, y no siempre vencen las soluciones predecibles.

Mariela, interpretado por Luisa María Jiménez, es un personaje que se pudo aprovechar más. (Foto: Página oficial de Facebook de la telenovela)

Entre los disturbios de comprensión, la promesa de éxito y la vanguardia en innovaciones, retomamos la incógnita inicial: ¿Es la telenovela de todos? ¿Es la teleaudiencia cubana reacia a los cambios?

Los internautas, más de una vez, han comentado que parece ignorar los hábitos de consumo de las audiencias y las reglas del género, tan longevo que Félix B. Caignet se cita como referente en todo debate.

Un usuario señala: "Todas las novelas no han sido mero entretenimiento, han tenido para compartir valores y antivalores, y ningún personaje ha estado presentando una historia y mensaje para llegarle al espectador desde varias aristas. TÚ no marca ninguna diferencia en esos aspectos. Que influyan factores positivos o negativos de la forma en que se entrega el producto audiovisual es totalmente distinto, y en eso Tú insiste en regir como pionera. Todo cambio necesita análisis y períodos de interpretación, y siempre ha sido fructífero cuando llega el proceso por etapas, algo así, precipitadamente recibirá una multitud de vítores..."

Independientemente de la discusión de si es o no espejo de Cuba, no ha pasado desapercibida, ni sus factores determinantes a posturas escépticas. Niñas se visten de enfermeras y ponen gestos al musical «amor platónico», otros imitan a Basilio y su singular modo de hablar, y las redes sociales digitales canalizan las valoraciones sobre una obra que con creces evidencia que el consumidor pretende aprender y sintonizar.

No le infundamos a lo demás carácter secundario, y mucho menos nos hagamos eco de la injustificada respuesta de "si queremos admirar una obra de arte, vamos al museo". El enfoque estético debe comenzar a primar también, y cultivar a quienes vemos, no para ser un público selecto, sino consecuente con las intenciones de los realizadores.

He leído que, en términos culinarios, la novela es un buen plato; preparado con los mejores ingredientes, pero sin sal... y en argot de repostería, sin azúcar...

Fernando y Alicia Hechavarría compartieron el set de como padre e hija. (Foto: Página oficial de Facebook de la telenovela)

Por lo tanto, mientras intenta endulzarnos paulatinamente la vida, podemos enfocarnos en apreciar y nutrirnos de sus símbolos de cotidianidad: su entorno de barrio, con juego de pelota, y vendedor de viandas, o inclusive las citas de Héctor a obras emblemáticas del teatro cubano. Al final de este viaje tendremos las respuestas.

Si el populismo infiere comparaciones más o menos profundas según su punto de vista, la tendencia será hacia la "difícil tarea" de sustituir a Vuelve a Mirar, y, aún más, de coincidir en pantalla con una serie juvenil que por estos días gana en comentarios de exaltación y acogida casi generalizada (Calendario). Pero no olvidemos que cada entrega es especialmente auténtica, que existen tópicos incomparables y misiones diferentes.

Una "nueva racha" está al trono de la revitalizada tradición de opciones dramatizadas cubanas, realidad imperante que exige de la pujanza en la encomiable labor de guionistas, directores, actores y el gigantesco equipo que, entre desvelos y agotamientos de batería, ocupa una porción enorme de su tiempo en aras de que el material llegue a un hogar agradecido.

 

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