Mujer de dulzura sensible y humana

La primera actriz y locutora cubana Yolanda Pujols (1927-2015), según su nombre artístico, aunque se llamaba María Yolanda Pujols González, pasó su infancia y adolescencia en el barrio de Buenos Aires y El Tivolí, en Santiago de Cuba.

Primera hija de una familia cubana humilde y modesta, de ascendencia haitiana y catalana; su madre trabajadora en una fábrica de sombreros y su padre vidriero. Fue una niña consentida, mimada por tías, primas y muy tímida, aunque al comenzar en la escuela mostró gran interés por la declamación, las dramatizaciones, el baile, el canto y el arte escénico. Fue estimulada por sus profesoras Belén Feliú y Bessi Ferrer, quienes semanalmente le daban un poema para que lo memorizara y dijera en las actividades de la escuela.

Con solo 10 años, declamando y bailando, obtiene el Primer Premio en el Teatro Oriente; según ella misma, allí perdió el miedo escénico. Comenzó así su vertiginosa carrera profesional, formando parte del elenco en la emisora Cadena Oriental de Radio, en Santiago de Cuba, junto a su hermana Carmen, primeras en hacer locución en esa ciudad.

Desde muy joven integró el grupo de teatro del Instituto de Segunda Enseñanza de Santiago de Cuba que dirigía José María Béjar, el primero de sus maestros de actuación. Integró tanto la Asociación de Estudiantes del Instituto, participando en actividades patrióticas, como la banda de música, el equipo de softbol y el coro. Mujer de gran sensibilidad humana y definidos ideales políticos.

Cursando el tercer año del Bachillerato cuando le atacó la fiebre tifoidea; estuvo grave,  permaneciendo en reposo por un largo periodo de seis meses. Fue cuando le prestaron un pequeño radio por su reposo y en su convalecencia se pasaba todo el día oyendo las emisoras locales y nacionales; desde entonces le picó el bichito de la radiodifusión.

Cuando ya estuvo casi recuperada embulló a una prima que cantaba bastante bien y se fueron a la CMKW, a un programa de aficionados; su prima cogió miedo y no quiso cantar y Yolanda aprovechó que las había sorprendido un aguacero para probarse, pues no le tocaron la campana... Regresó al siguiente día y volvió a cantar, ganándose un paquete de galletas con que premiaban y quedándose así prendada de la radio para toda su vida…

Finalmente se presentó en la emisora provincial CMKW como cantante con la canción Échale un quinto al piano, de la autoría de Felipe Valdés Leal, compositor mexicano, (trofeo RCA Víctor, premio Wurlitzer ´57 y medalla de oro en Universal ´62). Comenzó como actriz aficionada, hasta quedar integrando los elencos de la misma emisora, donde debutó en Cosas que pasan.

A sus 15 años comenzó en la CMKW integrando el elenco artístico de la compañía y cobró el primer salario de su vida profesional (de 30.00 pesos), el que le dio a su padre para que cumpliera su sueño y se comprara un botecito. En 1945, con la toga y el birrete prestados por sus amigas, se gradúa de Bachiller, ganándose una matrícula gratuita para la Universidad de La Habana, cosa que no pudo realizar por no poder sufragar los gastos que implicaba eso en aquellos tiempos.

Cuando le ofrecen un trabajo como telefonista en la Compañía de Teléfonos en Santiago de Cuba, para complacer a su madre comienza en el mismo; casi se enferma…, no oía radio, no pasaba por la emisora. No resistía ese trabajo. Su madre le dijo que estaba loca, aunque su padre le dio su apoyo, cuando regresó más tarde a la emisora.

En Santiago trabajó en la emisora en programas cómicos, dramáticos, cuentos para niños, comerciales y en la locución de Reloj del Aire. Se convierte en actriz junto a su hermana Carmen Pujols; fueron las primeras locutoras radiales que tuvo el Oriente de la Isla.

Allí conoció a quien más tarde fuera el amor de su vida y padre de tan bella familia: ese otro gran actor de cine, radio, televisión y teatro, Salvador Wood, baluarte de la Cultura Cubana, brindándole ambos al pueblo lo mejor de su arte; con él, contrajo matrimonio el 24 de noviembre de 1949 y juntos compartieron el resto de sus fructíferas vidas y labor artística. Formaron una hermosa pareja, cuyos dos herederos son: Yolanda Wood Pujols, Doctora en Artes y Letras, y Patricio Wood Pujols, destacado actor de cine, televisión y teatro.

Con su esposo llegó a La Habana por una convocatoria que lanzó la emisora radial RHC Cadena Azul, titulada “Las voces nuevas”, donde quedó contratada, convirtiéndose en una de las voces líderes de la actuación y de la locución del país. Ha sido considerada como un hito femenino dentro de la locución, siendo protagonista de muchos comerciales y espacios estelares de las novelas radiadas durante toda la década de los años 50. Es fundadora de la televisión cubana.

Esposa de Salvador Wood por más de 65 años, actuó en las radionovelas de RHC Cadena Azul, Radio Progreso, Unión Radio y CMQ hasta 1952, momento en el que comienza también en la televisión, simultaneando su labor como actriz con el de locutora de comerciales.

En la década de 1950 protagonizó novelas en los espacios estelares de las emisoras nacionales de la radio y más tarde en la TV. Por 11 años protagonizó la novela radial más escuchada en aquel entonces Sublime vocación, en el rol de Silvita, y Lo que el río arrastra o como también se conocía, “la novela de las 11 de CMQ Radio”.

Vivió la mayor parte de su vida en Cojímar, desde 1953 compartiendo la vida con su familia y sus ideales patrióticos, partiendo junto a su esposo al exilio después del fracaso de la huelga del 9 de abril de 1958. Apoyando la emisora Radio Rebelde desde Caracas, Venezuela, con la emisora El indio azul, divulgando las acciones del 26 de julio.

Regresó a la patria al triunfo del Revolución, integrándose al país y a las nuevas ideas del gobierno y de su líder Fidel Castro. Se incorporó a las milicias, fue presidenta de su CDR durante 30 años, la FMC, la Reforma agraria, brigadas de guardafronteras, la alfabetización, fundó la escuela “Urselia Díaz Báez”, todo ello sin abandonar su labor como profesional de la radio y la televisión, alcanzando primer nivel en su evaluación como actriz. Y ejerció como jurado en los Festivales Nacionales de la Radio en más de 20 ediciones.

Después de 1959 intervino en programas dramatizados de Aventuras: Los mambises, La guerrilla del altiplano, Enrique de Lagardere, los teleteatros Barranco abajo y telenovelas en el espacio de Horizontes. Trabajó en la novela Cuando el agua regresa a la tierra, dirigida por Mirtha González Perera. En el filme No hay sábado sin Sol bajo la dirección de Manuel Herrera. Fue fundadora en 1968, de Tele Rebelde, en la ciudad de Santiago de Cuba.

Mucho después de su jubilación, el pueblo disfrutó su reaparición junto a su esposo Salvador Wood, y su hijo Patricio, en la telenovela de Maité Vera Lo que me queda por vivir, por el canal Cubavisión en su espacio estelar.

En disímiles entrevistas que se le hicieron, Yolanda siempre manifestó “sentirse muy orgullosa de la educación y desarrollo de sus dos hijos. Nunca hemos tratado de influir en ellos, ni de buscarles puestos y oportunidades atenidos a nuestro prestigio. Ellos han triunfado por sus propios méritos y talentos”.

Por su talento y perseverancia fue merecedora de la Distinción por la Cultura Nacional y a sus 80 años de vida fue galardonada con el Premio Nacional de Radio, además le fue entregada la condición de Miembro de Mérito de la UNEAC, Artista de Mérito y Fundadora del ICRT, Micrófono por el 70 Aniversario del la Radio, Medalla Raúl Gómez García, Premio Nacional y Fundadora de la Radio Cubana, y el Primer Premio con su hermana Carmen Pujols en el 1er. Festival del Pregón en Santiago de Cuba. Fue militante del PCC por más de 30 años hasta el final de sus días, entre otros muchos otros reconocimientos.

Se cumplieron sus aspiraciones y deseos de: “Triunfar como actriz, triunfar plenamente, satisfactoriamente, aportando todo cuanto pueda, pues mi triunfo será de todos los míos y de mi patria”.

Yolanda pidió que se lanzaran sus cenizas al mar que tanto la inspiró… deseo que se cumplió el 13 de agosto de 2015, a los 88 años de edad, junto a familiares, amigos y vecinos de Cojímar; allí permanecerá como “Un anticipo a la eternidad”.

 

 

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